Critica: Lo dramático de la muerte
LO DRAMÁTICO DE LA MUERTE
Obras de Brahms, Ligeti y Mozart. Ilse Eerens, soprano, Sophie Rennert, mezzo, Michael Porter, tenor, Florian Boesch, barítono. Coro y Orquesta Nacionales. Director: David Afkham. Auditorio Nacional, 29 de noviembre de 2019.
Muy bien pensado y confeccionado el programa de este concierto, que reunía tres obras corales en las que, de una forma o de otra, se mira y se glosa a la muerte; en tres formas y estilos diferentes, pero igualmente sustanciosos. El motete “Warum ist das Licht gegeben dem Mühseligen” (“¿Por qué se da la luz al cansado?”) de Brahms tuvo por parte del coro que prepara Miguel Ángel García Cañamero una muy exquisita recreación tras una entrada verdaderamente delicada y ajustada tonalmente, aunque en su desarrollo no todo funcionara a satisfacción.
El tejido micropolifónico o microtonal, a desarrollar en “Lux aeterna”, sobre el texto de la antífona final de la misa de difuntos, distribuido en 16 voces distintas y que tuvo su momento estelar en la película de Kubrick “2002. Una odisea en el espacio”, es, como puede colegirse, de extrema finura, de un aire puro y frágil. Escuchamos una reproducción bien labrada, de curso continuo y tenue, en que los cantores manejaban sus diapasones individuales, tan difícil es la afinación. Quizá habríamos querido observar una mayor diferenciación de planos y de líneas, pero el producto final fue más que digno, a pesar de alguna entrada dubitativa.
Sin solución de continuidad pudimos escuchar una bien trabada interpretación del “Requiem” de Mozart en la conocida versión del discípulo Süssmayr, en donde Afkham desplegó, con una masa coral de unas 45 voces y un conjunto instrumental de 35 miembros, sus alas más dramáticas a lo largo de una exposición enjuta, concisa, a veces virulenta de una partitura que tiene sin duda una carga emocional evidente y un colorido más bien oscuro y de la que están ausentes las flautas, las trompas y se da frecuente protagonismo a los clarinetes de “bassetto”. Afkham empleó trompetas y trombones de época y con ello pudo dar el debido espectro tímbrico al conjunto.
Severidad, buena construcción, adecuada lentitud en el “Introitus”, extrema urgencia en el “Dies irae”, seco y cortante, casi adusto. Fustigante fue el “Rex tremendae” e irregular la prestación orquestal del “Recordare” -¡qué instantes más bellos los de este cuarteto solista!-, mientras que el “Confutatis” nos trajo una buena observancia del contrapunto y una excelente presencia de las voces más angelicales del coro. Desabrido nos pareció el “Domine Jesu Christie” y escaso de dulzura el “Hostias”, donde por momentos la cuerda sonó algo difusa. Nos gustó el “Benedictus” por su cadenciosidad y aplaudimos las frases bien perfiladas del “Dona eis réquiem”.
La encomiable labor de los conjuntos al mando de su titular, a lo largo de una aproximación un tanto descarnada, contribuyó al éxito en el que colaboró un discreto cuarteto. La soprano Eerens reveló buen gusto, leves motas en cuanto a la afinación y una voz muy leve. La mezzo Rennert exhibió musicalidad en el empleo de una voz más bien apagada. El tenor Porter, ligero, de timbre algo gangoso y poco agradable, cumplió sin más, y el barítono –que no bajo como se pide- Boesch, puede que el mejor, puso de manifiesto buenas maneras, sentido expresivo y musicalidad. Le falta cuerpo y solidez para afrontar el “Tuba mirum”. Arturo Reverter
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