Jessye Norman en El Escorial
Festival de El Escorial
Obras de Ravel, Strauss, Bizet, Gershwin y populares. Jessye Norman, soprano y Mark Markham, piano. Teatro de El Escorial. San Lorenzo de El Escorial, 28 de julio
Siempre hay mucha curiosidad entre el público por conocer cuál es realmente la edad de los grandes artistas en su última etapa de su tour musical. Y, a partir de ese dato, se opina. La de Jessye Norman (Georgia, 1945) creaba polémica y el abanico iba desde los auténticos 62 a lo 70 y es que empezó a cantar muy joven, tanto como para abordar la Elisabeth de “Tannhauser” en Berlín a los 24 años. Yo mismo tuve ocasión de escucharla un par de años más tarde y quedarme textualmente con la boca abierta ante su enorme talla. Enorme, musical y física. Sus salidas a los escenarios sinfónicos impactaban por su aplomo, glamour y las coloristas túnicas con las que se envolvía.
Norman ha adelgazado hasta perder casi la mitad de su peso y aún no se ha recuperado de una operación en las piernas. De ahí que su entrada, caminando mal, resultase mucho menos espectacular. Quedaba, eso sí, su eterna y amplísima sonrisa…. y su arte. Hubo que acostumbrarse a la pésima acústica de la sala grande del teatro para voz y piano, cuyo sonido se pierde por el inmenso escenario y llega muy lejano al oyente. Otras salas arreglan este problema arropando por detrás a los artistas con paneles-biombo. El programa reunía autores de buena parte del repertorio que la consagró liderísticamente: Ravel, Strauss y Gershwin. Se defendió muy bien en las “Cinco melodías populares griegas” del primero, mientras que las canciones del segundo dejaron al descubierto algunas de las presentes debilidades de su voz, con notas veladas en el registro de paso y algunas notas extremas calantes. Sin embargo el centro conservaba la aterciopelada belleza de antaño, la técnica era modélica y otro tanto ese legato-swim que imprimía a sus interpretaciones. En programa, pero fuera de contexto, figuraba la “Habanera” de la “Carmen” de Bizet. Me imagino lo que hubiera opinado de la versión Teresa Berganza, con su casa a pocos metros, -¿no se anunció también para este festival?- porque la sofisticación no pudo ser mayor, colaborando a ello el buen pianista Mark Markham, de forma muy relamida. Las melodías de Gershwin, excepto el desgarrado e impresionante “My Mans’s gone now”, hubieran precisado amplificación, pues ella las abordó con la intimidad del cabaret. Inmejorables, siempre de referencia, sus cinco espirituales finales, tras los que vendría unas originales reelaboraciones de la “Nana” de Falla y “Summertime”. Dejó el escenario llevándose un éxito y el gran afecto de un público que sabía a quien iba a escuchar. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios