La versión “buena” de Lang Lang
LA VERSIÓN ´BUENA´ DE LANG LANG
Naturalmente cada intérprete es un mundo (cada intérprete que pueda ostentar tal categoría; hay demasiada gente que toca, canta, dirige orquestas, etc. sin serlo). Los hay que ni por asomo están dispuestos a abandonar la senda de la ortodoxia y los hay que serían capaces de vender su alma al diablo para convertirse en objeto de popularidad masiva. También, por supuesto, los que a veces se comportan de una manera, y otras de la contraria; y son muy pocos los que, en mayor o menor medida, no hayan ´pecado´ nunca en alguna de esas direcciones: los egos de los músicos suelen no conocer límites . A mí me parece que todo esto además de lógico y comprensible está bien y se debe aceptar con naturalidad y un cierto convencimiento: no hay que ponerse tiesos. Pero la música clásica es lo que es, y cambiarla para llegar a más gente casi siempre lleva a errores de bulto que suelen acabar revolviéndose contra los propios intérpretes, contra sus intereses. Por eso creo que, como en tantas cosas en la vida, lo mejor es probarlo todo, pero con una ´pequeña´ condición: hacer bien lo que se haya de hacer en cada lugar y en cada circunstancia. Lang Lang, como otros en su día (¿recuerdan a Caruso o a Plácido Domingo cantando lo que le echaran?), lo sabe todo al respecto; si tiene que hacer alguna tontería la hace sin pudor, pero cuando toca tocar, toca.
Como en este disco, en el que nos topamos de bruces con el inmenso pianista que es, aunque eso sí, la misma persona que es capaz de seducir a las lectoras de las más pijas e insustanciales revistas de nuestro país. Con el título ´Lang Lang en París´ sale al mercado, acompañado por el correspondiente DVD con la toma en vídeo del concierto (salón de los espejos del Palacio de Versalles), este cedé con obras de Chopin y Tchaikovsky, dos ciclos nada parecidos, el uno muy tocado y conocido, el otro casi una ´rara avis´ en salas de concierto y estudios de grabación. El resultado es, como poco, espectacular. Pero hay más.
Porque si bien lo primero que salta a la vista es eso, espectáculo, es decir, un apabullante bien tocar basado en una técnica absolutamente prodigiosa, todo eso no deja de ser oropel. Lo verdaderamente sustancial es el punto de vista que Lang Lang aporta a la polivalente naturaleza de una música como los Scherzi chopinianos. Con estas cuatro ´pequeñas´ piezas, imponentes ejercicios de una abstracción discursiva cuya escucha nos suele llevar casi siempre a un estado de incertidumbre emocional al menos extraño, se han hecho barbaridades. Unas veces el insistir en su espíritu romántico (¿), otras en su dialéctica pianística, casi siempre acaban convirtiéndose en música para la ensoñación. Sin embargo, hay estudiosos e intérpretes que han querido ver en ellas una de las músicas más demoníacas y extrañas de su autor, en lo que estoy en absoluto acuerdo. Y Lang Lang también parece compartir ese diagnóstico, pues con su extrema interpretación las convierte, una a una, en verdaderos alegatos a favor de la locura; en un discurso feroz y visionario. Para ello utiliza el camino más sencillo, el de la dualidad y el contraste entre las secciones. Claro, esto, dicho así, parece encerrar evidencia y obviedad, pero no, pues estamos cansados de escuchar intentos como este que al final solo quedan en panfletos o en exhibicionismos sobre la dura tecla. La lógica interna y el orden acaban imperando en el discurso de Lang Lang en estas interpretaciones, aunque sea una la lógica de fuerzas disparadas y máximas, tanto en las dinámicas fuertes como en las débiles, y un orden que más tiene que ver con la cosmología que con la matemática. Con todo, este es un Chopin cuya más destacada capacidad resulta ser la de tener fuerza para seguir mirando hacia delante, tras un pasado en el que parecía que los más grandes pianistas ya lo habían dicho todo. No es así.
Otro gesto de seriedad de esta ´versión de Lang Lang´ en este disco es la elección de Las Estaciones, de Tchaikovsky. Porque se trata de una obra que contiene muchísima buena música, pero que no goza del favor del gran público. Repaso mi discoteca y veo que solo tengo dos interpretaciones interesantes, las de Vladimir Ashkenazy y Viktoria Postnikova. Por supuesto, las he repasado, y ninguna de las dos llega a los resultados que Lang Lang consigue en esta grabación, recuérdese, de un concierto en vivo. ¿Por qué? Pues otra vez, aunque con otras razones musicales, por llevar al extremo las cosas. La pieza de Tchaikovsky quizá no sea un prodigio de regularidad, pero tiene partes de un gran recorrido lírico, y las secciones más, digamos, épicas están pensadas para que el piano alcance una brillantez casi orquestal. Hay mucho de bravura en ellas, a la par que mucho amor en las más recogidas. Nada nuevo en Tchaikovsky, al que Lang Lang, en ese sentido es de una fidelidad indiscutible.
En resumen, un disco que muestra la buena cara de Lang Lang; la de un músico de enjundia y un pianista excepcional. El disco va a estar en las tiendas el día 9 de octubre. Recomendación máxima. Pedro González Mira
LANG LANG EN PARÍS. Obras de Chopin y Tchaikovsky. Sony.
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