Verdi sin máscaras. La noche LGTB de Graham Vick
Verdi sin máscaras. La noche LGTB de Graham Vick
El Teatro Regio de Parma estrena “Un ballo in maschera” de Verdi precedido por la polémica debido a su acercamiento a posturas de género
Como le ocurriera al Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, el director de escena Graham Vick, ganó una batalla después de muerto. Falleció el pasado 17 de julio, a los 67 años, con la escena de “Un ballo in maschera” a falta de las últimas puntadas, de ahí que este año el festival esté dedicado a él. La expectación, morbo sería más apropiado decir, ante el estreno de la ópera de Verdi para inaugurar la temporada del teatro de Parma, estaba en lo más alto. Se enarbolaba y esgrimía la bandera del Verdi transgresor, sin tapujos, del compositor contracorriente y contra corrientes.
La noche dedicada a los más jóvenes, bautizada como “Queer Night”, se presentó como “una velada de teatro en nombre de la libre expresión de uno mismo, dejando de lado prejuicios, estereotipos y convenciones”. Boas, plumas, identidades confusas y juegos de máscaras con mascarillas. Hubo alboroto previo, mucho ruido y un escaso puñado de nueces al final, cuando la obra se vio en escena. Solo una vez vista, lo demás son especulaciones sin base. Verdi aparecía en los carteles que publicitaban la jornada dedicada a los menores de treinta con una imagen provocadora, embutido en un traje de mujer, a punto de estallarle el corsé, mientras mantenía el tipo y la cabeza alta no fuera a caérsele el sombrero de copa amarillo. Detalle para no pasar por alto: Verdi sostiene una fusta entre sus manos. ¿Quién da más? Verdi volvía a estar en boca de casi todos. Y eso que el regista nada tenía que ver con esta imagen del músico travestido que tanto revuelo levantó.
Jacopo Sirei, ayudante de Vick y su mano derecha durante años, puso el punto final de una obra que se representó en la versión original ambientada en Suecia por Gustavo III, un rey que va en contra de las convenciones, luego trasladada a Boston por los problemas derivados de la censura papal antes de su debut en el Teatro Apolo de Roma. Roberto Abbado, que es quien empuña la batuta, pone orden y paz entre quienes se incomodan ante el “experimento”: “Lo que se escucha es el resultado de una operación filológicamente supervisada, del texto íntegro del primer libreto presentado por el compositor en Roma sobre la partitura de “Un ballo in maschera” en la edición crítica de Ilaria Narici»
“Cállate, gallina”
En el primer cambio de escenario quedó claro cuál era el estado de ánimo de la noche en el que se escucharon voces disonantes ante la presencia abundante de barbas y enaguas, boas de avestruz, hombres con vestidos de lentejuelas y mujeres con mostacho:
“Esto es una mierda. Verdi se estará revolviendo en su tumba”, se escuchó. La respuesta fue un “cállate, gallina” que dejó al teatro en silencio sepulcral. Fue la única protesta. El coro, la Filarmónica de Toscanini, el director de orquesta y todo el elenco fueron aplaudidos, empezando por Piero Pretti (Gustavo III) y Amartuvshin Enkhbat (el Conde) y en particular Anna Pirozzi, en la parte de Amelia y Anna Maria Chiuri, en la de Ulrica.
Aplausos y “buu” a la dirección de Spirei (con decorados y vestuario de Richard Hudson) sobre el proyecto de Vick, quien probablemente habría sonreído ante esta bienvenida, él que ha pasado su vida artística demostrando la relevancia de la obra sin temor a cualquier desafío. Así lo explica su ayudante: ¿Es este un montaje de Vick? No. ¿Un espectáculo de Spirei? Tampoco. Es un juego del destino, una broma o una locura, la prueba de dos artistas que, como el Rey Gustavo, nunca han temido al peligro, y se han situado en primera línea para cambiar el mundo; unidos ambos en la certeza de que el teatro y, sobre todo, la ópera es un instrumento de cambio individual y social. Es un espectáculo que habla de traspasar fronteras para llegar más lejos”. Recogió el proyecto, explica, donde Vick lo dejó y lo llevó hasta el final. Veinte años de trabajo en los que, dice, solo con una mirada eran capaces de entenderse. Gema Pajares
PDT: Pero ¿tiene de verdad sentido todo esto? ¿Ustedes qué opinan?
Pienso que los directores de escena se han convertido en los nuevos protagonistas de la ópera, sirviéndose de las obras maestras de tantos autores para que sirvan de música de fondo para su concepción creativa, y muchos amantes de la ópera estamos ya cansados de tantos montajes gratuitos y que parece que sólo busquen “épater” al público
Totalmente de acuerdo.