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Opinión sobre Pavarotti de Paolo Isotta en el Corriere della Sera (7-09-2007)
Scala Comunicado de prensa: Pavarotti
Por Publicado el: 07/09/2007Categorías: En la prensa

‘¡Nessun dorma!’ ‘El’ tenor se ha dormido

Obituario / LUCIANO PAVAROTTI

‘¡Nessun dorma!’ ‘El’ tenor se ha dormido

JUSTO ROMERO

Fue conocido para el mundo como el rey del Do sobreagudo. Luciano Pavarotti falleció ayer por la mañana en su casa víctima del cáncer de páncreas que padecía desde 2006. El tenor había nacido en Módena, el 12 de octubre de 1935, y ya desde sus primeros meses de vida mantuvo una estrecha relación con otra ilustre artista modenesa, la soprano Mirella Freni, hermana de leche del tenor, con la que compartió nodriza en sus días de lactancia.
Debilitado por la enfermedad, en los últimos meses permaneció recluido en silla de ruedas. Había perdido más de 30 kilos. «Está irreconocible, nunca pude imaginar a Luciano en tal estado de deterioro». Lo comentaba un famoso cantante que le visitó en su domicilio apenas unas semanas antes de su fallecimiento. Celoso de su intimidad y coqueto como siempre fue, nunca quiso mostrar al público esa imagen final.

Fiel a su imagen hasta el último momento, en la memoria queda su oronda figura y una sonrisa permanente que dejaba asomar una perfecta y blanqueada dentadura. Su aspecto cercano y campechano había alcanzado casi tanta popularidad como su admirada voz.

Sin la versatilidad de Plácido Domingo, sin la perfección de Alfredo Kraus, sin la belleza vocal de su admirado Aragall ni el candor contagioso de José Carreras, Pavarotti refundía, sin embargo, lo mejor de cada uno de estos tenores. Admirado por todos ellos, él tampoco dejó nunca de piropear a sus colegas. Elogiaba especialmente la técnica perfecta de Alfredo Kraus y el color vocal de Jaume Aragall, «la voz de tenor más hermosa que he escuchado», dijo en cierta ocasión.

Su fama traspasó los escenarios líricos para convertirse en un personaje popular y cercano. Incluso en los últimos años saltó a las páginas de la prensa amarilla por el sonado divorció de su esposa de toda la vida, Adua, con la estuvo casado 25 años, y con la que tuvo tres hijas. Adua era, además, su agente general. Pavarotti se separó, y el 13 de diciembre de 2003 se casó con la joven Nicoletta Mantovani, que era la secretaria de Adua. Pocos meses antes de la boda, Nicoletta había dado a luz a Alice, la cuarta hija del tenor.

Pavarotti era el prototipo del cantante italiano. Respondía a todos los tópicos. Grueso hasta el exceso, simpático, dicharachero, enamorado de la pasta (en todos los sentidos) y de las mujeres, de las canciones napolitanas y del buen vivir mediterráneo. También un amigo de declaraciones polémicas y ligeras. Como cuando dijo que no sabía leer música. Quiso ser «moderno» y presumió de sus supuestas aficiones roqueras. «He aprendido de las estrellas del rock y del pop que la música es música», algo absolutamente desconcertante en un tenor capaz de encarnar como nadie a algunos de los más populares personajes del repertorio lírico italiano.

Detrás de esa apariencia característica se agazapaba un artista de los pies a la cabeza, protagonista de algunas de las mejores veladas operísticas de las últimas décadas. Artífice de una carrera creciente hasta hace pocos años, Luciano Pavarotti planteó su retirada a los 70. Pensó entonces realizar una gira mundial que comenzaría en 2005. Sin embargo, la enfermedad hizo su aparición al año siguiente, en 2006.

El 7 de julio de ese año fue operado de un cáncer de páncreas en Nueva York. Tras una convalecencia llena de rumores y especulaciones, finalmente en las últimas semanas el propio tenor salió al paso a través de una de sus hijas, quien señaló: «Mi padre es consciente de que va a fallecer muy pronto». Meses antes, y tras haber pasado por diversas vicisitudes, entre ellas permanecer varios días en coma y superar un accidente aéreo, Pavarotti confesó: «Mi proximidad a la muerte en tres ocasiones me ha descubierto el valor de la vida».

Hijo de un panadero de Módena, tenor ocasional en un coro de aficionados, el niño Luciano no gozó de buena salud, seguramente a causa de las penurias vividas en los terribles años de la II Guerra Mundial. Incluso estuvo a punto de morir en dos ocasiones antes de ser adolescente. Ya en su edad adulta y como reconocimiento al músico que no pudo llegar a ser, Luciano quiso rendirle un agradecido tributo musical a su progenitor y le hizo aparecer en la grabación integral de la ópera Luisa Miller, que registró junto a la española Montserrat Caballé en los 70.

