Crítica: Les Contes d’Hoffmann en ABAO. Jessica cum laude
LES CONTES D’HOFFMANN (J. OFFENBACH)
Jessica cum laude
Fecha: 23-X-2021. Lugar: Auditorio Euskalduna. Programa: Les contes d’Hoffmann, ópera en tres actos con prólogo y epílogo, de Jacques Offenbach. Intérpretes: Michael Fabiano (tenor / Hoffmann); Jessica Prat (soprano / Olympia, Giulietta, Antonio y Stella); Elena Zhidkova (mezzosoprano / Niklausse, La Musa y La voix de la tombre); Simón Orfila (barítono-bajo / Lindorf, Coppelius, Miracle, Dapertutto); Mikeldi Atxalandabaso (tenor / Cochenille, Pitachinaccio, Frantz, Andrés); José Manuel Díaz (barítono / Luther y Crespel), Moisés Marín (tenor / Spalazani y Nathanael); Fernando Latorre (barítono / Hermann y Schlemil); Gexan Etxabe (barítono / Wikheim y Le Capitain des Sbires). Coro: Ópera de Bilbao. Orquesta: Bilbao Orkestra Sinfonikoa. Director de escena: Vincent Huguet. Director musical y maestro concertador: Carlos Montanaro. Producción: Opéra National de Bordeaux.
Sin duda alguna los cuentos -con su guindilla tétrica, cada uno de ellos- que Offenbach pone en música, pertenecen a la mentalidad, en su notoria luz tenebre, de Ernst Teodor Amadeus (E.T.A.) Hoffmann, como tampoco ha de haberla en que la auténtica voz triunfadora de estos ‘Contes’ ha sido la soprano de Bristol, la magnificencia canora que obra en la fonación de Jessica Pratt. Durante las casi tres horas de trabajo escénico, sin contabilizar los dos descansos que sobrepasaron los 30 minutos, ella fue el exultante zafiro grana con el que se coronó la apertura de la temporada 2020/2021 de ABAO/Ópera Bilbao. Pudo con todo y frente a todos los compañeros con los que compartió escenario. Una voz poderosa, sin quebradura armónica alguna en sus tres registros (grave-centro-agudo), con una homogeneidad y limpieza de técnica realmente admirable; su mezza di voce resultó impecable, llevando las modulaciones del sonido, tanto en las modulaciones hacia los crescendi como hacia los diminuendi, de un modo magistral, haciendo fácil lo que es tan difícil, cual presentó la limpieza en los apoyos de las notas de paso de un registro a otro. Cierto es que su configuración corporal es un tanto generosa, pero su notoria altura y su dominio de los cuatro personajes con los que se faja, con inequívoca agilidad física, dramática y escénica la convirtieron en el mejor fichaje del reparto escénico. Tan solo un ejemplo, como muestra general, respecto a cuando hasta aquí ha quedado escrito, cual la belleza que nos regaló en el aria/romanza “Ah souvenir trop doux!”, con la que da apertura al acto III.
De Michel Fabiano poco malo puede decirse – salvo un ligero tropiezo que tuvo en el aria “Deux aveu page de nous amours”, donde, por la zona aguda, no acertó en mantener la misma pureza armónica-. Fue un Hoffmann de gran calidad, que hubiese resaltado más su trabajo si la dirección escénica le hubiera permitido una más flexible actividad, sin la rigidez que se le marcó sobre las tablas. Es un gran tenor pero este papel tiene un peso lírico especial que el cantante de New Jersey no tuvo totalmente asumido. Es de esperar que esa situación en las cuatro funciones que le faltan en este título quede totalmente subsanada. El público bilbaíno le agradeció vivamente su actuación. Sin un pero que adjudicar al bello canto del barítono-bajo menorquín Orfila en cada una de sus intervenciones, con una voz bien cuajada y dentro de una cuidada técnica en la emisión. Tuvo el mismo inconveniente sobre la escena, cual fue la poca efectividad posicional que en las tablas se le adjudicó.
Dos voces merecen especial atención para el contenido de estas líneas. Una de ellas es la del tenor bilbaíno Mikeldi Atxalandabaso, que si se hubiere llamado Michelle Accialanssi Basso, hubiese dado muchas horas de gloria a la ABAO, pero … es de casa y muchos ya antiguos y/o fenecidos dirigentes de esta asociación le dieron escaso valor a su importante voz, como lo demostró en su breve, pero contundente y expresivo, con magnifica expresividad escénica, que fueron los ‘cuoplets’ “Jour de nuit je me met en quatre”. Son muchos años que lleva mostrando su inmensa calidad, tal y como ahora se está acreditando allende nuestras fronteras. La segunda voz que sorprendió pese a su escasa intervención ha sido la del tenor granadino Moisés Marín; tiene un material en bruto realmente meritorio que alguien ha de saber pulir y exportar.
Correctas, para bien, el resto de las voces participantes, como muy acertado, en modo sólido, el coro pese a su poca participación escénica. La batuta de Montanaro perfectamente supo lo que tenia entre manos, tanto desde la izquierda concertante como con la derecha ajustando compases y fabricando colores en una orquesta, la titular Sinfónica de Bilbao, que acertó, en la lectura de la gran partitura escrita por Offenbach. Acertada la escenografía por la facilidad de adaptación a los módulos que la integran, a modo de un elegante juego de dados rompecabezas. Huguet pecó en el abuso de los colores grises que impregnan el fondo del libreto lo que trajo, como consecuencia, la ya citada inmovilidad de los cantantes. Entre Pratt y Fabiano, principalmente, lograron una muy buena apertura de la temporada lírica en la villa de Don Diego López de Haro. Manuel Cabrera
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