Músicas terminales a golpe de hacha
MÚSICAS TERMINALES A GOLPE DE HACHA
Gergiev encierra una personalidad múltiple. Es, al mismo tiempo y como poco, un músico de al por mayor, un gestor musical que puede mostrarse indistintamente generoso o feroz y un director de orquesta de marcada singularidad; como personaje, casa bien en la Rusia de Putin, del que se declara gran amigo. Es decir, el señor Gergiev parece habitar en el interior de una gran copa, repleta de un muy perfumado pero fortísimo cóctel de alcoholes diversos y sabores a diferentes escalas. Lo que se dice un carácter modelado a golpes de filosofía y ese nuevo sentido del consuno en que está envuelto el mundo cultural ruso a día de hoy; o en castizo: un arte en el que la cal y la arena se entremezclan extrañamente. Solo así se explica que sus trabajos suelan ser poco finos y bastante expeditivos; que no atiendan a grandes matices, pero, en cambio, que transpiren comunicación a raudales y vayan muy directos al corazón del consumidor. Es Gergiev, por otro lado, un manufacturero musical de casta, siempre dispuesto a sacrificar egos en beneficio del conocimiento y la información musical. Por eso tengo muy en el pedestal la labor que en su día realizó –con gran desinterés por los aspectos económicos- para divulgar en Occidente la gran ópera rusa. Después, sin embargo, se ha zambullido en el ”mogollón” del repertorio centroeuropeo sin apenas descanso ni reflexión, y la verdad es que a veces parece que le ha podido la erótica del todo vale porque hay que hacerlo todo para demostrar que uno está en todo y no solo en lo que debiera estar. Esta vez viene a Madrid, ciudad en la que sus admiradores son legión, para hacer, nada más y nada menos, que la novena de Mahler y extractos orquestales de Parsifal. Un programa con músicas terminales para las que los más grandes directores desde que existe tal profesión se han tomado décadas de preparación. Podemos recordar a Bruno Walter, a Otto Klemperer, a John Barbirolli, a Herbert von Karajan, a Carlo Maria Giulini, a Leonard Benstein, a Claudio Abbado… Y de ningún modo a las decenas de directores-chusqueros que se han atrevido con ella para cumplir con una moda que, en todo caso, empieza a ser cargante. Es, dicho de otra manera, una obra ante la que hay que ponerse de rodillas, y prohibida a la mayoría de los que se dedican a esto. Gergiev nos va a regalar su versión, pero si se parece al Mahler que le hemos podido escuchar en disco hasta ahora, gustará a muchos pero desagradará a los ortodoxos (léase mayores, es decir a los que se saben de memoria las versiones de los antedichos maestros). Y Wagner. Gergiev está haciendo mucho, y a veces muy estimable, Wagner. No hace mucho le he escuchado una Walkiria ( primera grabación de un nuevo Anillo en versión de concierto; el Oro ya está también en el mercado) que al menos se puede calificar de excelente. Ahora aquí hablamos de Parsifal, que desde luego es otra cosa, y entre otras cosas, una música para el matiz y el pensamiento. No sé si la más adecuada al fogoso temperamento del director moscovita. En fin, por todo lo dicho es evidente que estamos ante un concierto que despierta morbo e interés. Usted mismo. Pedro González Mira
Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky. Dir.: Valery Gergiev. Obras de Mahler y Wagner. Jueves 13, 19.30.Entre 43 y 136 €.
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