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Por Publicado el: 19/05/2017Categorías: Recomendación

Ópera del absurdo

Ópera del absurdo

Suceda lo que suceda en las representaciones de esta El gallo de oro, de Nikolai Rimsky-Korsakov, una producción conjunta del Teatro Real con el Teatro de la Moneda, de Bruselas, hay ya que felicitar a estos teatros por la sola idea de llevar a escena esta auténtica maravilla, sin duda la mejor y más interesante ópera de su autor, cuya obra lírica, no muy conocida y –menos- representada en los teatros occidentales, llega fraccionada y no demasiado bien escogida. Piezas como  Sadko.  Mozart y Salieri (que es acaba de ver en Madrid en la Fundación Juan March) o La leyenda de la ciudad invisible de Kiteg tienen menos presencia, frente a la que pasa por ser su obra maestra, El gallo de oro, que no solo es la más ambiciosa de todas las que escribió el autor de La gran Pascua rusa, sino la más difícil en todos los aspectos, entre los que no es el menos importante su imposible resolución vocal. Quizá no tanto escénica, aunque también.

El gallo de oro está construida sobre un poema de Pushkin, con el que Vladimir Belsky, colaborador habitual de Rinsky, escribió el libreto para la ópera. Sobre una sencilla historia de personajes aparentemente entrañables los autores elaboran una gran alegoría sobre el poder y su ejercicio, la ambición y la guerra. Y para ello establecen dos niveles, los de la fantasía y la realidad,  que confrontan a través de las músicas que los representan: orientalismo de las melodías y los cromatismos,  y motivos conductores diatónicos para, respectivamente, los personajes de la reina y el astrólogo, por una parte, y el zar Dodón, por otra. Este es el desarrollo musical del relato que protagoniza un grotesco zar, que teme ver invadido su país por su vecino (gobernado por una bellísima reina, la zarina) y pide consejo a su astrólogo para evitarlo.  Peregrina idea que le lleva a plantear una guerra, dirigida por sus hijos, y que acaba perdiendo por la ineptitud de los mismos. Tras la alegoría, ahí está Rimsky para regalarnos una de sus músicas más negras y de más amargo subtexto, amén de, seguramente,  su obra más reivindicativa desde el punto de vista político; no en vano el autor estuvo más de dos años para convencer a la censura. La pieza, así,  no llegó a representarse en vida de Rimski; se estrenó el 24 de septiembre de 1909, un año después de su muerte. Faltaba menos de una década para que estallara la Revolución de Octubre y el ambiente político en la vieja Rusia no era el mejor tras los desastrosos resultados de la guerra con Japón. De manera que el bueno de Rimski se lo tomó con buen humor (negro, muy distorsionado, a veces estrambótico) y escribió música para una ópera en la que todo debía escucharse al derecho pero interpretarse al revés.

 

La versión escénica de Laurent Pelly incide en la dicotomía pueblo-poder, a través de símbolos físicos (una gran roca y una enorme y lujosa cama), protagonistas de un espacio dominado por lo onírico y el absurdo. El coro y los cantantes han de moverse en ese contexto, distanciado y proclive  a la distorsión, pero defendiendo unos modelos vocales y actorales de gran enjundia clásica. El papel de la zarina de Shemajá es para una soprano lírico-ligera  que despliega todo lo desplegable: terriblemente duro. Aunque tampoco le queda atrás el de Dodón, para un bajo de mucha fuerza, volumen y extensión, y una capacidad teatral inmensa, pues ha de pasar con facilidad de lo serio a lo cómico. Su aliado, el Astrólogo, es un tenor  de agudísima escritura, que las pasa ´canutas´ casi todo el tiempo. Y vaya, si estos roles principales son tremendos, los secundarios son todo lo que ustedes quieran menos eso, secundarios. Así como el coro, con importante papel, aunque quizá no llegue a la exigencia de las prestaciones orquestales, al nivel del mejor  Rimsky sinfónico.

Para salvar esta complicada papeleta el Teatro Real cuenta con un equipo de voces autóctonas cuya solvencia es muy probable que sorprendan al personal. E Ivor Bolton habrá de estar fino para poner el necesario orden. Con que lo esté tanto como en sus últimos Haendel y Britten, más que suficiente.  Pedro González Mira

 

RIMSKY-KORSAKOV: El gallo de oro. Dmitry Ulyanov (Alexey Tikhomirov), Sergei Skorokhodov (Boris Rudak), Alexey Lavrov ( Iurii Samoilvov), Alexander  Vinogradov, Olesya Petrova, Agnes Zwierko, Alexander Kravets, Barry Banks, Venera Gimadieva, Nina Minasyan. Sara Banks. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dir.: Ivor Bolton. Director de escena: Laurent Pelly. 25 y 31 de mayo, 20.00. 28 de junio, 18.00. Entre 82 y 364 (día 25); entrte 65 y 204 €. (resto)

 

 

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