“Las Estaciones”, un trabajo cohesionado
Ciclo de Juventudes Musicales
“Las Estaciones”, un trabajo cohesionado
“Las Estaciones” de Haydn. R.Evans, J.Gilchrist, D.Henschel. English Baroque Soloists y Monteverdi Choir. J.E.Gardiner, director. Auditorio Nacional. Madrid, 15 de marzo.
Preciosos y estupendo concierto sobre el papel y en los hechos el último de Juventudes Musicales. Precioso porque lo es la obra programada, “Las Estaciones” de Haydn, y estupendo porque para su ejecución se ha contado con huestes del máximo nivel: tres dignos solistas y buenos conjuntos corales e instrumentales, expertos en la época, bajo la siempre interesante batuta de Gardiner.
Este oratorio de Haydn no ha alcanzado ni la valoración ni la popularidad de su previa “Creación” y quizá haya razones para ello, pues “La Creación” supone una de las cimas de la música de todos los tiempos. Quizá también por su más amplia duración. Sin embargo no es menos cierto que “Las Estaciones” contiene música de gran belleza desde la obertura de la primavera, que lo es en realidad de todo el oratorio, y que describe singularmente el paso a ella desde el invierno. Las otras tres también sitúan el ánimo convenientemente, así la luz del canto al sol en el verano, la alegría de los campesinos ante las perspectivas de una buena cosecha en el otoño o el sombrío recogimiento del invierno. Entre ellas, y por citar sólo dos o tres momentos, el precioso dúo entre tenor y soprano en el otoño, los espectaculares pasajes corales de la cacería o las emotivas alusiones a Mozart. El amigo se pasea por el final del verano y Papageno en el otoño. Son más las citas, fundamentalmente a “La Flauta mágica”, pero también al “Réquiem”, como las propias autocitas a la “Sinfonía Sorpresa”.
La soprano galesa y el tenor inglés James Gilchrist realizaron buenos trabajos partiendo de voces líricas muy bellas y de la típica cuidada línea de canto de los cantantes de aquel país, capaces de matizar y de, en este caso, cantar en toda la gama dinámica. Menor interés tuvo la participación del barítono alemán Dietrich Hensel, principalmente por falta de timbre. Estupendo, como siempre, el coro Monteverdi. Gardiner empleó la disposición de cuarteto para la plantilla orquestal, con peculiares colocaciones para timbales y metales, que favorecieron una cierta espectacularidad en pasajes como el de la cacería, donde las cuatro trompas y los tres trombones afrontaron con solvencia las muchas dificultades. Un trabajo cohesionado y precioso de los que satisfacen y relajan la crispación diaria. Gonzalo Alonso
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