Crítica: Empuje juvenil de la Escuela Reina Sofía
Empuje juvenil de la Escuela Reina Sofía
Obras de Brahms y Chaikovski. Eva Rabchevska, violín. Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Pablo González, director. Auditorio Nacional. Madrid, 23 de noviembre de 2019.
La Escuela Superior de Música Reina Sofía, obra personal de Paloma O’Shea, representa la excelencia en la educación musical. Abierta hace ya 28 años se ha alzado con un indudable prestigio internacional, que se traduce en esos 157 alumnos del presente curso que provienen de 34 países distintos. No sólo asisten a clase, sino que cada uno de ellos llegará a tocar más de una veintena de conciertos durante el curso, porque las aulas precisan ser complementadas con los escenarios.
Hay cambios en la ESMRS, ya que Fabián Panisiello pasará a ostentar una nueva cátedra de composición y se incorpora el compositor y director de orquesta Òscar Colomina como decano. Por otro lado, si Gustavo Dudamel compartió hace pocos sus experiencias con los alumnos, en abril lo hará Iván Fischer. Andrés Orozco-Estrada y András Schiff han aceptado respectivamente las titularidades de las dos formaciones que puede adoptar la Orquesta Freixenet, la Sinfónica y la de Cámara.
Pablo González, titular desde septiembre de la Orquesta de la RTVE, se encargó de dirigir el concierto de apertura de la Escuela con un programa eminentemente popular enfocado a los familiares de los alumnos a los que, curiosamente, no les vendría mal un cursillo sobre cómo seguir un concierto, porque se aplaudió mayoritariamente entre cada tiempo y movimiento de concierto y sinfonía. Al mismo director no le debió gustar mucho, cuando decidió atacar el “adagio” del último tiempo de la “Patética” antes de que hubiesen concluido dichos aplausos. Desde los primeros acordes se escuchó una agrupación en la que sus componentes ponían toda la carne en el asador, con un sonido potente. El entusiasmo de una orquesta de jóvenes es peligroso cara a un solista si el director no les contiene y modera. Algo más de contención debió emplear Pablo González para que no se tapase en algunos momentos a la joven solista Eva Rabchevska, alumna desde 2014 y ya ganadora de varios premios internacionales. Ofreció una lectura juvenil, académica como no puede ser otra cosa, pero con técnica, sensibilidad y delicadeza y también arrestos en los pasajes vibrantes del “allegro giocoso” final de concierto para violín de Brahms. Una correcta y bastante ligera lectura de la “Patética” de Chaikovski cerró el concierto. Gonzalo Alonso
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