El once de febrero de 1994 escribía la primera columna de esta serie convertida en cita semanal a lo largo de diez años. Se titulaba “Sentimientos y sensatez” y estaba dedicada a un Liceo recién incendiado. Durante este tiempo, el insufrible Beckmesser y yo hemos venido alternándonos en informar, comentar y opinar de los muchos acontecimientos musicales vividos. Han sido diez años objetivamente interesantísimos. Se reabrieron Real y Liceo, se inauguraron otros muchos centros como Las Palmas, Tenerife, Pamplona, Bilbao, etc, se crearon o afianzaron innumerables orquestas, desaparecieron algunos de los compositores, artistas y críticos -permítanme que recuerde con mucho cariño a Fernández Cid- más representativos del siglo, otros muchos surgieron a la fama, he conocido políticos de raza dirigiendo nuestra cultura y otros de medio pelo, afortunadamente desaparecidos hasta del olvido. Con toda probabilidad han sido los diez años más llenos de acontecimientos de cuantos he vivido y quienes hemos estado trabajando en y con ellos no nos hemos aburrrido.

Pero también en lo personal, aunque ligado al hecho musical, ha sido un periodo de los que dejan huella. En 1994 escribía en el Cultural que se publicaba con ABC, luego pasamos a La Razón y ahora nos tienen
en El Mundo. Casi los mismos y casi, que no todo, lo mismo. Es bueno sentirse un poco titiritero, al fin y al cabo los músicos lo han sido frecuentemente. He conocido buenas personas, como Alberto González Lapuente – expresamente no menciono a ninguna de las más próximas a mí para evitar celos -, he comprobado que un caballero, cuando lo es, lo es siempre, como Alfonso Aijón. Y, en fin, también he tratado a algún cochero.

Hoy, a diez años vista, quiero agradecer a Luis María Anson y Blanca Berasátegui el haberme dado la oportunidad de compartir con ustedes este tiempo, sacándome del silencio en donde un día me refugié un tanto cansado de músicas. Y a Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre por las emociones vividas en el Real como patrono.

Aquí, allá o dónde sea intentaré servir a la música con independencia de criterio, cariño y lealtad a ella. Disculpen los aciertos y perdonen los errores.