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Muti no da la talla
Festival de Bayreuth: El ocaso de una era
Por Publicado el: 04/08/2006Categorías: Crítica

“Cosi fan tutte” en el Festival de Salzburgo
Así se hace ópera hoy día
“Cosí fan tutte” de Mozart. A.M.Martínez, S.Kosch, S.Degoult, S.Mathey, H.Donath, T.Allen. Konzertvereinigung Wiener Staatsopernchor y Wiener Philharmoniker. U. Y K.Herrmann, dirección escénica. M.Honeck, dirección musical. Grosses Festspielhause. Salzburgo, 3 de agosto.
Cuando un festival programa en un mes, nada más y nada menos, que las veintidós óperas de Mozart, tiene obligatoriamente que recurrir a administrar repartos, ya que no hay divos para todo ni siquiera cuando hablamos de Salzburgo, el festival más elitista y que con más medios cuenta. En este “Cosi fan tutte”, de producción vista por vez primera en la Pascua de 2004 con Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín, se ha adoptado el criterio de combinar la madurez de la experiencia con el entusiasmo de la juventud. Don Alfonso y Despina representaron a los primeros. Buena idea, lástima que la madurez sea en el caso de Thomas Allen casi decrépita vejez y que, en vez de cantar su parte, prácticamente la recitase. Quedaban fuera de dudas clase y veteranía, además de saber estar en escena, pero no fue suficiente. Sí en cambio Helen Donath, soprano muy ligada al festival desde una lejanísima Pamina en1967. Ella sí dio aún la talla. Simplemente estupenda. El reparto de los cuatro jóvenes enamorados presentó homogeneidad y esa forma de hacer hoy Mozart un tanto a la inglesa. Es decir, sin por ejemplo las grandes Schwarzkopf -fallecida anteayer. Que descanse en paz- y Ludwig o ni siquiera las Kozená y Bartoli del citado 2004, pero si con voces muy correctas y una intensa acción escénica. Ana María Martínez, Sophie Koch, Stéphane Degout y Shawn Mathey compusieron un dignísimo cuarteto, si bien en el segundo aria del tenor Ferrando se pusieron de manifiesto los inconvenientes de este tipo de solución canora, con frases un tanto ahogadas. El director local Manfred Honeck sorprendió con su buen sentido mozartiano y la Filarmónica de Viena, con su aterciopelada cuerda, no dejó de ser quien es.
Este “Cosi” representa muy bien la forma de hacer ópera en nuestros días, con sus altos y bajos. Los Herrmann plantean puro teatro desde la obertura, a telón abierto, con una escuela que no sólo lo es de amantes, sino también de paddle y esgrima. Resolvieron, lo que no es poco, el enorme problema de contar con el escenario de mayor embocadura del mundo para una ópera casi camerística. Hay grandes aciertos y también absurdos. No puede ser de otra forma en este tipo de soluciones pero, ante todo, la propuesta reúne vida y una gran belleza en la simple y casi minimalista escenografía. Casi no hay nada sobre el escenario, tan solo un pianoforte y un pedrusco, con una pantalla trasera en la que se proyecta un bosque, un mar o simplemente se ilumina con tonos azules y violetas. Iluminación, vestuario, sensibilidad e inteligencia aportan el resto. Gonzalo Alonso

Salzburgo, el festival del glamour
Ya no hay tantos esmóquines en Salzburgo como en Bayreuth, pero sí mucho más glamour. A Bayreuth acude el wagneriano de pro y por ello no suelen verse rostros famosos de fuera del mundo del arte, salvo los consabidos políticos del día de la inauguración. En la forma de llevar el esmoquin en Bayreuth se trasluce un cierto provincianismo que en Salzburgo es clase. Pero claro, sólo un auténtico amante de la música que escucha puede sentarse cinco horas sin mover un músculo, sin toser, sin móviles… y, si llega el caso, a más de treinta grados. Salzburgo es otra cosa, empezando por los 350 euros que cuesta una buena butaca, casi el triple que en Bayreuth. Se viene a ver, pero también a dejarse ver. Hay que estar, sin tener que hacer ningún gran sacrificio, y hay que poder contarlo.
De ahí que casi todo se aplauda, ¿cómo no tras pagar una fortuna? Estos financieros no podrían admitir haber realizado una mala inversión. Esto es aún más patente si se trata de una primera figura. La Netrebko es más que Susana en “Las bodas de Fígaro” y no hay forma de conseguir una entrada.
Por lo demás, el público no es sino un reflejo de la sociedad más potentada de nuestros días. Hace décadas era frecuente ver al señor maduro con la compañía de una jovencita bien puesta y más tarde lo fue el mismo estereotipo de señor maduro pero con joven compañía masculina. Ahora se lleva la señora en el entorno de los cincuenta años acompañada de caballeros muy apañados de treinta y tantos. Y, todo ello, la verdad, no queda mal en una ópera que refleja una escuela de amantes. Lástima que a Mozart y Da Ponte no les quedase tiempo para contarnos, en una segunda entrega, lo que habría pasado con Fiordiligi, Dorabella, Ferrando y Guglielmo tras quince años de matrimonio. Pero, acaso, ¿no se lo imaginan ustedes, dados lo antecedentes? G.A.

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