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De la fama al arte
El sueño dorado de la voz más pura
Por Publicado el: 20/02/2007Categorías: Crítica

Frittoli, programa absurdo

Grandes Voces en el Real
Frittoli, programa absurdo
Obras de Mozart, beethoven y Martucci. Barabara Fritoli, soprano. Orquesta Titular del Teatro Real. Mauricio Benini, director. Teatro Real, 19 de febrero.
Lo que el público espera y paga – 67 €, que no es poco- cuando va a un concierto en el Real de un ciclo titulado “Grandes Voces” es un programa en el que una de esas “grandes voces” pueda lucirse, dando lo mejor de sí misma. Es justo lo que no ha obtenido en el concierto aquí comentado de Barbara Fritoli. A lo que no va es a escuchar un concierto orquestal poco trabajado en el que un artista casi acompaña. Eso es lo que ha obtenido. Ya sabemos que la orquesta del teatro está muy ocupada y que no se ensaya para estos conciertos lo que, por poner un ejemplo, ensaya la ONE para cualquiera de su temporada. Se sabe y se admite porque se trata de “acompañar”. Pero la cosa queda un tanto pobre cuando el programa se conforma con un par de arias de concierto de Mozart, el “Ah! Perfido” beethoveniano y siete breves canciones del decadente y postromántico Giuseppe Martucci (1856-1909), escritas inicialmente para piano y orquestadas más tarde por el autor y es aún peor cuando se intercalan, mal tocadas, la “Serenata K.239” y las oberturas de “Idomeneo” y “Egmont”.
Barbara Fritoli posee una voz bonita y homogénea, características que acompañadas a un caudal suficiente, que no apabullante, la hubieran convertido hace treinta o cuarenta años en intérprete ideal para Mozart. Sin embargo ahora voces así cantan “Don Carlo”, “Otello” o “Baile de máscaras” y este repertorio repercute en la pureza de línea mozartiana. Frittoli se apoyó musical y físicamente en un atril con partitura para cantar con enorme academicismo las páginas de Mozart y Beethoven y hasta con un punto de inseguridad en la primera de ellas, con un piano añadido a la orquesta que sonaba más que ésta. La misma falta de comunicación se apreció en las “Canzone dei ricordi” de Martucci, páginas que suenan a muchas otras. Los aplausos fueron tan comedidos que casi no la permitieron volver a salir a saludar tras cada interpretación. Cantó una propina de “Adriana Lecouvreur” y arrancó los bravos de un público que es lo que había esperado toda la noche. Y eso que la versión no pasó de correcta.
Pero sólo hubo una y los comentarios hablaban de aburrimiento. Para mí, una contratación absolutamente desaprovechada por falta de criterio al admitir la sugerencia de un programa descabellado. Gonzalo ALONSO

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