Más duro que un Bruckner de Celibidache
Más duro que un Bruckner de Celibidache
La importancia de la cultura en abierto
Llevamos ya tres semanas de confinación y el cansancio se hace notar. A muchos nos empieza a parecer, no como una sinfonía de Bruckner dirigida por Sergiu Celibidache, sino como su integral de corrido. Absolutamente genial y recomendable -pídanlas por internet-, pero sólo en pequeñas “diócesis”, como escribía aquel parecido a alguna de nuestras políticas actuales. ¿No podría ir a un curso on line esa que no se explica, se contradice lía y ríe en sus insólitas ruedas de prensa? Al menos hay otra política que ha descubierto el “Adagio para cuerdas” de Barber y lo emplea para recordar a los caídos en la batalla, aunque hubiera sido más propia y adecuada una lamentación de Cristóbal Morales. La Capella de Ministrers se la brindaría con gusto.
Lamentablemente vamos a seguir así aún, al menos, mes y medio. Al final les explicaré el motivo. Por eso seguiremos actualizando la relación de músicos fallecidos. A los apuntados hace una semana hemos de añadir a Luis López, profesor del coro de RTVE; Willy Burmann, leyenda del ballet; la contralto Hertha Töpper; el director Zoltan Pesko; el compositor y director Krysztof Penderecki… Preciosa la iniciativa del célebre violinista Pinchas Zukerman, tocando en las redes una partita de Bach dedicándosela a su amigo Christian Roig, violinista de la ONE y gerente de la Orquesta Verum, gravemente ingresado por el virus. Por si los últimos meses no hubieran sido duros con Plácido Domingo, tuvo que ser hospitalizado en Acapulco. Afortunadamente Marta y él me han confirmado que ya están en casa, pero el susto fue grande.
Artistas famosos continúan con acciones para ayudar a sus compañeros y al público. Jonas Kaufmann canta para los artistas en paro, Gustavo Dudamel cuenta desde su casa cuales son sus músicas favoritas y, desde la suya, Andrea Bocelli organiza shows.
Mientras la industria discográfica española podría perder 100 millones por el coronavirus, nuestros cantantes se defienden creando una asociación; la Confederación Española de Sociedades Musicales remite a Cultura un escrito con 33 medidas, pero el Ministerio se refugia en los ERTES y cuotas de autónomos sin afrontar medidas específicas.
Hay sin embargo quien, a pesar de todo, duerme a pierna suelta. Daniel Barenboim ha confesado dormir ahora doce horas diarias. Y también hay tiempo para otorgar premios. Al compositor Arvo Pärt le llegó premio de la Fundación BBVA por su “mundo sonoro único”.
Por lo demás, la música se reduce a un creciente número de cancelaciones (Bayreuth ya incluido y Salzburgo a punto de serlo), anuncios de temporadas próximas -que ya veremos cómo se efectúan-, a las cada vez más numerosas retransmisiones en streaming y a las nuevas publicaciones discográficas, ya prácticamente todas mediante descarga digital. Hasta las tradicionales revistas musicales en papel han desaparecido para ofrecerse abiertas en internet. Por cierto, con un enorme crecimiento de visitas y, en cambio, con mucha menos publicidad y más barata. No sorprende el nerviosismo de uno de sus directores, que ve de nuevo peligrar su nómina. Ya veremos cómo se adapta todo el sector a la vuelta a una normalidad que no será tal como la hemos conocido. Y va a tardar, porque no esperen una salida del enclaustramiento hasta al menos el 17 de mayo, una vez pasado el puente del 1 -trabajo, constitución y Comunidad de Madrid- y San Isidro. ¿O se creen ustedes que nos van a soltar para que, absolutamente todos, salgamos en desbandada? Cuídense. Gonzalo Alonso
Publicado en La Razón el 4 de abril, antes del anuncio del nuevo confinamiento
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