César Álvarez: “La cultura se basa en el contacto con lo humano, con el público”
César Álvarez: “La cultura se basa en el contacto con lo humano, con el público”
El maestro dirige el estreno del montaje de Giselle de Joaquín de Luz, que se estrena en el Teatro de la Zarzuela este miércoles 9 de diciembre
El Romanticismo de Giselle tiende la mano a los versos de Bécquer en la versión de Joaquín de Luz que este miércoles, 9 de diciembre, se estrena en el Teatro de la Zarzuela. Para su puesta en escena, el nuevo director de la Compañía Nacional de Danza (CND) ha contado con Óliver Díaz como director musical, Ana Garay, que firma la escenografía, y César Álvarez en la dirección orquestal, quien ocupará el foso en las 12 funciones programadas y realizará su debut frente a la Orquesta de la Comunidad de Madrid (ORCAM).
Tras jornadas de ensayos cuidadas minuciosamente – test de coronavirus mediante -, el maestro subraya y agradece la ductilidad del conjunto: “La comunicación con la Orquesta ha sido muy fácil. Es una orquesta con mucha experiencia y muy flexible, una característica esencial a la hora de interpretar este repertorio porque hay que ser consciente de que las cosas pueden cambiar cada día”, apunta.
Port de bras, fouetté o arabesque son términos ya familiares para Álvarez, interiorizados a lo largo de una estrecha relación con el ballet, género al que “se acercó de casualidad” y que hoy conoce con precisión, habiendo colaborado, entre otros, con Grigorovich, Víctor Ullate o el Ballet Nacional Ruso.
Fue también el ballet lo que unió por primera vez a Joaquín de Luz y César Álvarez en un mismo proyecto, una gala española en Sochi, Rusia. La amistad se afianzó con el tiempo y a comienzos de este año se gestaba el reencuentro: “Cuando le nombraron director de la Compañía me trasladó su interés por contar conmigo y la ocasión llegó con Giselle, su primer proyecto personal”.
Para su esta producción, De Luz se ha inspirado en el Romanticismo español, trasladando la acción de Renania al Moncayo, y en la poesía de Bécquer, que en 1863 se retira al Monasterio de Veruela, en la Sierra del Moncayo, y escribe sus rimas de amores desgraciados y leyendas de tristes destinos. Versionada por Joaquín de Luz y Óliver Díaz, la música se entrelaza con poemas recitados, “manteniendo la esencia de la obra pero aportando un barniz diferente”, resalta Álvarez, “lo que resulta un montaje redondo, ensalzando el mensaje de la obra original en una producción sólida, muy bien construida”. La última función coincidirá con el 150 aniversario del fallecimiento del poeta, el 22 de diciembre de 1870.
César Álvarez ocupará el foso del Teatro de la Zarzuela tras iniciar la temporada en Rumanía con la Orquesta Filarmónica de Oradea. Allí regresará en enero si las condiciones sanitarias lo permiten, ya que el empeoramiento de la pandemia en el país interrumpió su agenda: de las cuatro semanas programadas solo pudieron llevarse a cabo dos. También si la situación es favorable, Álvarez volverá a Rusia para continuar con sus compromisos en Moscú y Kazán.
“Subir de nuevo al podio fue emocionante, muy emocionante”, recuerda el director titular de la Filarmónica de Tomsk. “Con la pandemia, el cambio en nuestra vida ha sido demoledor. Desde muy jóvenes recorremos muchos kilómetros mensuales, con viajes cada semana, y eso se convierte en nuestra normalidad. Cuanto más se prolongaba el confinamiento, más profunda era la inseguridad en el mañana. Una incertidumbre constante que no ha desaparecido”.
Además de sus compromisos como director, la pandemia se llevó por delante la primera edición del ciclo Goldberg, Grandes conciertos, con cinco fechas en el Auditorio Nacional protagonizadas por Mischa Maisky, Vadim Repin, Boris Berezovski, Denis Matsuev y Alexander Malofeev – solo los dos primeros pudieron celebrarse -.
Refugio durante el encierro, la cultura se ha desmarcado como bien esencial, “pero carecería de sentido si no existe ese intercambio de energía entre público y artista, el calor de lo presencial”, concluye.
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