50 años sin Pau Casals, 5 sin Caballé y 20 sin…
El 22 de octubre de 1973, Pablo Casals falleció en San Juan de Puerto Rico. Violonchelista, director de orquesta, compositor, humanista y firme luchador por la libertad y la democracia.
Casals nació en El Vendrell, Tarragona, en 1876, y desde muy joven demostró su talento musical. A los 13 años, se trasladó a Barcelona para estudiar en el Conservatorio del Liceo, donde se graduó con honores. A los 23 años, tuvo éxito en París de la mano del director de orquesta Charles Lamoureux, comenzando una brillante carrera como solista que lo llevó a tocar en las mejores salas de conciertos del mundo. En 1914, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se trasladó a Nueva York, donde continuó sus giras de conciertos. En 1919 regresó a Barcelona y fundó la Orquesta Pau Casals, que dirigió hasta 1936. Con el estallido de la Guerra Civil Española y la victoria de Franco en 1939, huyó a Prades, Francia, donde pasó los primeros años en el exilio y donde fundó la Orquesta de Prades. Casals se negó a actuar en su país natal en protesta contra la opresión y la falta de libertades. Su compromiso con los derechos humanos y la paz lo llevó a ser considerado como un embajador cultural del mundo. Desde 1957 vivió en San Juan, Puerto Rico, donde fundó el Festival Casals de Puerto Rico y donde murió en 1973, a los 96 años. A lo largo de su carrera, Casals actuó en todo el mundo y colaboró con algunos de los músicos más destacados de su tiempo.
En el 50 aniversario de su muerte, la Fundación Pau Casals y el Museo Pau Casals han organizado una serie de actividades y proyectos especiales que se centrarán en el legado tanto musical como humano del maestro. La defensa de la paz, la democracia, los derechos humanos y el compromiso social son temas centrales y de gran actualidad en el mundo en que vivimos y su legado lo convierte en uno de los nombres más reconocidos en la música y la paz. Algunas de sus obras más famosas son: “El Pessebre”, un oratorio que Casals compuso en 1943 y que se ha convertido en una de sus obras más conocidas y el “Himno a las Naciones Unidas”, una obra coral escrita en 1971 y que se ha convertido en un símbolo de la lucha por la paz y la justicia social
Montserrat Caballé falleció el 6 de octubre de 2018 en el Hospital de Sant Pau de Barcelona, a los 85 años de edad, debido a un problema de vesícula. Su muerte fue lamentada en todo el mundo, y su legado como una de las grandes sopranos del siglo XX sigue siendo recordado y celebrado por los amantes de la música clásica por doquier. Pudo superar la nueva hegemonía que convertía a los directores y directores, más que a los cantantes, en las figuras dominantes de la ópera, ya que ella era insuperable en refulgencia vocal y técnica del bel canto. Fuera del escenario, siempre encantadora y autocrítica, de risa contagiosa, mostró una arraigada capacidad de disfrutar plenamente de la vida, a pesar de las muchas vicisitudes que la afectaron en forma de accidentes, enfermedades o incluso problemas tributarios, y, en el camino, de dar felicidad a los demás.
Tras estudiar en el Conservatorio Superior de Música del Liceo y que un conocido profesor italiano la recomendase tras una audición en Italia que mejor se dedicase a sus labores, comenzó carrera en el cuerpo de la ópera de Basilea en 1956 con pequeños papeles como el de Primera Dama (La Flauta Mágica) y trabajó como camarera. Luego bregó con Donna Elvira, Fiordiligi Pamina, Aida, Tosca y Salomé, Ariadna, Arabella o Crisótemis, siempre apoyada por su hermano Carlos. Su actuación como Donna Elvira en la Ópera Estatal de Viena en 1960 fue seguida por Arabella en el Liceo, donde actuaría durante las siguientes tres décadas en una amplia variedad de papeles. Sin embargo, fue en 1965, cuando reemplazó a Marilyn Horne como Lucrezia Borgia de Donizetti, en el Carnegie Hall, que su carrera despegó internacionalmenteu. Logró anticipar su debut en el antiguo Metropolitan de Nueva York, como Marguerite en Fausto con gran éxito. Su repertorio como soprano dramática de agilidad fue amplísimo y gran parte de él se conserva afortunadamente tanto en grabaciones comerciales como piratas. Voz inmediatamente reconocible por su etérea belleza y dulzura, con una línea de canto larga y fluida, pianísimos y medias voces insuperables y un fiato prodigioso. Su popularidad se extendió más allá de la ópera, tanto por su posición contra el independentismo en Cataluña como cuando cantó junto a Freddie Mercury el himno “Barcelona” en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.
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Por último, un 9 de octubre de hace 20 años fallecía alguien a quien Alfonso Aijón dedicó un “Requiem” de Mozart en uno de sus conciertos de Ibermúsica. Si no hubiera sido por mi madre, ustedes no me estarían leyendo ahora. Gonzalo Alonso
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