El joven Luciano, entonces vendedor de seguros, estudió en la Scuola Magistrale y ejerció como maestro de enseñanza primaria, mientras cantaba en el coro del Teatro Comunale de Módena y en el coro Gioacchino Rossini, junto a Fernando Pavarotti, su padre. En 1955 comenzó los estudios de canto en su ciudad natal con el maestro Arrigo Polo y luego prosiguió su formación en Mantua con el maestro Ettore Campogalliani.

Aunque había estado a punto de retirarse definitivamente tras una crisis vocal prematura, tras un concierto en la localidad de Salsomaggiore, cerca de Parma, se decidió a continuar. En 1961 ganó el Concorso Internazionale d’Opera en Italia y ese mismo año se enfrentó a su primera ópera completa en Dublín, encarnando al Duque de Mantua en el Rigoletto verdiano. Allí entraría en contacto con los que serían dos de los pilares fundamentales de su meteórica carrera: el director de orquesta Richard Bonynge y su esposa, la soprano Joan Sutherland, con los que formaría un sólido equipo que durante años daría numerosos frutos de gran nivel artístico en el escarpado terreno de la ópera belcantista, representada por sus magníficos I puritani, L’elisir d’amore, Maria Stuarda, Norma, Lucia di Lammermoor, La sonnambula, y, fundamentalmente, La fille du régiment, ópera con la que el tenor de Módena se presentó en el Metropolitan de Nueva York en 1968, año del verdadero despegue de su carrera internacional, que le valió una portada en la revista Time.

En los años 70, su repertorio comenzaría a ampliarse para meterse de lleno, casi con preferencia, en los grandes papeles verdianos y puccinianos de la mano de grandes maestros de la dirección como Giannadrea Gavazzeni -que contó con él para su Tosca junto a su hermana de leche y el barítono Sherril Milnes-, Herbert von Karajan, con el que grabaría La Bohème y Madama Butterfly, Zubin Mehta, que hizo de él el Calaf de referencia en Turandot y quiso inmortalizar su Manrico en Il Trovatore. Lorin Maazel contó con él para su Aida en el teatro Alla Scala de Milán, y también Georg Solti, con el que grabaría Un ballo in Maschera de referencia, y que le convenció para interpretar el que es seguramente el papel más comprometido de entre los tenores verdianos, el Otello, sobre todo si se tienen en cuenta los medios vocales que lucía el tenor italiano, brillantes pero nunca de tipo dramático.

Luciano Pavarotti visitó con regularidad la mayoría de los coliseos más importantes del mundo, pero si hubo uno especialmente importante en su carrera ése fue el Metropolitan de Nueva York, teatro en el que presentó la mayoría de sus papeles más reconocidos y que le vio en rarezas mozartianas como el Idomeneo (ópera que siendo más joven había cantado, pero encarnando no al rey de Creta, Idomeneo, sino a su hijo, Idamante, en la versión para tenor del mismo). De este templo de la lírica se despidió con unas funciones especiales de la ópera Tosca en marzo de 2004, en las que se pagaron miles de dólares por entrada.

Pavarotti nunca abordó papeles del repertorio germánico ni del francés, según él mismo decía, por respeto a las lenguas en las que no se encontraba cómodo, pero con los años sí que hizo una serie de incursiones en la música popular que, además de sus conocidas grabaciones de canción napolitana, le acercaron de manera inesperada al gran público. La canción Caruso, compuesta por Lucio Dalla para una película de Sofía Loren, e incluida en el disco doble Tutto Pavarotti, fue la plataforma de lanzamiento de su carrera más popular, hasta el punto tan ajena al mundo operístico que muchos llegaron a pensar que el nombre de pila del tenor no era Luciano, sino Tutto.

La serie de conciertos que bajo el nombre genérico de Los Tres Tenores reunió a Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras bajo la complaciente batuta de Zubin Mehta supuso el definitivo espaldarazo a esta segunda carrera del tenor del Do sobreagudo, y su imagen característica, siempre adornada de su pañuelo, se hizo familiar para gentes que no conocían ni siquiera su verdadero nombre.

En esta vertiente popular el modenés cantó con artistas como Sting, Andrea Bocelli, Frank Sinatra, U2, Caetano Veloso y Michael Jackson, y a petición de la asociación War Child, en 1991, instituyó los conciertos anuales Luciano Pavarotti and Friends, con el fin de recaudar fondos benéficos para dicho organismo.

Luciano Pavarotti, tenor, nació el 12 de octubre de 1935 en Módena (Italia), donde falleció el 6 de septiembre de 2007.

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