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Por Publicado el: 24/02/2008Categorías: Crítica

Gruberoba en Lucrecia Borgia

Gruberova en “Lucrecia Borgia”
Técnica envenenada
“Lucrecia Borgia” de Donizetti. E.Gruberova, J.Bros, E.Podlés, I.D’Arcangelo, etc. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. S.Anton Reck, dirección musical. Barcelona, 22 de febrero.
En febrero de 1968 empezaba, con la Rosina de “Barbero de Sevilla”, la brillante carrera de Edita Gruberova. Diez años después debutaba en el Liceo, a donde volvería casi todos los años. Ambas razones propiciaron que ella quisiera celebrar ambos acontecimientos en Barcelona. No le pudo salir mejor. El Liceo vivió una de esas noches triunfales que quedan para el recuerdo, no ya de por los hechos artísticos sino por el entusiasmo delirante del público y su casi media hora de ovaciones y vítores finales entre piropos y lanzamiento de flores. Cualquier artista se emocionaría ante una reacción así y Gruberova lo estaba. ¡Qué diferentes son los públicos de los diversos teatros españoles!
“Lucrecia Borgia” es obra que cantaron en el Liceo nada menos que Joan Sutherland junto a Alfredo Kraus (1988-89), ambos ya lejos de plenitudes, y Montserrat Caballé junto a José Carreras (1970-71), en sus grandes años. Gruberova posee una técnica a la altura de las anteriores, en cambio no llega a entrar en el estilo musical de la ópera como ellas. Es como sí el veneno de la Borgia fuese la técnica de Gruberova. Desde la frase de aparición, precedida de grandes aplausos al entrar en escena, “Tranquillo ei posa” mostró sus conocidas y soberbias cualidades para los pianos, filados y medias voces. Luego vinieron los fiatos prodigiosos y hasta el “mi bemol” final. Toda una exhibición a los sesenta y un años de una forma de cantar que ya no existe. Como todo en la vida no puede ser perfecto, tuvo en contra el concepto donizettiano –Gruberova se canta más así misma que a Lucrecia- la carencia de graves y una cierta falta de arrestos para interpretar con toda su justicia las partes más dramáticas del dúo con su marido. Fue éste un Ildebrando D’Arcangelo corto de aliento. Ewa Podlès entusiasmó como Orsini, aunque no sea el papel más adecuado para sus características –María José Montiel, quien incomprensiblemente aún no ha cantado ópera en el Liceo, habría abordado el papel con mayor fidelidad- y la voz entubada perjudicó unas coloraturas ya algo forzadas. En cualquier caso una gran artista en una notable intervención. José Bros triunfó con un papel más difícil e ingrato de lo imaginable, en el que hay mucho que cantar sin que brille el papel y con algunos agudos más que comprometidos. Stefan Anton Reck concertó con trazos más bien gruesos pero muy atento a los cantantes. La “Lucrecia” de Turín en abril, con Cedolins y Bros, merece una visita. Gonzalo ALONSO

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