El Escorial, gestión privatizada
Gestión privatizada
Se cumplió lo que nunca se previó cuando se proyectó el Teatro del Escorial y sin embargo lo que sí se previó tras el cambio de equipo en la Comunidad de Madrid. Este mes de noviembre ha quedado privatizada la gestión del complejo de más de veinticinco mil metros cuadrados con dos salas, una para mil cien espectadores y otra para cerca de trescientos, con un coste superior a los diez mil millones de las antiguas pesetas. Apenas ha sido gestionado durante un mes por la propia Comunidad, que diseñó un festival muy brillante para el poco tiempo del que se dispuso.
En agosto se dieron a conocer las bases del concurso de privatización, se presentaron candidaturas hasta finales de septiembre y un mes después se produjo el fallo, facilitado al existir un solo candidato. Por el camino se habían quedado distintos pretendientes. Así el grupo formado por Juan Cambreleng, exgerente del Real y Alfonso Carraté, director de la revista Melómanos, que tiraron la toalla. Jose´ Luis Moreno, a través de su empresa Miramón Mendi y asesorado por Pino Cuccia (exasesor artístico de la Maestranza sevillana), llegó a presentarse pero, por un fallo en la redacción de la oferta económica, fue desechada la oferta como “baja temeraria”. Lástima, porque la programación que presentaba reunía atractivo.
Al final quedó sólo la ute encabezada por Gererdo Días Ferrán, dueño de Marsans y presidente de la Confederación de Empresarios Independientes de Madrid. Su directora gerente será Silvia Modia, hasta ahora responsable del Auditorio de Santiago, el director técnico Alberto Alonso, que lo fuera del Real. El comité artístico lo integran el empresario teatral Enrique Cornejo, Jose María Prat de Ibercámera, Diego Martínez del Festival de Úbeda y Alfonso Estrella, del de Aranjuez. La verdad es que no se sabe si darles la enhorabuena o el pésame, dada la enorme complejidad del asunto.
Y es que su gestión no puede triunfar sólo a base de simples programaciones, sino respondiendo al ambicioso y mucho más amplio proyecto que acompañaba a su construcción. Los interrogantes abiertos no son pocos. La concesión es sólo por dos años. Según es este mercado, ¿acaso no debería estarse programando para, al menos, dentro de tres?. Y si el público no acude y los números fallan, ¿acaso no sería el mantenimiento del teatro lo primero en sufrir? Los riesgos son muchos y la CAM puede haber perdido la oportunidad de liderar un proyecto emblemático para la región.
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