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Por Publicado el: 17/07/2020Categorías: En vivo

Crítica: El toque exquisito de Krystian Zimerman en el Festival de Granada

69º Festival Internacional de Música y Danza de Granada

El toque exquisito de Zimerman

Beethoven: “Conciertos para piano” “1” y “2”. Orquesta Ciudad de Granada. Director y solista: Krystian Zimerman. Palacio Carlos V, 16 de julio de 2020. Festival de Granada.

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Krystian Zimerman

En este inesperado Festival, tan bien surtido de grandes pianistas, le ha tocado el turno al polaco Kystian Zimerman, en su doble misión de solista y director. En atriles, nada menos que los cinco “Conciertos para piano” de Beethoven, un ciclo que el pianista no había afrontado de una sentada en su integridad. Le faltaba el “Emperador”. De momento, hemos escuchado sus versiones de las dos primeras obras de la colección, en las que ha brillado su acostumbrado rigor en la preparación y su amplia gama dinámica, con base en un sensible pedal y una sutil pulsación.

Hemos percibido de nuevo ese cuidado, esa preocupación por el efecto sonoro, esa obsesión por las dinámicas y ese control del estilo. Apoyado en el buen hacer y en los timbres, no siempre refinados, de la buena Orquesta granadina, Zimerman inició el vigoroso “Concierto nº 1” de forma casi tenue para desplegar de inmediato la sonoridad penumbrosa y el aire marchoso del primer movimiento, en el que resplandece el Do mayor de la tonalidad principal. El sutil teclado formuló enseguida, casi con mimo, sus primeras frases. Zimerman, con esporádicos gestos cara al “tutti”, supo coordinar las voces y dejar cantar primorosamente el segundo y melódico tema. Delicadezas casi preciosistas en el desarrollo.

La episódica rudeza de los metales fue exquisitamente contrastada por la dulzura de la madera en la exposición del tema base del segundo movimiento, en el que el pianista se ensimismó poéticamente a lo largo de un discurso que recreó sobre todo el espíritu de un clasicismo de pura cepa. Un trino de rara perfección marcó los últimos compases. Bien subrayada la impronta rítmica del “Rondó”, con sus “couplets” estupendamente esculpidos y con estratégica presencia de las siempre excelentes maderas, aunque no brillara en todo momento el ajuste en los ataques.

Clarinetes, oboes y flautas tejieron con cuidado el clásico desarrollo del primer movimiento de la obra “nº 2” de la colección, en la que Zimerman dejó respirar libremente al espíritu de Haydn. Luego él se abismó con clase y toque fino en la muy extensa cadencia. Para el “Adagio” el pianista reservó un toque suave y puntilloso, recreándose en la suerte y diseñando frases de rara finura, marcando en la parte final silencios muy acusados, que reforzaron el buscado clima de ensoñación. Lentitudes asimismo en el colofón del tercer movimiento.

Expresiva la manera de acentuar la modulación con la que Beethoven vistió los últimos tramos de la obra, que fue recreada de forma espaciosa, rematando un concierto en el que los perfiles quedaron un tanto diluidos por mor de unos planteamientos de extrema prudencia en los “tempi”. A ello coadyuvó sin duda la problemática acústica del recinto al aire libre y la estratégica y necesaria separación de los instrumentistas (ataviados, excepto los de viento, con las odiosas pero necesarias mascarillas), en formación que rondaba, con toda lógica, la cincuentena. Arturo Reverter

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