Ocejo y el código de malas formas
Los festivales musicales con más solera de la península son posiblemente la Quincena, Santander y Granada. El de Cantabria, que ha cumplido ya 61 ediciones , ha estado gobernado durante 33 de ellas por José Luis Ocejo. Empezó en 1979, desde su querido Santuario de la Bien Aparecida, a dirigir el que ha constituido cita musical ineludible durante muchos veranos. Quizá alcanzase su esplendor en la Plaza Porticada, un marco añorado por muchos y no muy idóneo para algunos tipos de espectáculos que dejó paso a un Palacio de Festivales que, en su pretendida flexibilidad, tampoco ha resuelto aquellas carencias. La lista de participantes es inmensa: desde Kleiber a Bernstein, desde cualquiera de los pianistas premiados en el Concurso santanderino a Pogorelich, desde Bocca a Cortés, desde Glass a Cage… Una amplísima variedad que no sólo prestó atención a lo más popular sino que ha de recordarse que en el festival se vieron “La máscara negra” de Penderecki y “San Francisco de Asís” de Messiaen.
Las cosas han estado revueltas este verano en Santander. La declaración de “desierto” en el premio del XVII Concurso internacional de Piano, instado al parecer por la propia organización del mismo, provocó opiniones dispares y así Tomás Marco, miembro de su jurado, manifestó acatar la resolución pero discrepar profundamente de ella: “Los concursos no están para que los gane Barenboim, sino el mejor de los que se presentan y en la edición había no sólo buenos pianistas sino excelentes”. Paloma O’Shea viajaba el 13 de agosto a San Sebastian para reunirse con el flautista y director Jaime Martín junto a las autoridades culturales de la capital cántabra. Con enorme precipitación se decidió el relevo de Ocejo por Martín, que dirigía en Donostia “La Flauta Mágica”. Muy pocos días después, en el Ayuntamiento, se le indicaba a Ocejo la “conveniencia” de que abandonase la dirección del festival. Apenas faltaban cuatro días para que éste finalizase y se vio obligado a comunicarlo en la rueda de prensa de presentación del último de los conciertos. Puede ser que se precisase una renovación y ya veremos dónde conduce la nueva etapa, pero las formas han de mantenerse. No se puede tratar así a quien durante 33 años ha entregado a Santander alma, corazón y vida. Gonzalo Alonso
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