Crítica: Sinfónica de Madrid, contra lo fulgurante
ORQUESTA SINFÓNICA DE MADRID
Contra lo fulgurante
Novena Sinfonía de Beethoven. Mauro Peter (tenor), Christopher Maltman (barítono), Federica Lombardi (soprano) y María José Montiel (mezzosoprano). Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección musical: Ivor Bolton. 22 de diciembre
Atípica versión de la Novena Sinfonía de Beethoven la que ofreció Ivor Bolton con la Orquesta Sinfónica de Madrid en su cita anual con la obra. Y dentro de lo atípico, algunas buenas vistas y otras no tanto. Arrancó la pieza con una claridad casi exuberante, en una entrada magnífica de violines segundos alejada del pianísimo que exige la partitura. Parecía no la progresiva reorganización del caos que pretende describir la música sino una foto fija del desorden, como si ya llevase instalado allí mucho tiempo. El escritor Erri de Luca explica en uno de sus libros que una de las bellezas del texto bíblico de la creación es que todo está escrito en pasado menos cuando se habla del viento, que se cuenta en presente para explicar el movimiento perpetuo en un solo verbo. Esa sensación de continuo fue el principio de la obra, tal vez de los momentos más lúcidos del concierto.
A partir de ahí, Bolton se inclinó por parámetros estéticos más clasicistas que románticos, con líneas melódicas subrayadas, balances medidos entre secciones y una serenidad de fondo muy alejada del desgarro habitual. Funcionó bien durante buena parte del primer movimiento, aunque de manera más confusa en el Presto del Scherzo posterior. Las sensaciones volvieron a recuperarse en un Adagio confortable, casi murmurado, con un trabajo en el viento madera que permitió un diálogo con el resto de la orquesta realmente plácido (en el sentido más etimológico, el del latín placēre).
Menos convincente fue el movimiento final. En primer lugar, por sumarse a la tendencia en los últimos tiempos de hacer solista al timbalero, algo que permite trasladar la furia de manera más inmediata pero que desequilibra el exquisito balance entre secciones elaborado durante casi una hora. En segundo, por el exceso de paladeo y prudencia, tan lejos del fulgor casi volcánico de los últimos compases y que resultó hasta cierto punto anticlimático, un poco en la línea contenida que Muti practica con esta partitura. Rendimiento magnífico, en cualquier caso, de la orquesta y notable de los solistas (Don Giovanni, Donna Elvira y Don Ottavio del vecino Teatro Real, más María José Montiel), que cumplieron en general, más allá de algún apuro de Mauro Peter en el sobreagudo. Fue sorprendente la entrada de Christopher Maltman, que pareció querer derrumbar el Auditorio en un arranque de entusiasmo y vibrato que luego fue atemperando. Buen empaste a pesar de las distancias y las mascarillas del Coro Intermezzo. Ovaciones y alborozo en uno de esos conciertos donde necesitamos aplaudir también a la obra. Mario Muñoz Carrasco
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