FRANKIE NO FUE EL PEOR
FRANKIE NO FUE EL PEOR
Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena
Obras de Johan STRAUSS (padre e hijo), Joseph HELLMESBERGER, Josef STRAUSS, Eduard STRAUSS. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Franz Welser-Möst. 1 de enero de 2011, Goldene Saal, Musikverein, Viena
La crueldad de los músicos, en su caso los de la London Philharmonic, granjeó al austríaco Franz Welser-Möst (Linz, 1960) el apodo de “Frankie Worse than Most”, o sea, “Frankie el peor de todos”. Entre 1990 y 1996, al suceder en el puesto a Klaus Tennstedt, un artista tan difícil como genial, Möst atravesó la más dura etapa de su carrera, rechazado por su orquesta, la crítica y el público. Granjearse la amistad del “Gran Yoda” de la prensa musical británica, Norman Lebrecht, tampoco resolvió mucho, y cuando a los 36 años abandonó Londres –había llegado con 30-, otro comentarista fue aún más brutal en su texto de despedida: “Vino de ninguna parte y se va a ninguna parte”.
Pero la profecía no se cumplió. Welser-Möst no fue a ninguna parte, sino a la Ópera de Zürich, donde, de la mano de ese maestro de la gerencia que es Pereira, consiguió afianzarse profesionalmente y crearse, con tenacidad de hormiguita, una reputación y un crédito, valores estos que, trece años después, en torno al 2000, hicieron que Cristoph von Dohnányi le recomendara como su sucesor en la Orquestra de Cleveland y que la formación americana refrendara la propuesta. Al empezar el siglo XXI, Welser-Möst, 40 años, era el heredero de la orquesta de George Szell, nada menos. De ahí al retorno triunfal a Europa, signado por giras con la formación estadounidense y un significativo contrato fonográfico con Deutsche Grammophon, sólo mediaba un paso, que se produjo en 2010, cuando la Ópera de Viena le designó nuevo Director Musical de la institución.
Ayer, día 1 de enero de 2011, la revancha de Welser-Möst, 50 años cumplidos el pasado octubre –la venganza es un plato que se come frío-, llegó a su clímax, cuando el artista dirigió el concierto más visto y oído del planeta, el de los “Valses”, el de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, que le ha recibido con orgullo patrio –desde Karajan y Harnoncourt, ningún austríaco dirigía la sesión-, compartido por el público, que ya le vitoreó antes de haber tocado una sola nota.
Y Franz, desde luego, no fue el peor director del Año Nuevo, pero tampoco el mejor. Su carácter, serio, circunspecto, introvertido, no cuadra en exceso con el ambiente festivo, desenfadado y hasta jocundo que preside la propuesta, siempre dentro de un altísimo nivel artístico que el de Linz mantuvo con su proverbial eficacia y claridad gestual. Pero cuando tiene que hacer de ferroviario, como en la Polka “Sin demora”, y reemplazar la batuta por un marca agujas, se le nota forzado y cohibido, aunque su humor fuera creciente y terminara por marcar al público las palmas de la “Marcha Radetzky” con entusiasmo progresivo.
En conjunto, la selección de obras, entretenida y brillante, estuvo carente de grandes páginas de los dos hermanos Strauss, Johann y Josef. Se homenajeó a Liszt -200 años del nacimiento en el 2011- con inteligencia y lujo sonoro, aunque en el “Vals Mefisto”, de nuevo, faltó, más que chispa, malevolencia. Se ninguneo a Mahler- 100 años de la muerte en el 2011-, del que difícilmente se podían programar valses, pero del que se podía haber tomado algún ‘Ländler’ o vals rural de sus Sinfonías, pero aunque ha dirigido composiciones suyas Möst es poco ‘fan’ de sus obras. Pero lo obvio es que Welser-Möst tiene un punto de sosería del que le cuesta alejarse, y sólo ciertos instantes del “Danubio azul” o las divertidas páginas para-españolas –la inefable “Danza gitana” de la opereta de Hellmsesberger “La perla de Iberia”, la “Marcha española” de Johann hijo o el “Cachucha Galop” de Johann padre- dejaron claro cuánto y bien puede hacer musicalmente el artista.
No fue Carlos Kleiber, no fue Karajan, no fue Mehta, Prêtre o el inalcanzable Boskowski, pero ayer dejó claro a sus detractores que la época del fácil desprecio pasó a la historia y que hay que contar con él. Y la reacción de la Filarmónica y de la audiencia permiten entrever que este “Neujarhr Konzert” sólo ha sido el primero de su historial. José Luis Pérez de Arteaga
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