Crítica: La Orquesta Nacional en la Quincena. Por causa del amor
ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA, AFKHAM, KAVAKOS
Por causa del amor
Quincena Musical de San Sebastián
Fecha: 25-VIII-2021. Lugar: Auditorio Kursaal de San Sebastián. Programa: Concierto para violín y orquesta en Re mayor Op. 35, de Piotr Ilich Tchaicovsky, y Sinfonía nº 1 en Si bemol mayor, de Robert Schumann. Solista: Leonidas Kavakos (violín). Propina: Partita nº 3 BWV 1006, en Mi menor para violín solo II-Loure, de Johann Sebastian Bach. Orquesta: Nacional de España. Propina: VI Amorosa (adagio) de las Diez Melodías Vascas, de Jesús Guridi. Director musical y maestro concertador: David Afkham.
Fue un concierto que sobrepasó los 90 minutos de duración (incluidas propinas y poderosos, altos y generosos bravos), ya que para el melómano que ama la intensidad clásica y entiende los sentimientos que el pentagrama describe, resultó excitante y, por qué no decirlo, altamente satisfactorio. En esta velada se puede constatar el espíritu creativo de dos compositores casi coetáneos pero con un trasfondo emocional muy distinto. Mientras en Tchaikovsky prevalece el dolor por el amor perdido, paciente de una fuerte depresión, en Schumann se exalta la satisfacción por el amor gozoso y vivificante. Añádasele a todo esto las dos hermosuras de propinas, y se nos puso el alma en un puño, con más de algún lagrimón que otro por causa de Guridi. Resulta significante que fueron apreciables las calvas en las localidades vacías cada que vez a esta doble Quincena Musical acude la Orquesta Nacional de España. Es igual, se perdieron una soberbia velada musical.
Gozar de la preciosidad que es el Concierto para violín y orquesta en Re mayor Op. 35, de Piotr Ilich Tchaicovsky, teniendo en el podio a la seguridad que supone la rectoría concertante de Afkham, y a la genialidad del joven griego Kavakos, con su Stradivarius ‘Willemotte’, creando ambientes de transido dolor, agónicos pianos, mientras las melodías del genial ruso lograban que nuestro espíritu vibrase de pies a cabeza; era, en palabras de Gustave Flaubert, “como si el arco del violín se paseara por los nervios”. El trabajo de este artista/fenómeno parecía como si su instrumento fuese murmurando cada una de las notas, como si las cuatro cuerdas (Re, Sol, La, Mi) desgranaran lágrimas, con una inspiración plena dentro de una verdadera catarsis neuronal. Finalizado su trabajo, fue braveado con intensidad por lo que se vio obligado a realizar cuatro salidas a escena y en esta última llegó con un regalo inesperado cual fue la complejidad de hacer fácil la difícil galanura bachiana de la Partita nº 3 BWV 1006, en Mi menor para violín solo II-Loure. ¡Qué cúmulo de arte en los cuatro minutos y medio de dura esta obra! Parecía que poco a poco el tiempo se iba deteniendo ¡Inolvidable!
Vino, de seguido, la explosión de Schumann con su Sinfonía nº 1 en Si bemol mayor donde el propio compositor se inspira en el poema de Adolf Boettger titulado Lievesfrühling (‘Primavera de Amor’). Se nos presenta desde el iniciático Andante un poco maestoso hasta el cuarto y postrer movimiento Allegro animato e grazioso todo un dechado de potencias sonoras, de exultante deflagración, con momentos de introspección animista, como es el segundo movimiento Larghetto. En esta visión sonora las secciones de la ONE estuvieron impecables y muy concentradas bajo el rígido mandato de las manos de Afkham, dejando volar con energía el trabajo del timbalero, sobre cuyo trio instrumental Schuman otorga un protagonismo de alto alcance, como si quisiera que los latidos del corazón amoroso de la partitura tuviesen su propia evidencia y valoración. Más unívocos aplausos y generosos bravos, con dos salidas a escena del director hasta que en la tercera subió al podio y nos hizo la donación gentil de interpretar esa belleza que siempre es la emotiva Amorosa (adagio) de las Diez Melodías Vascas, de Jesús Guridi. Otra vez el corazón sobrecogido. De nuevo la entrega incondicional del respetable, que supo apreciar, en muy alto grado de agradecimiento con aplausos y voces, semejante regalo. Manuel Cabrera.
Últimos comentarios