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Antonio Moral también prescinde de continuar en el Real
Por Publicado el: 19/09/2008Categorías: En la prensa

Antonio Moral: “«El Teatro Real no tiene proyecto de futuro»

«El Teatro Real no tiene proyecto de futuro»

Antonio Moral renuncia como director artístico del coliseo madrileño, aunque continuará hasta agosto de 2010

RUBEN AMON / FRANCISCO CHACON. EL MUNDO 19-09-2008

MADRID. – El Teatro Real, descabezado y sin rumbo, navega en la enésima crisis de su historia contemporánea. Dos semanas después de haberse conocido la baja de Jesús López Cobos, director musical, es Antonio Moral, director artístico, quien renunci a la renovación de su contrato. «Mis razones son que el Teatro Real no tiene un proyecto de futuro y que se ha producido una falta de confianza hacia mi gestión», explicó ayer Moral a EL MUNDO desde la remota Quebec.

Se encuentra allí como miembro del jurado del concurso lírico que convoca anualmente Plácido Domingo (Operalia), aunque antes de marcharse hacia Canadá depositó en las manos de Miguel Muñiz, director general del Teatro Real, la carta con la que se distancia del coliseo madrileño.

Sucederá en 2010. Igual que ocurre en el caso de Jesús López Cobos. De hecho, tanto Antonio Moral como el maestro zamorano han renunciado a la hipótesis de una renovación porque la jerarquía administrativa y ejecutiva del propio Real eludía planteársela en los términos canónicos, oficiales.

Era el 31 de agosto cuando expiraba el plazo. Es decir, la fecha en que la jerarquía del Real tenía que haberse pronunciado sobre la continuidad de ambos. López Cobos reaccionó a la pasividad anunciando el pasado día 2 que daba por concluida su relación profesional, mientras que Moral concedió a la cúpula del teatro dos semanas más de tiempo.

«El hecho de no haber recibido noticias en este tiempo es una prueba de desinterés. Sobrentiendo que el teatro no tiene confianza en mí. Por eso, he decidido enviar la carta en la que digo que no me interesa seguir más allá de 2010, cuando termina el contrato», señaló anoche el propio Antonio Moral.

La emergencia o la crisis, ambas incuestionables, explican que ayer se reuniera la Comisión Ejecutiva del coliseo. Un sanedrín de cinco miembros que integra a los valedores de los poderes públicos (Ministerio de Cultura, Comunidad de Madrid), amén del director general, Miguel Muñiz, y del presidente del patronato de la Fundación, Gregorio Marañón.

Todo ello para reconocer los méritos de Antonio Moral, a quien se atribuye nada menos que haber «realizado una programación innovadora y coherente, que consolidará al Teatro Real como uno de los principales teatros de ópera europeos», tal como precisa la nota informativa.

Los elogios y los parabienes contradicen que no se le haya dado confianza al director artístico saliente. Una situación que no tiene marcha atrás puesto que la Comisión Ejecutiva en cuestión precisó igualmente anoche que se aceptan y respetan las decisiones de López Cobos y de Moral. Ninguno, por tanto, trabajará en la sede más allá de 2010.

Son las razones por las que el Teatro Real vuelve a encontrarse en una situación turbulenta: las renuncias de las actuales dirección artística y musical se añaden a las ausencias de alternativas a ambos cargos. Y es que la entrada de Gregorio Marañón como presidente del patronato de la Fundación del teatro ha conllevado una actitud crítica respecto al trabajo de Moral, nombrado en 2005, y de López Cobos (2003). Es el motivo por el que no se ha favorecido la renovación y la excusa por la que se ha sondeado a otros candidatos. Casi siempre de renombre internacional.

¿Gérard Mortier? ¿Stéphane Lissner? El primero, director de la Opera de París y futuro intendente de la NY City Opera, ha declarado a EL MUNDO que el Real no está en sus planes, mientras que el segundo, al frente de la Scala, está negociando su renovación en el propio templo milanés.

El contrato actual expira en 2009, pero Lissner tiene incluso la intención de prolongarlo hasta 2013. En tal caso, no parece probable que pueda producirse su insólita maniobra de «despecho» en el Teatro Real.

Despecho porque Lissner ya fue director artístico del coliseo madrileño hace una larga década. Lo nombraron los socialistas, aunque la llegada de los populares provocó su cese antes incluso de reinaugurarse el teatro.

La trastienda política que hubo entonces ha cambiado de colores, pero de un modo u otro persiste el intrusismo. Es cierto que los dos primeros años de la gestión Moral-López Cobos se desarrollaron sin intromisiones, pero el último ejercicio se ha resentido de los cambios en el patronato y en el Ministerio de Cultura. Empezando por Juan Carlos Marset, director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), quien ha adoptado una línea más activa y más protagonista. Bien para sondear a los sucesores de López Cobos -¿Pedro Halffter?- o bien para buscar una pieza de recambio en el puesto de Moral.
Cambios, polémica, ¿maldición?
El tándem Antonio Moral-Jesús López Cobos había dado al Teatro Real estabilidad, coherencia, público, pluralidad y prestigio internacional. Razones que no han ahuyentado al coliseo madrileño de su naturaleza autodestructiva y endogámica. Casi siempre por haberse convertido en un juguete de la política o del Patronato en menoscabo de la autonomía artística.

No, no era un buen augurio que el primer director musical nombrado en Madrid, Ros Marbá, terminara su contrato antes incluso de inaugurarse el teatro. Ni era una buena señal que los populares decapitaran a Stéphane Lissner antes de que el director francés, designado por los socialistas, pudiera desarrollar su proyecto. Fue el clima envenenado en el que comenzó a trabajar Juan Cambreleng (1997) como director artístico. Muchas veces en litigio con el ubicuo Patronato o con el maestro García Navarro, cuya muerte añadió una pátina oscura a la historia contemporánea y maldita del teatro.

Emilio Sagi, avalado por su experiencia en la Zarzuela, asumiría las riendas en 2002 con las bendiciones populares, pero los socialistas se vengaron del caso Lissner y aceleraron el cese del neoelegido amparándose en que el director artístico dedicaba demasiado tiempo a sus tareas de director de escena. Era un caso de conflicto de intereses.

Y una oportunidad para «entronizar» a Antonio Moral. Partiendo, además, de un contexto optimista: igual que a Sagi se le decapitaba por razones políticas, a Moral (2005) se le trajo por razones profesionales. Muchas de ellas acreditadas en el Festival Mozart, en la Semana de Música Religiosa de Cuenca o en los ciclos de cámara y sinfónicos de Scherzo. Después de tantos avatares, maldiciones y males de ojo, tendría gracia que Lissner fuera de nuevo el redentor.

Por su elevado interés reproducimos en nuestra selección el artículo publicado por EL MUNDO

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