Barcelona: brillante Gergiev con los padres de Tristán e Isolda
TRISTAN UND ISOLDE (R. WAGNER)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 18 Marzo 2015. Versión de concierto.
La Orquesta del Mariinsky con Valery Gergiev al frente inicia una nueva gira con distintas paradas en España, habiéndose programado este Tristán en Barcelona, que ha resultado muy bueno musicalmente y en gran parte decepcionante vocalmente, como suele ocurrir tantas veces con el Mariinsky.
Valery Gergiev
Musicalmente, la versión ofrecida por Valery Gergiev ha estado a la altura de uno de los mejores directores de la actualidad. La emoción, ingrediente fundamental en cualquier opera, siempre ha estado presente, además de la brillantez. ¡Qué gran diferencia entre el Tristán de Gergiev y el Siegfried de Pons! La verdad es que hemos podido disfrutar de la música de Wagner como pocas veces. El gran problema de Valery Gergiev es el de los ensayos, ya que su agenda casi no le permite hacerlos. En esta ocasión las cosas han venido bien rodadas, ya que se representó Tristán en el Mariinsky el pasado día 2, con lo que los ensayos ya estaban hechos. Y eso siempre se nota. Cuando las obras llegan bien preparadas, las direcciones de Gergiev resultan muy buenas y eso es lo que ha ocurrido en esta ocasión. Estupenda la prestación de la Orquesta del Mariinsky, que nos ha mostrado el largo camino que le queda a la del Liceu para llegar simplemente a poder compararse con una orquesta excepcional. El Coro del Liceu cumplió bien en su breve actuación durante el primer acto de la ópera.
Decía más arriba que el reparto ofrecido ha sido en gran medida decepcionante, como tantas veces ocurre con los que ofrece el Mariinsky. Yo no sé quién elige los repartos en San Petersburgo, pero los errores que cometen son de bulto. Lo pude comprobar hace muy poco, cuando nos ofrecieron como Siegmund a un tenor ligero, que aquí ha cantado las partes del Marinero y del Pastor. El mayor problema ha venido de la elección de los dos protagonistas de la ópera, que por edad y lo que esto lleva consigo, deberían haber sido anunciados como los padres de Tristán e Isolda.
Larisa Gogolevskaya
Robert Gambill está a punto de cumplir los 60 años y siempre ha sido un notable cantante mozartiano, cuya actividad últimamente es más bien escasa y centrada en teatros de ópera de segunda fila. No podía sino llamar la atención su presencia al frente del reparto. Gambill tiene cualidades notables, como es su dicción, su expresividad y su línea de canto, pero nunca ha sido un tenor heroico y Tristán le viene muy grande. Pasa en el primer acto, pero en los dos siguientes ofrece un volumen vocal, que no es sino unas cuantas tallas más reducido que lo estrictamente necesario. Únase a eso una fatiga vocal evidente en las notas altas y llegaremos a la conclusión de que quien lo ha elegido ha cometido un grave error.
La soprano rusa Larisa Gogolevskaya dio vida a Isolde y también aquí nos encontramos con una cantante que hace tiempo pasó su zénit vocal. Hace ya 25 años que entró en la compañía del Mariinsky y ya llevaba varios años de carrera en otros teatros rusos. Hoy su voz tiene poderío, pero el timbre tiene poco atractivo – más bien lo contrario – y la voz está muy reseca y envejecida. Es una pena no haber podido escuchar a esta soprano hace unos 15 años, ya que tiene cualidades positivas para haber sido en su momento una estupenda Isolde, dando sentido a todas sus intervenciones, cantando con gusto y expresando muy bien. Simplemente, su estado vocal no es el adecuado para una gira de un teatro puntero, especialmente teniendo en cuenta que se venden las entradas sin saber quiénes serán los cantantes.
Si los protagonistas – más bien sus padres – decepcionaron, tengo que decir todo lo contrario de la mezzo soprano Julia Matochkina, que nos ofreció una Brangaene magnífica de principio a fin. Voz de calidad, muy bien emitida y cantando con mucho gusto, ofreció una frescura vocal fuera del alcance de los protagonistas. Todo lo hizo bien, pero me quedo con su Avisos del segundo acto, llenos de emoción y magníficamente cantados.
Evgeny Nikitin fue un adecuado Kurwenal, con voz poderosa y atractiva, casi un lujo en el personaje. Debería evitar estar siempre pendiente de la partitura, lo que quita naturalidad a su canto.
Mikhail Petrenko se ha convertido en los últimos años en el bajo más importante del Mariinsky y la verdad es que no acabo de entenderlo. Su Rey Marke no fue mucho más allá de la corrección. Le falta mayor amplitud y nobleza y le sobran algunos sonidos blanquecinos por arriba.
Yuri Alexeyev fue un adecuado Melot, mientras que Dmitry Voropaev lo hizo francamente bien como Marinero y Pastor, mucho mejor que como Siegmund, como digo más arriba.
El Liceu estaba prácticamente lleno y el público mostró su reconocimiento a Gergiev y la orquesta, pero hubo ruidosas muestras de desaprobación al final del segundo acto, lo que enfrió el ambiente al final del concierto. Indudablemente, los abucheos iban dirigidos a la falta de adecuación de los protagonistas y no faltaban buenas razones para ello. Convendría que Gergiev tome buena nota de lo ocurrido.
La representación comenzó con 9 minutos de retraso, cosa extraña en el Liceu y muy habitual en el Mariinsky, y tuvo una duración de 5 horas y 5 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 57 minutos. Cinco minutos de aplausos. No hubo saludos individuales.
El precio de la localidad más cara era de 199 euros, costando la butaca de platea 139 euros. La localidad más barata con visibilidad tenía un precio de 43 euros. José M. Irurzun
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