Crítica: Melancolía de lo nuevo en la RTVE
Melancolía de lo nuevo
Obra de Haydn y Dvořák. Pablo Fernández (violonchelo). Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española. Dirección musical: Pablo González. Teatro Monumental. Madrid, 7 de mayo
Uno de los valores únicos de la música del clasicismo radica en su capacidad para una melancolía digamos amable, alejada de aquella “bilis negra” con la que antiguamente se la asociaba. Ese virulento final del siglo XVIII trajo grandes dosis de nostalgia hacia una realidad no vivida y asociada a un mundo mítico -el clásico- que nunca existió. El resultado sonoro de todo aquello era una búsqueda por conmover sin ofender, alejado del desgarro de los barrocos previos y los románticos posteriores. El Concierto para violonchelo nº1 en Do mayor de Haydn es hijo, al menos estéticamente hablando, de esta melancolía de lo no vivido, con un amor muy patente por el equilibrio constructivo y la luz filtrada. La ORTVE optó por una formación ajustada no sólo a las dimensiones necesarias en esta época sino también a las de aquella, moderando vibrato y articulando con frescura. Por su parte, Pablo Fernández al chelo exhibió matices en la búsqueda de los colores de su instrumento y una emisión aterciopelada. No le importó ser ecléctico y arriesgado en sus cadenzas, que miraban a veces atrás y otras más adelante de la época de Haydn. Gran adagio central, sensible pero sin meloserías.
Como propina Fernández quiso rendir homenaje al maestro Casals con una musitada versión del Cant dels ocells. El que fuera un villancico tradicional tomó con Casals significaciones más cercanas al dolor del exilio moral. Fernández fue respetuoso con ese símbolo en forma de música y tradujo el daño en delicadeza y sencillez, y mantuvo al teatro en un silencio emocionado medio minuto después del final de la obra.
Completaba el programa otra partitura donde también laten destierros y desarraigos, la Sinfonía nº 9 en mi menor, op. 95, llamada «del Nuevo Mundo», de Antonín Dvořák. Pablo González optó por no atenuar el sabor de las melodías folclóricas de la tierra, pero sin entregarse a la añoranza gratuita ni aun en la famosa melodía del corno inglés en el segundo movimiento. Buen arranque, construido con solidez tímbrica y mucho aire, con un ojo puesto en el origen motívico de la pieza (aquellos espirituales negros que tanto influyeron al compositor a su llegada a Estados Unidos). El scherzo caminó falto de ímpetu, para recuperarse en el “Allegro con fuoco final” que tuvo una gran apoyo por parte de la sección de trompas de la ORTVE.
El éxito que obtuvo la sinfonía en su estreno en el Carnegie Hall cuentan que fue apoteósico. No compararemos, pero el público recibió con gran cariño y muchas ovaciones este inolvidable canto a todo lo que se refunda. Mario Muñoz Carrasco
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