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Por Publicado el: 15/02/2019Categorías: En vivo

Crítica: Trío Iturbi, en el Olimpo

trio-iturbi

Trío Iturbi

CICLO “CAMBRA AL PALAU”

Trío Iturbi (Fernando Pascual, violín; Jorge Fanjul, violonchelo; Òscar Oliver, piano). Obras de Beethoven (Trío en Re mayor, opus 71 número 1, “De los espíritus”), Shostakóvich (Trío en do menor opus 8) y Turina (Trío con piano número 2, en si menor, opus 76). Lugar: Palau de la Música (Sala Joaquín Rodrigo). Entra­da: Alre­de­dor de 250 perso­nas. Fe­cha: Domingo, 10 febrero 2019.

Inolvidable concierto de cámara el protagonizado el domingo por el muy creciente Trío Iturbi en la Sala Rodrigo del Palau de la Música. Conformado hace apenas cuatro años por tres comprometidos instrumentistas valencianos, su imparable evolución ha cuajado en una actuación cuyas calidades técnicas y artísticas sobrevolaron la rutina y la corrección para establecerse en el olimpo de los conjuntos camerísticos. Un trío estupendamente conjuntado y calibrado, dúctil y palpitante, que ciñe y adapta sus cuidadas interpretaciones a las características acústicas y estilísticas de cada obra y época. Revelador y significativo el detalle de interpretar Beethoven con la tapa del piano medio bajada, para luego abrirla completamente en las músicas futuras de Turina y Shostakóvich.

Los tres integrantes del Trío Iturbi funden sus individualidades virtuosas para integrarlas en un único sentir y palpitar. Tres instrumentos, tres instrumentistas que se abrazan y funden para devenir en sola unidad expresiva y un solo instrumento. Únicamente así se alcanza el nivel de excelencia expresiva e interpretativa con el que se escuchó, sintió y disfrutó el nada sencillo Trío de los espíritus de Beethoven que abrió el programa. El pulso, nervio y vehemencia característicos del periodo medio del creador de la Novena sinfonía se impusieron con tanta intensidad como naturalidad y equilibrio en una versión de penetrante calado artístico, que se hizo lírica y efusiva en la angulosa cantinela sobre la que se basa el muy expresivo y lento segundo movimiento.

El concierto, inscrito en el imprescindible y fundamental ciclo de cámara  oportunamente recuperado por el Palau de la Música tras varios años de inactividad en este ámbito esencial, se completó con dos obras de muy inferior calidad. Resulta paradójico que en un programa que lleva por título “Beethoven y la modernidad” la obra más “moderna” y rompedora sea el trío compuesto por el Sordo de Bonn en 1808.  Ni el temprano y nada shostakovichiano Trío opus 8 que completa Shostakóvich en 1923 bajo el influjo poderoso de la Segunda Escuela de Viena y de sus referencias expresionistas, y menos aún el Segundo trío del sevillano Joaquín Turina -un conflictivo gazpacho de 1933 a base de influencias franckianas, faurerianas y d’indyanas, con pretensiones debussystas y condimentado con la característica vena andalucista y castiza de su creador- son equiparables a la magistral obra beethoveniana.

De ahí que, tras el prodigio del Trío de Beethoven, los dos escuchados en la segunda parte quedaran muy por debajo, empequeñecidos por el impacto revolucionario y siempre novedoso de la música verdaderamente grande. Se vulneró así la norma evidente de cualquier programa: que sus contenidos vayan in crescendo, incrementado así el interés y la atención del oyente. Mucho más razonable hubiera sido ubicar estas dos obras “menores” de Shostakóvich y Turina al inicio del programa, a modo de pórtico telonero de la obra maestra.

En cualquier caso, el Trío Iturbi brindó lecturas de alto voltaje, indagadoras de los rasgos que ya apunta Shostakóvich en este inacabado trío en un solo movimiento compuesto aún en los años mozos del Conservatorio de San Petersburgo, con 17 años y cuando todavía no había encontrado el camino que lo llevó a ser uno de los compositores fundamentales del siglo XX y de la historia de la música, como sí revela su elegiaco segundo trío, escrito en plenitud, en el dramático año de 1944. El Trío Iturbi escuchó al final del concierto bien cosechados bravos y aplausos del público numeroso que refrendó con su presencia el éxito y la necesidad de este ciclo. La actuación fue presentada con palabras obvias e inapropiados gags por Tonino Guitián Badenes. Con tanta palabrería se olvidó de decir lo más importante: que entre movimientos no se aplaude. La música, cuando se hace bien y en un templo como el Palau de la Música, no precisa ninguna verborrea previa. Solo el silencio. Justo Romero

Publicado en el Diario Levante el martes 12 de febrero.

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