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Por Publicado el: 10/05/2018Categorías: Noticias

La Orquesta Metropolitana y el Coro Talía se despiden con música francesa

Coro Talía, por J. Robles

La Orquesta Metropolitana de Madrid y el Coro Talía, junto a su directora titular Silvia Sanz Torre, cierran su temporada de abono con un concierto dedicado a la música francesa titulado Fauré y Ravel. La cita es el sábado 19 de mayo en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional.

La primera parte del concierto estará dedicada al “Réquiem en re menor” de Gabriel Fauré, en el que participan como solistas la soprano Paloma Friedhoff y y el barítono Fabio Barrutia, bajo la dirección de Silvia Sanz Torre. Esta misa de réquiem es una de las más hermosas del género y se encuentra entre las favoritas del público. Según explicó el propio músico, no fue fruto de un encargo, sino que lo compuso por el propio placer de hacerlo. La obra se estrenó en Iglesia de la Madeleine de París en 1888 y destaca especialmente por su espiritualidad y atmósfera serena. De hecho hubo quien lo definió como una “canción de cuna” dedicada a la muerte.

Un carácter distinto tendrá la segunda parte del concierto, en la que la Orquesta Metropolitana interpretará dos obras inspiradas en ritmos y danzas españolas. La primera de ellas es la rapsodia para orquesta “España” (1883), obra que dio fama a Chabrier. La compuso después de un viaje de seis meses por España que le permitió conocer e investigar la música popular de diferentes regiones, y aunque primero era para piano, enseguida se dio cuenta de que necesitaría una brillante orquestación en la que utilizar todos los recursos posibles.

La segunda es el famoso “Bolero” de Ravel. Compuso la obra en 1928 y el estreno tuvo lugar ese mismo año en la Ópera Garnier con enorme éxito. Se trata de un movimiento orquestal inspirado en la danza española que da nombre a la obra. Con un tempo y ritmo invariables, la misma melodía se repite una y otra vez de manera obsesiva. La única variación reside en los colores orquestales, resultado de las distintas combinaciones instrumentales, y en el crescendo continuado que recorre toda la pieza hasta terminar en un final atronador. Aunque Ravel explicó que solo había pretendido hacer un estudio de orquestación, se trata de una obra de gran originalidad.

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