SUBLIMES EQUILIBRIOS
SUBLIMES EQUILIBRIOS
Para mí, los cuartetos de cuerda de Brahms, las músicas de cámara de Brahms en general, encierran tal cantidad de escollos interpretativos que es bien difícil escucharlos de manera satisfactoria; sin que, una y otra vez, a uno le dé la impresión de que los intérpretes de turno acaben de conseguir con sus propuestas poner en su sitio los difíciles equilibrios internos de estas músicas sublimes pero de alguna manera más inasibles que las del común de los repertorios camerísticos. Y bien se podía hacer un listado sobre las facultades que deben saber desarrollar los intérpretes para hacerlas llegar a buen puerto, asuntos que van desde la planificación sonora hasta otros de tipo digamos más estructural, melódicos, rítmicos o incluso relacionados con la propia pulsión de una música que, por otro lado, encierra en su interior lo que me atrevería a denominar nacionalismo auténtico, es decir no una defensa de nada sobre nada sino su simple (y grandiosa) manera de ser. Y desde luego no estoy queriendo decir con esto que para interpretar a Brahms se tenga que haber nacido a muchos kilómetros del Mediterráneo: no hay más que escuchar las grabaciones de los venerados Cuartetos Italiano y Amadeus para comprender que los tiros no van por ahí. O repasar el Brahms de Giulini. No; de lo que se trata es de comprender la música, su espíritu, que desde luego tiene que ver con su procedencia; es una cuestión de cultura, de conocimiento, de formación, de estudio. Y, naturalmente, de talento.
Talento como el que suman los componentes del Cuarteto Quiroga, para mí uno de los grupos más importantes e interesantes del momento. Aquí y fuera de aquí; se acabó eso de que fuera de España se hace buena música para cuarteto de cuerda y dentro no. El Quiroga es probablemente comparable a cualquier grupo del circuito, pero particularmente interesante es hacer la comparación con los cuarteos europeos o americanos jóvenes que no están del todo ´en el circuito´ (asunto este de una relatividad que espanta) y cuyos miembros son, como es aquí el caso, unos pedazos de músicos. No hay más que recordar algunos de los que escuchamos en Madrid en el fenecido Liceo de Cámara en las últimas temporadas. En ese llamemos movimiento de nuevos músicos es donde me gustaría situar a al Quiroga. Son gente que se caracteriza sobre todo y ante todo por su talento y su formación musical; y pos su cultura musical. Gente que hace música, música a lo grande, pero que también sabe hablar de música, que también tiene capacidad para racionalizar, para medir, para controlar los medios. Lo que sucede es que hacer eso en España es como hacer cualquier cosa en España: mucho más difícil que en Alemania, Francia, Holanda, etc. , lo que añade un importantísimo ´plus´ a los resultados, y más cuando son tan espectaculares como los alcanzados en este disco *.
Sea ya dicho: he aquí dos extraordinarias versione de los dos primeros cuartetos de Brahms**. He repasado mi discoteca para añadir el morbo que requieren estas cosas; he repasado a los Amadeus y al Italiano, como ya he dicho antes; pero también al Alban Berg, al Emerson, al Melos (¡) al Sine Nomine… Es decir, he hecho los deberes. No hubiera sido necesario. Estas versiones valen lo que valen sin necesidad de ´desapoyos´ externos. Son interpretaciones musicalmente magníficas, estilísticamente impecables, pero sobre todo increíblemente bien plantadas en sus aspectos técnicos. Hablaba antes de equilibrios internos. Para mí uno de los más difíciles de controlar en Brahms es la relación entre emoción y abstracción. Porque ambas cosas están presentes, casi compitiendo, todo el rato en estas obras, y es fácil de entender lo difícil que es entenderlo (no para el comentarista, que al fin al cabo no hace otra cosa que observar), para los que tocan, que han de verlo y hacerlo carne. La música de Brahms, lo sabemos, parece estar siempre escrita bajo la media luz, bajo un bosque de tupidos abedules que no dejan pasar el poco sol que suele salir en aquellos lugares. Esos ´mediosclaros´ no suelen ser comprendidos por los itérpretes, y son precisamente los que mejor se explican en estas versiones. Y después está el pulso: si hay un compositor en el que las cosas pueden estar hundidas a los dos minutos de empezar la obra, porque el pulso de la música haya desaparecido enseguida, ese es Brahms. El Quiroga lo mantiene de manera valerosa, de principio al fin. Y en fin, el grupo ha interiorizado totalmente la belleza melódica de ese fraseo natural brahmsiano que uno nunca sabe bien de dónde llega, por eso mismo, por su naturalidad, por su independencia estructural, por su aparente circunstancialidad.
Acabaría en cierta medida repitiéndome: remacho que lo que más me ha sorprendido (por madurez interpretativa) en estas versiones es el equilibrio; ritmo y melodía se entienden entre sí como, a la vez, fuente y objetivo; sentimiento y abstracción acaban siendo las caras de una misma moneda. O dicho de otra manera: este disco me ha entusiasmado porque de alguna manera ese equilibrio es el que yo entiendo como verdadero motor, como verdadera razón de ser de esta música. Sublime hasta lo indecible.
*Será presentado este miércoles, día 17, a las 20.00, en el Museo Cerralbo.
**El disco nos regala un bis: el arreglo de Brahms de una danza popular alemana, el Deutsche Volkslieder núm.8, WoO 34
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