Crítica: Gerhaher y Schubert al anochecer. Festival de Granada
Crítica: Gerhaher y Schubert al anochecer
Obras de Franz Schubert. Christian Gerhaher, barítono. Gerold Huber, piano. Granada, Patio de los Arrayanes. 27 de julio.
Bajo el sugerente título de Abendröthe (Arreboles), Christian Gerhahaer se presentaba por primera vez en el Festival de Granada con una amplia selección de más de veinte lieder de Schubert con la común temática del atardecer, el anochecer, la noche estrellada, la luna. Es decir, todo el imaginario romántico en el que no podía faltar un caminante sin rumbo, un Wanderer, como el que en los cuadros de Friedrich mira a la lejanía de espaldas al espectador, fuera de este mundo. Son muchas las referencias que se nos vienen a la memoria, como ese Wotan que baja a la tierra transmutado en el Caminante o como ese camarada errante que se da la mano con aquel otro lied malheriano en el que el protagonista se siente perdido para el mundo.
Gerhaher fue capaz de hacernos evocar éstas y muchas otras cosas a lo largo de su recital. No es la suya una voz especialmente dotada de belleza tímbrica, pero ello es compensado con creces gracias a su maestría en el saber decir, en el saber expresar, en el saber transmitir emociones a través de la voz. Eminentemente lírico, con soltura en la franja superior del registro, Gerhaher controló a la perfección la emisión mediante el uso de diversos recursos regulatorios, especialmente de la media voz y la voz mixta, con una inacabable galería de colores que era utilizada en función de la intención del texto. La articulación es sumamente clara, incluso en piezas como Der Fluss que requieren de un fraseo rápido; y la voz está siempre fuera, perfectamente proyectada, haciéndola perceptible incluso en pianissimo en un espacio al aire libre como el del Patio de los Arrayanes de la Alhambra. Adaptando el color y la intensidad al clima anímico de cada canción, pudo transitar desde el sonido delicado de Die Vögel al más solemne y declamatorio de Dem Unendlichen. Sensacional su galería de recursos vocales y de acentuaciones en esa auténtica escena lírica que es Prometheus; o la forma de enlazar la emisión natural con la impostada en An die Freunde, consiguiendo que el color se convirtiera en vehículo narrativo en momentos como Gondelfahrer.
Gerold Huber dio una soberbia lección de cómo acompañar y dialogar a la vez con la voz, asumiendo protagonismo en momentos como el moto perpetuo que sirve de cimiento a An Schwager Kronos, para tornarse en delicadeza pura en Prometheus. Andrés Moreno Mengíbar
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