Francisco Negrín: “No hay manera de llevar a escena una ópera sin cierto grado de interpretación”
Francisco Negrín: “No hay manera de llevar a escena una ópera sin cierto grado de interpretación”
El director de escena ha visto pospuestos la mayor parte de sus compromisos a causa de la pandemia, entre los que se encuentran Il Trovatore para la Ópera de Los Ángeles y Werther en la Ópera de Houston
Durante el mes de septiembre, el director de escena Francisco Negrín tendría que haber estrenado en la Ópera de Los Ángeles su nueva producción de Il Trovatore de Verdi, en coproducción con la Ópera de Montecarlo, el Teatro Real de Madrid y la Ópera Real de Dinamarca. El coronavirus ha retrasado un año su puesta en escena, en la que participarán Gregory Kunde como Manrico, Guanqun Yu como Leonora, Vladimir Stoyanov como el Conde de Luna- que debuta en el teatro -, Raehann Bryce-Davis como Azucena y Morris Robinson como Ferrando.
Negrín no recuerda con especial asombro las primeras producciones operísticas a las que asistió – Carmen, de Zeffirelli, en el Met a los 9 años, o Semiramide, con producción de Pizzi, en el Festival de Aix-en-Provence a los 17 -, pero sí los montajes de musicales y espectáculos de danza, a los que acudía acompañado por su familia: “La ópera me parecía vocalmente fascinante, pero lo que veía en escena no ensalzaba este arte. Cuando vi en televisión la producción de Patrice Chérau y Pierre Boulez de la ópera Lulu de Alban Berg en la Ópera de París, se abrieron un montón de puertas ante mis ojos. De pronto comprendí que la ópera podía ser tan poderosa como se quisiera, podía ser mucho más que solo cantar. Boulez se convirtió en mi referente, y el repertorio contemporáneo mi primera obsesión… así que descubrí la ópera empezando por el final. Así se despertó mi vocación”, comenta en una entrevista para el diario Opera Warhroses.
La fantasía de los espectáculos de su infancia y perseguir esa huella de asombro que dejaron en su niñez se convirtió en el sello personal de su producción: “El gran formato, los efectos visuales, la infinidad de vestuario y otros virtuosismos me dejaron marcado. Creo que esto explica por qué me he sentido más atraído por periodos como la Antigüedad/ Barroco o la creación actual. Creo que ambos mundos se han desarrollado a partir de la fusión: el humor y el drama; la sinergia con otras artes, la danza y la tecnología y la sensualidad. Mi medio de expresión sería el que bebiese del impacto de múltiples disciplinas. Mi idea de la ópera cambió por la de una espacio sin límites”.
En su carrera profesional, Negrín resalta varios momentos: su primera producción, Werther, en la Ópera de Niza, aclamado por su valentía y criticado por el sector más tradicional; las tres producciones que sentaron su percepción del repertorio clásico con Julius Caesar y Partenope, de Händel, y contemporánea, con Beatrix Cenci, de Ginastera; Cunning Little Vixen, de Janacek, y Snow Queen, de Abrahamsen, ambas estrenadas en Copenhague, en las que utilizó recursos visuales y nuevas tecnologías para profundizar en la expresión del lenguaje teatral; y la apertura de los Juegos Panamericanos de Lima de 2019, donde reconoce “el mayor efecto palpable de la producción en la audiencia”: “Fue extraordinario formar parte de un equipo de esas dimensiones. Todos remando en la misma dirección para conseguir crear un espectáculo en el que toda la nación se viese identificada”.
Aquí radica una de las inquietudes principales del director: la innovación, “que no necesariamente va de la mano con la transformación de la obra”, subraya. “¿He usado nuevas herramientas tecnológicas nuevas para el lenguaje teatral – video mapping, iluminación LED, proyecciones -? Sí, pero eso no quiere decir que haya alterado la intencionalidad de la ópera o la expectativa del espectador o el crítico”.
“¿Quién puede definir realmente cuál es la intención original, de todas formas?”, continúa Negrín, “He trabajado con muchos compositores y libretistas vivos que han preferido mi planteamiento visual a lo que ellos habían imaginado. Puccini no criticaba un montaje escénico que no se fijase milimétricamente en el papel siempre que añadiese elementos significativos, en armonía con la obra. Hay ciertas ideas que han cristalizado en la producción operística y nos hemos acostumbrado a ello. Creo que una pieza teatral existe en dos dimensiones: en papel, su forma inmutable e inalterable; y en vivo, donde el texto es nuestra referencia. No hay manera de llevar a escena una obra teatral sin que haya cierto grado de interpretación o reinvención. Personalmente, no creo que ninguna puesta en escena pueda transformar la obra. Puede presentar en una forma en la que no se está acostumbrado, que choca con lo que conocemos tradicionalmente, pero la obra ni se transforma ni se altera. La versión en papel sigue tan pura como el día que se publicó”.
“Tratar de imponer reglas sobre lo que es aceptable y lo que no en el arte nunca ha sido una misión fructífera, y siempre es una visión derrocada por la de las generaciones posteriores. Creo que tanto la audiencia como la prensa tienen el mismo deber de respetar la obra que el equipo creativo que la presenta en un teatro. Igual que en la vida, tenemos que respetarnos. Ambos debemos escucharnos abiertamente y sin prejuicios. Sin respeto mutuo, el diálogo artístico es imposible y se convierte en un terreno estéril, como la civilización en general”.
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