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Por Publicado el: 14/07/2007Categorías: Crítica

Festival de El Escorial: Pires, encorsetada en la intimidad

Festival de El Escorial
Encorsetada en la intimidad
Obras de Schubert y Mehmari. M.J.Pires, R.Castro, B.Garlitsky, R.Müller, B.Sassetti, J.Silveira, Y.Zhislin, P.Caminero, A.Jussen, L.Jussen. Teatro del Escorial, 13 de julio.
A Maria Joao Pires le gusta tocar en la intimidad, con una mesa camilla junto al piano y a media luz. Posiblemente no habría habido tal de haberse celebrado el primer concierto del II Festival de El Escorial en la sala grande, tal y como estaba anunciado. Sin embargo, al venderse sólo poco más de cien localidades de sus mil cien –el resto de las ocupadas correspondían a los cortes de invitaciones de la Comunidad de Madrid y Caja Duero- se trasladó el acto a la sala pequeña, quedando aún así libre parte de su aforo de menos de trescientas plazas. Significativo comienzo que no precisa comentario adicional alguno.
A Pires, como a Argerich, les gusta compartir responsabilidades con compañeros y alumnos, lanzándose este verano a espectáculos musicales variopintos. La portuguesa intenta eliminar la rémora de todos los recitales con muchas piezas: las entradas y salidas de artistas y los aplausos. El grupo Arts Impressions ha diseñado tres “Schubertiades” en las que se suprime lo mencionado y se configuran como objetivos “la presencia del humanismo, el sentido de la fraternidad y la intimidad que surge al escuchar Schubert” y se provoque “una reacción química inesperada con la que salir transformados”. Pienso que no se consigue, que cae en un nuevo corsé de silencios innecesarios y de acciones paralelas que distraen. Está bien que los colegas y alumnos se hallen presentes mientras unos y otros tocan o cantan, pero ¿qué sentido tiene que jueguen a la pelota mientras Pires y Garlitsky interpretan una sonatina? Si el concepto no está logrado, tampoco su larga duración, con tres pausas, es adecuada. Y este último extremo conviene sea anunciado en los programas de mano.
Ya volviendo a lo convencional, dio gusto escuchar a Maria Joao Pires en la “Sonata para piano D.664” y en la forma que acompañó al conocido tenor Rufus Müller, habitual en los repertorios de Jacobs, Gardiner o Norrington, a la muy discreta Jussara Silveira, cantando lieder schubertianos en portugués pasados por Brasil, o tocando a cuatro manos con el impetuoso y gris Ricardo Castro. Mención especial para los jovencitos Jussen en sendos “impromptus”. El “Viagem de Verao” de Mehmari y las improvisaciones de Bernardo Sassetti dieron una pincelada de variedad a una propuesta excesivamente rígida y fría. Gonzalo Alonso

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