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Critica: “Dele caña, despáchese a gusto”
Critica: buen "Così" con un reparto irregular
Por Publicado el: 05/12/2018Categorías: En vivo

Crítica: sorprendente y desconocido Giménez

Óliver Díaz dirige María del Pilar

SORPRENDENTE Y DESCONOCIDO GIMÉNEZ

Giménez: “María del Pilar” (versión concertante). Carmen Solís, Iwona Sobotka, Marina Rodíguez-Cusí, Andeka Gorrotxategi, Rubén Amoretti, Damián del Castillo, David Sánchez, Jorge Rodríguez Norton, Mario Gas. Coro y Orquesta del Teatro de la Zarzuela. Director: Oliver Díaz. Madrid, 2 de diciembre de 2018.

Feliz iniciativa la de la dirección del Teatro de recuperar este olvidado título de Gerónimo Giménez, que se estrenara el 17 de diciembre de 1902. Cada uno de los dieciséis números musicales que alberga la partitura –magníficamente revisada y editada por Juan de Udaeta a cuenta de la SGAE- tiene su interés, como bien resalta en sus autorizadas notas María Encina Cortizo (“María del Pliar, zarzuela grande de aliento operístico”), en las que destaca la exquisitez de la línea vocal en las romanzas, el cuidado trabajo de los acompañamientos, la creación de células melódicas y contramotivos.

La adaptación de María Velasco elimina diálogos y crea la figura de un narrador (Almendrita, uno de los personajes, en su socarrona vejez), papel  desempeñado estupendamente por Mario Gas, matizado, elocuente, expresivo y sobrio. No hay espacio aquí ni siquiera para resumir las bellezas y logros de la obra, es verdad que provista de una estética un tanto periclitada para su época, en la estela del preverismo de un Ponchielli pongamos por caso, particularmente en el espléndido y extenso concertante que cierra el primero de los tres actos.

Entre los muchos temas que pululan a lo largo de la zarzuela, hay uno melódico y recurrente (el “de la Pasión”, como define Cortizo) que aparece, como es lógico, en momentos estratégicos y que se relaciona con el personaje de María del Pilar. Está también en el hermoso “Preludio” del tercer acto. Ya la Introducción con coro de la obra nos da la pauta de la calidad de la música. La frase lírica del oboe que anuncia a la joven y que nace de un recitado abre un terceto que inicia un curso imparable de acontecimientos dramáticos, eso sí de escaso relieve literario. Los pentagramas están muy por encima. Como los que ofrece el dúo entre Esperanza y Rafael, con un canto muy encendido (“Felicidad en que soñé”).

Los aires populares surgen en la “Jota” (nº 7) con coro o en el zapateado del terceto (nº 8) y el coro final, pero Giménez no abusa de ellos, como en otras zarzuelas famosas salidas anteriormente de su mano (“La boda de Luis Alonso”, “La Tempranica”) y se centra en líneas más abstractas y en una orquestación de altos vuelos, con solos muy inspirados. Destaquemos, aparte lo ya expuesto, las romanzas de Rafael (“¡Buscando el reposo!”, nº 9), el dúo Valentín/Marcelino (nº 10), con hábiles contrapuntos, el citado “Preludio” del acto tercero, el “Cuarteto nº 14”, que contrapone lo serio y lo cómico, o la notable Romanza de Valentín, de corte dramático, casi fúnebre (nº 15, cantada soberanamente por Amoretti).

Díaz gobernó la nave con autoridad, con resuelto y elegante gesto, cantó con las voces, concertó con eficacia, sin que pudiera impedir desajustes en la entrada inicial del coro y ciertas colas en el “Finale” del acto I. Las dos sopranos, Solís y Isobotka, aquella más amplia, sensual y segura, ésta más clara y juvenil, ligeramente destempladilla, estuvieron valientes, no siempre audibles y con defectos de pronunciación. Gorrotxategi mostró la calidad de su timbre de tenor lírico con reflejos de “spinto”, estuvo aguerrido y resuelto en una zona aguda endiablada (con repetidos ascensos al la y si 3) y frases matadoras por encima del pasaje. Le falta una proyección más franca, más libre, menos “cupa”. Rotundo, oscuro, contundente Amoretti. Expresivo y muy solvente, de emisión muy redonda y de metal algo mate, Del Castillo. Los restantes colaboraron a buena altura. Arturo Reverter

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