Crítica: Philippe Jaroussky en el Real, cuarteto de cuerdas (vocales)
VOCES DEL REAL – PHILIPPE JAROUSSKY
Cuarteto de cuerdas (vocales)
Obras de Vivaldi. Philippe Jaroussky (contratenor), Lucile Richardot (contralto), Emöke Baráth (soprano) y Emiliano González Toro (tenor). Le Concert de la Loge. Dirección musical: Julien Chauvin. 5 de octubre
Hace dos décadas de aquel Viva Vivaldi! que reunió al Giardino Armonico con Cecilia Bartoli y, más importante que eso, al Vivaldi operístico con el público. Fue la conjunción perfecta de color instrumental, pirotecnia vocal y capacidad de emoción. Desde entonces hasta hoy se han normalizado hasta cierto punto las óperas de Vivaldi (versión concierto) y se va resolviendo el desaguisado que dejaron aquellas Quattro stagioni que opacaron con su brillantez a un compositor extraordinario. En una de las siguientes hornadas llegó Jaroussky, que hizo patria del “Vedro con mio diletto” de Il Giustino acompañado por Spinosi y su orquesta. Con ese bagaje y una legión de seguidores se presentaba el contratenor dentro del ciclo Voces del Real. Y lo de “voces” está muy bien puesto, porque no fue un recital de Jaroussky sino de cuatro cantantes que hicieron cada uno tres arias, sucediéndose inalterablemente. El programa no tenía mayor hilo argumental que el contraste y la idoneidad de las arias para según qué voces, y en este punto se pudo ir más lejos.
Empezando por lo mejor de la noche, Lucile Richardot hizo lo que quiso con su voz, potente, bien timbrada y con unos graves que se ven muy poco hoy día. Emöke Baráth salió airosa del “Armate face et anguibus”, que ya es mucho, y se adaptó con clase al resto propuestas dramáticas de la partitura. Menos acertado, sobre todo al principio, estuvo Emiliano González Toro, para irse recuperando en posteriores intervenciones.
Jaruoussky enseñó las mismas cualidades que propone últimamente. Sigue teniendo un volumen puntualmente sorprendente para un contratenor y una homogeneidad de registro envidiable, pero la emisión ya no es tan clara y el vibrato se va adueñando de cada vez más espacio dentro de las amplias (y limpias) líneas barrocas. A pesar de ello, la emoción estaba asegurada en el ya esperado “Vedro…” y con buenas dosis de agilidad y lirismo en sus otras dos intervenciones. Le Concert de la Loge arrancó algo fría para encenderse como una cerilla con el paso de las arias y regalar unos fantásticos minutos finales, con empaste, vértigo y buena retórica de los afectos.
Si bien es cierto que esto no puede considerarse, tal y como se ha vendido, como un recital de Jaroussky (al minuto 45 de concierto sólo había aparecido una vez sobre el escenario), no lo es menos que, generosamente, orquesta y cantantes decidieron doblar pase para que las nuevas restricciones de aforo no dejasen al público en la estacada. Un gran detalle. Mario Muñoz Carrasco
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