Operalia no debe caer
Operalia no debe caer
El virus del #MeToo se extiende, así que no sería extraño que su próximo contagio atacase a Operalia. Cerca de 1.000 cantantes se inscriben cada año en el Concurso de Canto que Plácido Domingo fundó en 1993 con el único objetivo de ayudar a jóvenes cantantes en su carrera. De las 1.000 solicitudes solo se aceptan 40, previamente estudiadas minuciosamente por un jurado de profesionales del mundo de la ópera y la zarzuela.
Durante un fin de semana, que cada año tiene lugar en una ciudad distinta del mundo, Plácido Domingo acompaña a los cantantes en el desarrollo del certamen, mostrando su apoyo dentro y fuera del escenario. Consejos, ánimo y respeto a los que serán “futuras estrellas de la ópera”, como hoy lo son Rolando Villazón (1999), Joyce DiDonato (1998), Nina Stemme (1993) y Ainhoa Arteta (1993), Erwin Schrott (1998), Sonya Yoncheva (2010) o Xabier Anduaga (2019), ganador de la última edición y uno de los talentos más prometedores de su generación.
“Fue la única persona que estuvo en la sala al ciento por ciento en todo momento, dando instrucciones o dirigiendo. Es una persona totalmente dedicada al arte y a la música. Solo nos dio buenos consejos, fue muy amable y abierto y jamás se impuso”, recuerda la guatemalteca Adriana González, ganadora de la edición de 2019 junto a Anduaga.
En las últimas semanas, el nombre de Plácido Domingo parece desvanecerse como consecuencia de las acusaciones por acoso sexual y abuso de poder apoyadas por una investigación sindical que contempla “conductas inapropiadas”, que no hechos delictivos. Ya no se le espera en España. En Europa, que se resistió al tsunami de cancelaciones generado en América, se suspenden así mismo las actuaciones del legendario tenor, como también eliminan su nombre instituciones dedicadas a la formación de nuevos cantantes, como el Centre de Perfeccionamiento del Palau de Les Arts o el programa de jóvenes artistas de la Ópera Nacional de Washington, que él mismo había creado. Afortunadamente aún tiene agenda e incluso se añaden nuevos compromisos en países como Rusia.
El mundo no se muestra capaz de separar la obra del personaje, dos cosas totalmente diferentes. La obra está ahí: sus actuaciones memorables, sus discos, videos, etc. y ello es innegable y no puede pasarse por alto y mucho menos destruirse.
Pero el personaje también merece una reflexión, sin entrar en si realmente hubo o no “conductas inapropiadas” ya que no estábamos allí y quizá sólo lo sepa el propio artista. ¿Acaso pueden unos supuestos hechos no delictivos, ni reconocidos claramente, pesar más que otros reales y reconocidos por todos e incluso lograr que se olviden estos? Basta recordar, por ejemplo, la imagen de Plácido Domingo buscando heridos entre las piedras de los restos del terremoto que asoló Méjico en 1985 y toda la restante ayuda que prestó con posterioridad con conciertos benéficos como aquél del 23 de agosto de 1986, “Plácido y sus Amigos” en el Amphitheater de los Ángeles, donde convocó a Frank Sinatra, Julie Andrews, John Denver, etc. ¡Qué olvidadizos e injustos somos a veces!
Toda su brillantísima carrera, toda su generosidad manifestada en múltiples facetas tanto artísticas como sociales parecen no valer nada ante unos hechos de hace 30 años ni probados, ni reconocidos, ni delictivos, quizá sólo “inapropiados” y, ni siquiera, juzgarles desde la perspectiva de 2020.
Operalia no lleva su nombre, pero no podrá desligarse nunca de Plácido Domingo, que fundó el Concurso con el respeto, confianza y dedicación a los que vienen y a los que están por llegar. Basta ya de exagerados fanatismos, injustamente justicieros, y no caigamos en el inmenso error de hundir una plataforma importantísima para la lírica. Gonzalo Alonso
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