Critica: Carmina Burana a toda presión
CARMINA BURANA A TODA PRESIÓN
Carl Orff: “Carmina Burana”. Iliana Machado, soprano, Agustín Gómez, tenor, Thomas Mohr, tenor. Coros participativos Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional, 30 de octubre de 2018.
En este concierto extraordinario se hacía llamada a la participación de hasta catorce coros aficionados, que han colaborado, en un número superior a los doscientos cantores, interviniendo en las partes más masivas y robustas y afirmativas de la archiconocida composición de Orff. La mano diestra y segura de Víctor Pablo Pérez, titular de las formaciones comunitarias, ha llevado todo, orillando algunos lógicos desajustes, a buen puerto. Los pentagramas del creador alemán, pétreos, isorrítmicos, plagados de “ostinati”, repetitivos y envueltos a veces en cristalinas melodías y sonoridades ora angélicas, ora cargadas de rotunda sensualidad, recibieron un tratamiento bien logrado en lo rítmico, adecuadamente planificado en lo instrumental y poderosamente proyectado en lo coral.
El famoso”O fortuna”, que prácticamente abre y cierra la cantata, se nos ha ofrecido en toda su dimensión, con una sobrecarga de decibelios impresionante; también con una lógica falta de empaste. Ahí y en otros instantes (“Ecce gratum”) lo masivo se ha impuesto, como era de esperar; aunque no pueda negarse que algunos de los pasajes más líricos y etéreos, con las fuerzas más reducidas, han tenido una muy notable y aseada reproducción. Así, “Floret silva nobilis”, envuelto en muy exquisitas volutas. El pequeño lied rítmico del final del nº 22, “Oh, oh, oh, totus floreo”, vino revestido de la gracia naïf deseada.
El aire más orgiástico se pudo advertir sin problemas en el nº 9, “Swaz hie gat umbe” y en otros instantes, en los que la gran masa coral actuó a toda presión. Cantidad antes que calidad, pero de efectos muy directos y contundentes. Naturalmente, el Coro de la Comunidad se apropió de los pasajes más refinados y de afinación más problemática. Y lo hizo muy bien. Como lo hicieron desde el piano Karina Azizova y José Segovia; y también, en general, la Orquesta, con solos muy destacados de la madera y respuesta certera y vigorosa de los metales, por ejemplo, en las fanfarrias de “Were diu werlt alle min”.
Los solistas cumplieron. La soprano, Iliana Machado, ligera de timbre, mostró buen gusto, finura, por un lado, y escaso volumen y cierta destemplanza, con vibrato acusado en el agudo, por otro. El tenor Agustín Gómez cantó bien en falsete, como hace la mayoría –aunque debería hacerse a media voz- la elevadísima tesitura del cisne a la brasa. La novedad fue que la parte de barítono, la más variada y extensa, fue cantada por un tenor, bien que un tenor tirando a baritonal como Thomas Mohr. Buen impulso, energía, decisión, notable y variada expresión, tanto para el jolgorio de “In taberna”, como para falsetear en el canto de imploración a la amante de “Dies, nox et Omnia”. Virtudes que no pudieron superar las carencias: falta de graves, de robustez en el centro, de metal aguerrido y de carácter. Parece ser una parte para un barítono auténtico; y él es, como se dice, un tenor. Arturo Reverter
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