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Por Publicado el: 25/05/2019Categorías: En vivo

Crítica: del Shostakóvich más intenso

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El Cuarteto Casals y Alexei Volodin

DEL SHOSTAKOVICH MÁS INTENSO      

Obras de Shostakovich. Alexei Volodin, piano. Cuarteto Casals. Liceo de Cámara. Auditorio Nacional, Madrid, 21 de mayo de 2019.

El concierto empezó con buen pie ya que pudimos escuchar como pórtico una delicada interpretación de las “Dos piezas para cuarteto de cuerda” de 1931: “Elegyy “Polka. Allegretto”, en las que los cuatro instrumentistas estuvieron tan certeros como intencionados. Rasgos que adornaron desde el comienzo la negra pintura que es el “Cuarteto nº 8 en do menor op. 110” de 1960, un alegato contra la brutalidad, la inhumanidad y la crueldad.

El perpetuum mobile inicial, confiado al primer violín, una danza auténticamente salvaje, paroxística, que tuvo ideal correspondencia en una interpretación soberana, introspectiva, meditativa y concentrada, aunque tocada de un subterráneo y terrible salvajismo. Los arcos del Casals llevaban auténtica dinamita, que pudo apreciarse también el sardónico vals que le sigue. El toque fúnebre, desolado apareció en los dos últimos movimientos sendos “Largos”, el primero, iniciado por secos y dramáticos acordes, que busca ecos del Dies irae, el segundo, todavía más triste y amargo, con ecos de partituras anteriores del compositor.

La tensión se liberó al final, tras un ígneo ascenso, en los postreros compases “morendo”, que nos dejaban un extraño regusto y nos preparaban para afrontar en la segunda parte el robusto “Quinteto con piano op. 57” de 1940, ciclópeo y monumental, sinfónico y poderoso, con un piano a veces demoledor que rompe en la introducción anunciando concisamente el material temático que va desarrollarse de inmediato. Un solo de viola, tocado magníficamente por Jonathan Brown, nos puso rápidamente en situación y nos colocó para acometer los pasajes fugados que conducen al final.

De nuevo un movimiento de fuga para vertebrar el Adagio subsiguiente, que va tomando cuerpo con la entrada lenta y sucesiva de los cuerdas para alcanzar enseguida la buscada plenitud contrapuntística. Nos esperaba a continuación esa especie de virulenta canción infantil del “Scherzo”, acometida por los cinco músicos con un ímpetu casi furioso, que no hizo perder en ningún momento los rasgos danzables del fragmento. Abel Tomás, desde el primer atril, nos encandiló luego en el “Intermezzo” con su suave canto lírico sobre “pizzicati” evanescentes, que dio pie a un lento e implacable ascenso de los cinco instrumentos a toda presión. La zona más aguda del piano nos recibió con un toque de inusitada brilllantez para acometer el “Allegretto” postrero. Shostakovich determinó que la música se acabara en un suspiro y quedara flotando en el aire. Efecto sobradamente conseguido por los Casals y Volodin en una interpretación que redondeó un magnífico concierto y que puso fin al Liceo de Cámara de esta temporada. No hubo bis: bien. Arturo Reverter

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