ORQUESTA DE RTVE (P. GONZÁLEZ)

Salirse de lo establecido

Obra de Shostakovich y Saint-Säens. Julian Rachlin (violín) y Juan de la Rubia (órgano). Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española. Dirección musical: Pablo González. Teatro Monumental. 25 de noviembre 

Ensayo del concierto de la ORTVE con Julian Rachlin

Una de las responsabilidades principales de cualquier orquesta profesional, obviamente en mayor medida si no depende íntegramente de la taquilla, es la de ir algo más lejos del repertorio considerado como canónico. Programar únicamente Quintas de Beethoven, Cuarentas de Mozart o Cascanueces de Tchaikovski asegura ovaciones, pero es un garantismo que de tan usado no consigue trasladar la idea central de toda obra de arte: que es algo más que un disfrute estético; que interroga, propone, retrata y consuela al ser humano. El programa que desplegaba la ORTVE no era acomodaticio, y además de trasladarnos a itinerarios poco transitados lo hacía con obras de gran belleza, un antes y un después de las dos Guerras Mundiales.  

Es difícil imaginarse lo que podía pasar por la cabeza de Shostakovich en 1947, con el aliento de la barbarie aún en la nuca y un rechazo patente por parte de quienes habían encumbrado su música poco antes. Todo ese dolor, perplejidad, capacidad de sorpresa y sentimiento de abandono parecen colapsar —más que aparecer— en el Concierto para violín nº 1 en La menor. Y hay que tener un talento muy particular, mitad técnica mitad  hipersensibilidad, para salir indemne del reto de interpretarlo. Julian Rachlin lo tiene, y su visión se nutre no sólo de lo virtuoso sino también de una generación de sonido emocional que no cae en lo sensiblero. Ambiguo, tierno y fantasmal a un tiempo su “Noturne”, sin búsqueda de notoriedad y haciendo partir el sonido de un hilo que no pudo ser más fino. La “Passacaglia” que Pablo González construyó alrededor del violinista funcionó como recipiente privilegiado donde las dobles cuerdas de la partitura encajaron y dieron paso al el estallido de la temida cadenza, expuesta con (insultante) facilidad. Quién le iba a decir a Bach que sería la propina favorita de tantos: tras el maratón, llegó la “Sarabande” de la Partita nº 2.   

La Sinfonía nº 3 con órgano que cerraba el concierto es un ejercicio tímbrico de primer orden, que esboza en sus compases finales algunos de los momentos más dantescos de todo el sinfonismo del último tercio del siglo XIX. González sabe trabajar como pocos la búsqueda del clímax y la paleta de colores cuando tratamos de un compositor obsesionado con el ya inminente bosque fronterizo del fin de la tonalidad. Juan de la Rubia supo ser imponente cuando se requería y discreto si el espacio sonoro lo aconsejaba. El “Maestoso” final consiguió la utopía de mantener el balance de la cuerda sin atenuar el terremoto final de los metales. Satisfacción, en suma, entre el público, no muy numeroso pero sabiamente entusiasta. Mario Muñoz Carrasco