Crítica: Salomé en Múnich, ¡Que no estaba muerto, no, no!
SALOME (R. STRAUSS)
Nationaltheater de Munich. 2 Julio 2019.
Guardo un magnífico recuerdo de la última vez que vi esta ópera en Múnich. Fue en el Festival de Julio de 2008 y aquella fue una de las mejores representaciones de Salomé que he visto jamás. Todo funcionó perfectamente, desde una gran dirección musical de Kent Nagano hasta un gran reparto vocal, encabezado por la entonces magnífica Angela Denoke, pasando por una muy buena producción escénica de William Friedkin.
La que ahora nos ocupa solo es comparable a aquella en términos musicales, no en balde hemos contado con la dirección de Kirill Petrenko, quedando ligeramente por debajo en términos vocales y resultando claramente inferior escénicamente.
Para la ocasión Munich ha encargado una nueva producción al polaco Krzysztof Warlikowski, cuyo trabajo me ha hecho recordar con mucha nostalgia el anterior mencionado de Múnich. La producción se desarrolla en lo que parece ser la Europa ocupada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Digo que parece ser, ya que así lo dice el regista en el programa. La escenografía de Malgorzata Szczesniak se desarrolla en la biblioteca-comedor de una familia judía acomodada, es decir Herodes, Herodías y Salomé. La citada biblioteca se abre por el centro del suelo para la escena de la entrada de Jochanaam y para la Danza de los Siete Velos. El vestuario se debe también a Malgorzata Szczesniak y resulta adecuado, con una Salomé vestida de rojo. Correcta la iluminación de Felice Ross.
La dirección escénica de Warlikowski se caracteriza por sus “originalidades”, que uno no llega a comprender. Comenzaré diciendo que la obra se inicia con unos minutos de música grabada, en la que se escucha un fragmento de los Kindertotenliedern de Mahler, que no deja ser un capricho. A partir de ahí, la producción funciona con corrección, más allá del cambio de época que nada aporta, incluyendo una danza bien llevada, en la que los protagonistas son Salomé y un bailarín que representa a la Muerte, resultado la coreografía correcta, siendo obra de Claude Bardouil.
Las peregrinas originalidades de Warlikowski vienen al final de la ópera. Efectivamente, en los compases finales pareciera que llegan los nazis, y los judíos, invitados de Herodes, realizan un suicidio colectivo, tomando un veneno, que les es suministrado por nada menos que Narraboth, quien había muerto hace una hora aproximadamente y allí estaba su supuesto cadáver en escena, junto al Paje de Herodías. Para completar las brillantes ideas de Warlikowski, vuelve a aparecer en escena en los acordes finales Jochanaan vivo coleando y con la cabeza encima de los hombros, sentándose al lado de Herodes. ¡La imaginación al poder! Si el mencionado poder está fuera de la ópera, todos saldremos ganando.
La dirección musical era el gran atractivo de estas representaciones de Salomé, ya que su responsable era nada menos que Kirill Petrenko. Antes decía que guardo un gran recuerdo de la dirección de Kent Nagano en Múnich y la verdad es que la de Petrenko no queda por debajo. Para mí ha sido, sin duda, lo mejor de la representación. Una gran lectura de Salomé, en la que me gustaría resaltar el rendimiento que es capaz de sacar de la Bayerisches Staatsorchester. Es sabido que es una magnífica orquesta, pero a sus órdenes es simplemente excepcional, de lo mejor que uno puede escuchar en un teatro o una sala de conciertos. Ha sido una Salomé excepcional en términos musicales, de las de recordar mucho tiempo.
El personaje de Salomé fue interpretado por la soprano alemana Marlis Petersen, que hizo una excelente interpretación escénica, absolutamente convincente. Vocalmente, estamos ante una Salomé lírica, alejada de lo que muchas veces se ofrece en el personaje con sopranos dramáticas. Está mucho más en la línea de lo que se ofrecía en tiempos de Richard Strauss, pues no hay que olvidar que Salomé no es sino una adolescente. También en términos vocales su actuación es digna de ser destacada, aunque eché en falta una mayor amplitud vocal en toda la escena en la que canta a la supuesta cabeza de Jochanaan. Como bailarina se mueve también con soltura.
Jochanaan fue interpretado por el barítono Wolfgang Koch y su actuación fue buena, aunque vocalmente no está al nivel que ofrecía hace un par de años o tres. Clarea un tanto por la parte de arriba.
Herodes fue interpretado por el tenor de carácter Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, a quien tantas veces hemos visto en el personaje Mime. Su actuación me pareció buena, aunque no sea nada excepcional.
Adecuada también la mezzo soprano Michaela Schuster como Herodías, con voz amplia y bien proyectada.
El tenor Pavol Breslik dio vida a Narraboth, que aquí no es el Jefe de la Guardia, sino un invitado enamorado de Salomé. Vocalmente, me parece un lujo en el personaje. Tiene mérito aguantar una hora tumbado en el escenario sin venir a cuento.
Positiva también la prueba de Rachel Wilson como Paje de Herodías.
Los Judíos y los Nazarenos lo hicieron francamente bien. Los primeros eran Scott MacAllister, Roman Payer, Kristofer Lundin, Kevin Conners y Peter Lobert. Los Nazarenos eran Callum Thorpe y Ulrich Ress. Kristof Klorek y Alexander Milev fueron los supuestos Soldados, mientras que Milan Siljanov fue el Capadocio.
El Teatro había agotado sus localidades. El público dedicó un triunfo a Kirill Petrenko y a Marlis Petersen, aunque hubo aplausos para todos. Al no ser función de estreno, el equipo artístico no salió a saludar y así se libró de los abucheos de la función de estreno.
La representación comenzó con los 5 minutos habituales de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 36 minutos. Doce minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara costaba 163 euros, habiendo butacas de platea desde 91 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 39 euros.
Para quien pueda interesar, el día 6 se retransmite la ópera en directo por Internet y gratis. José M. Irurzun
Fotos: W. Hösl
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