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Por Publicado el: 24/03/2021Categorías: En vivo

Crítica: Andrè Schuen. Un Schubert servido y expresado

ANDRÈ SCHUEN Y DANIEL HEIDE (CÍRCULO DE CÁMARA)

Un Schubert bien servido y expresado

Schubert: “La bella molinera”. Andrè Schuen, barítono. Daniel Heide, piano. Círculo de Cámara. Círculo de Bellas Artes. Teatro Fernando de Rojas, Madrid, 21 de marzo de 2021.

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Andrè Schuen

En su interesante ciclo de conciertos organizado por Antonio Moral, en el que, entre otras cosas, se ha programado la integral de Cuartetos de Shostakovich por el Mandelring, hemos podido escuchar de nuevo en la capital al barítono tirolés Andrè Schuen, cuya última y espléndida actuación en Madrid fuera, hace un par de temporadas, en el Teatro Real con “Capriccio” de Strauss. Acompañado en este concierto del Círculo por su habitual escudero Daniel Heide. Ambos forman una pareja muy bien avenida musicalmente.

Schuen posee una estupenda voz de barítono lírico, bien esmaltada, penumbrosa, extensa, dotada de un singular y atractivo metal y envuelta en unos rutilantes armónicos. De excelente pasta. La gama es homogénea y no presenta fisuras, está bien y francamente emitida, sin apoyos espurios, con una clara direccionalidad y un perfume muy agradable. Lo mejor es que la sabe emplear y que la adecúa a cada repertorio. Gradúa, matiza, colorea, apiana, ataca con seguridad, sin feos portamentos y regula a voluntad buscando la expresión más sincera, libre de artificios raros y está siempre atento a las en este caso sorprendentes modulaciones. Sin duda tuvo buen profesor en Salzburgo: el barítono Wolfgang Holzmair, heredero de una gran tradición de liederistas; en la estela de los Hüsch, Schlusnus, Hotter, Dieskau o Prey. En la que se colocaron no hace tanto Quasthoff o Gerhaher. Y el hoy malogrado Goerne.

Con este bagaje no es raro que Schuen acertara a cantar muy bien este hermoso ciclo schubertiano, al que da en sus breves pero certeras notas al programa un tratamiento muy original Blas Matamoro. Ya en el estrófico lied inicial, “Das Wandern” (“Caminar”) empezó a mostrarnos su clase con sus acentos saltarines y sus delicados contrastes dinámicos. Aplaudimos los decididos acentos, la donosura y la capacidad de ir del “forte” al “piano” sin problemas en “Halt!” (“¡Alto!”) para pasar de inmediato a bañarse en las refinadas estrofas de ”Danksagung an den Bach” (“Agradecimiento al arroyo”), manteniendo siempre una línea ondulante y expresiva.

Juiciosa administración del falsete en “Am Feierabend” (“Tras la jornada de trabajo”) y acentos perentorios y cortantes en la elocuente y nerviosa “Ungeduld” (“Impaciencia”). Hábiles y expresivos claroscuros en “Morgengruss” (“Saludo matutino”). “Tränenregen” (“Lluvia de lágrimas”) fue cantada, excelente idea, toda ella en piano y pianísimo. La impetuosa “Mein!” (“¡Mía!”) fue magníficamente marcada con reproducción precisa de agilidades y la precipitada y casi violenta “Der Jäger” (“El cazador”) fue silabeada a conciencia.

A destacar el contraste establecido, como se pide, entre”Die liebe Farbe” (“El color amado”) y “Die böse Farbe” (“El color odioso”). Aquella dicha a media voz, serena, reconcentrada, con admirable gradación de colores. Esta, “a tutta voce”, dramática, virulenta, con alguna que otra nota abierta, pero no destemplada, en el primer agudo. El lied final, el nº 20, “Des Baches Wiegenlied” (“La canción de cuna del arroyo”), según Einstein “el más fino ejemplo del delicadamente equilibrado sentido psicológico de Schubert”, el que cierra el ciclo en tono de tragedia aceptada con melancólica resignación, fue expuesto dulcemente, en pianísimo, y desentrañado con amor y con respeto a los accidentes dinámicos: ese ascenso delicado en “die Augen” (“tus ojos”) o ese falsete dulce en “da oven” (“en lo alto”).

Estupenda colaboración del buen pianista que es Daniel Heide, conocedor del difícil arte de acompañar y colaborar aunque no en todo momento infalible y claro; por ejemplo, en las frases finales de “Der Neugieriege” (“El curioso”) o en las iniciales de “Mein!” El público, que llenaba los asientos disponibles, aplaudió y braveó de lo lindo. Como era lógico, no hubo bises. Arturo Reverter

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