CON MIGUEL HERNÁNDEZ COMO DIVISA
CON MIGUEL HERNÁNDEZ COMO DIVISA
Festival Internacional de Música de Alicante
V. GARCIA: El rayo que no cesa, Sordas insignias de la sombra, Hijo de la luz y de la ira. Josep Puchades (viola). José Antonio López (barítono). Orquesta Juvenil de la Comunidad Valenciana. Director: Manuel Galduf. Teatro Principal, Alicante, 15 de septiembre de 2010.
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“Nos inspiraba el mar” es el lema de edición número 26 del festival de Alicante, que sigue siendo, entre nosotros, el gran escaparate de la nueva música española e internacional. Si un día el fundador de la muestra, Tomás Marco, se vio obligado a concentrarse en el ciclo alicantino, dejando la dirección del Centro para la difusión de la Música Contemporánea, eso mismo hará a partir del 30 de septiembre Jorge Fernández Guerra, responsable de CDMC y festival durante la última década, y que ahora se dedicará en exclusiva al certamen levantino. El músico madrileño ha planteado a buena parte de los compositores concitados para esta edición un reto temático: la vinculación de sus obras con Miguel Hernández, el poeta cuyo centenario se conmemora. El envite lo ha saldado con creces el creador protagonista absoluto de la inauguración, Voro García (Sueca, 1970), que en dos de sus piezas tenía a Hernández como punto de referencia.
El trío para percusión El rayo que no cesa no emplea directamente versos del poeta de Orihuela, que sólo figuran anotados entre las secciones de la partitura. Se trata una página endiablada, un verdadero “show” para los tres instrumentistas, cuya cita es obligada: Carles Salvador, Joaquín Gómez y Salvador Rives. La segunda obra del denso programa miraba a otro poeta, más cercano a nosotros, José Ángel Valente (Sordas insignias de la sombra), y es que el compositor se reconoce creciente deudor de inspiraciones literarias, que en esta pieza se encarnan en un coloquio orquestal con una preeminente parte para viola solista –el hiper- diestro Josep Puchades-, pero que no puede, en puridad, considerarse un concierto para tal instrumento: aquí, de la mano de Valente, surge el Voro García más oscuro y reflexivo, aunque el autor no baja un ápice el listón a la hora de escribir con un virtuosismo arduo para los ejecutantes. La tercera obra, Hijo de la luz y de la sombra, sí recurre a la palabra del poeta, en un ciclo vocal de cinco secciones cantadas / actuadas / dichas por un músico total, el barítono José Antonio Lópeza, co-dedicatario de la composición. El otro artista citado en esa rúbrica era el héroe categórico de la sesión, el director titular de la magnífica formación juvenil, Manuel Galduf, un gran formador de orquestas e incansable apóstol de la música actual. La solidez técnica de su conjunto, en este nada sencillo monográfico consagrado al actual compositor residente de la orquesta, revalidaba, una vez más, la categoría del trabajo de Galduf. José Luis Pérez de Arteaga
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