Las críticas a “Werther” en el Real
Esta vez con un poco de retraso las de El País y ABC, pero aquí las van teniendo.
EL MUNDO
20-03-2011
WERTHER
Autor: Massenet. Director musical: Emmanuel Villaume. Director de Escena: Willy Decker. Reparto: José Bros, Ángel Ódena, Sophie Koch, Auxiliadora Toledano. / Escenario: Teatro Real / Fecha: 19 de marzo.
Calificación: **
Willy Decker, otras veces justamente elogiado, no parece sentir la menor simpatía por esta ópera; se sitúa tan fuera de la historia que no llega a contarla. Divide la escena en un doble espacio, un interior con pocas sillas y un exterior vacío, separados por una pared corrediza que va y viene caprichosamente. Recurre a la pantomima con dos fúnebres arlequines, propone un cierto expresionismo coral poco efectivo, y se encuentra completamente perdido al tratar a los intérpretes, que sobreactúan como si estuvieran representando Manon
Lescaut (el final en el desierto) o Cavalleria rusticana (carreras y desmelenamiento). Lo cual no quiere decir que la ambientación de época resulte imprescindible, pues la vitalidad de la obra reside en su capacidad para transmitir un amplio abanico de emociones.
El conflicto se sitúa dentro de una época, pero las convenciones decimonónicas ceden ante el fondo de la cuestión, que no es otro que el muy humano debate entre el miedo a aceptar las consecuencias del deseo y el macabro disfrute del dolor como recuerdo y sucedáneo de la felicidad.
Los enamorados románticos parecen tener prisa para impedir que su pasión prospere. Ella no está casada aún cuando siente los primeros síntomas del afecto que amargará su vida; de él le separa tan sólo la promesa que hizo a su madre de casarse con Albert. Y es el propio Werther quien no duda un instante en pedirle a ella que cumpla el débil compromiso. Una orgullosa moralidad que preserva el amor por el extraño sistema de impedir que crezca.
La música de Massenet describe y desarrolla unos sentimientos incandescentes, manifiestos desde el primer momento en el héroe, y de más lenta ebullición en la heroína. Ambos pagan muy caro su renuncia a responder al destino que les mostró una senda que no dudaron en rechazar a dúo. Sufrieron ellos, el suicida y la mujer frustrada, pero hicieron daño también al marido, inerme ante el afecto auténtico de su esposa, y a la joven hermana, que nunca se atrevería a confesarle a Werther que estaba loca por él. José Bros hace un protagonista esforzado y meritorio, con momentos de gran belleza, afeados por una tendencia a gritar los agudos y una pronunciación francesa algo deficiente. Sophie Koch es una adecuada Charlotte, poco ayudada por la concepción escénica y la batuta. El marido de Angel Odena, algo truculento, lo es más por un predominio que en el original no tiene; tampoco es tan cursi Sophie, bien defendida por Auxiliadora Toledano. La batuta de Emmanuel Villaume logra de la orquesta ráfagas de lirismo de buena ley, pero tiende a una contundencia que llega a ser estridente, sepultando el delicado sabor de una música cuya intensidad no se debe confundir con el chafarrinón.
Un soplo gélido emanaba del foso y de la escena, pero el público por lo visto no tenía el ánimo propenso para las emociones sutiles, porque aplaudió a todos. ¿Sufrirán los espectadores la enfermedad de la indiferencia? ÁLVARO DEL AMO
EL PAÍS
21-03-2011
Poesía y verdad en el Real
El expresionismo elegante de Willy Decker da un toque de distinción a un ‘Werther’ con José Bros y Sophie Koch
En julio de 1999 se representó por última vez Werther en el Teatro Real. La sombra de Alfredo Kraus flotaba entonces en el ambiente. El tenor canario bordaba el personaje que da título a esta obra con su línea de canto perfeccionista y etérea. Ramón Vargas resolvió entonces la difícil papeleta de esta herencia con un encanto envolvente. El tiempo pasa y los recuerdos vuelven.
José Bros toma ahora el relevo del personaje creado por Goethe y recreado por Massenet en una combinación franco-alemana tan atractiva como imposible. Lo resuelve vocalmente con convicción pero sin misterio poético. Como actor es limitado, como cantante poderoso. Irá a más en las próximas funciones.
Sophie Koch compone una Charlotte compleja y rebosante de credibilidad en cada detalle. Emociona y a la vez suscita la reflexión sobre un personaje cargado de melancolía romántica. Respira frescura en cada gesto teatral y vocal Auxiliadora Toledano como Sophie y se mantiene a un nivel suficiente el resto del reparto con Angel Ódena y Jean-Philippe Lafont en papeles relevantes.
Willy Decker es uno de esos directores de escena totalmente reconocible por su estética teatral. Le pasa un poco como a Robert Wilson o a Christoph Marthaler que, aun en las antípodas ideológicas y estéticas, son artistas de una personalidad inconfundible.
Un montaje de Decker no se parece a ningún otro y el público del Real ya lo había podido comprobar en los últimos años con La ciudad muerta, Peter Grimes o El anillo del nibelungo. Planos inclinados, diagonales, simultaneidad de espacios, sillas, objetos o estampas evocadoras, correspondencias de situaciones anímicas, agudos contrastes de color… Se pueden situar sus soluciones visuales -con la colaboración de un escenógrafo tan competente como Wolfgang Gussmann- en un expresionismo estilizado. La atmósfera que consigue en Werther se inclina más hacia la componente alemana, literaria y conceptual de origen, que hacia el matiz melódico y romántico que suscita lo propiamente francés de la música.
Decker juega con la memoria y el deseo, con la poesía y verdad -Goethe, una vez más, emulando el título de su autobiografía de juventud-, con la geometría desafiante y un tipo de narración teatral con tiempos más operísticos que teatrales. A un sector del público no le gustó. A otro le pareció lo más valioso de la representación. Lo que los taurinos llaman división de opiniones.
La dirección musical de Emmanuel Villaume fue tan apasionada como de trazo grueso. Le faltó sutileza y no siempre tuvo una correspondencia equilibrada con las voces. La Sinfónica de Madrid cumplió con lo que se le pedía. La representación resultó, en su conjunto, estimable y el público salió mayoritariamente satisfecho a pesar de algunas pequeñas reservas. Juan Angel Vela del Campo
LA RAZÓN
20-03-2011
Werther visita al Dr. Caligari
«Werther»
De J. Massenet. Cantantes: José Bros, Sophie Koch, Albert Ódena, Jean-Philippe Laffont, Auxiliadora Toledano. Dir. de escena: Willie Decker. Escenografía: Alexander Polzin. Pequeños Cantores y Orquesta Sinfónica de Madrid. Dir. musical: Emmanuel Villaume. Teatro Real. Madrid, 19-III-2011.
Era ésta la última producción diseñada por Antonio Moral en su hégira, y acaso represente tiempos que no han de volver, sobre todo en cuanto a la presencia de cantantes españoles, reducidos al mínimo en la temporada venidera del Teatro Real. Willy Decker es un formidable escenógrafo, y el expresionismo es su fuerte: sus producciones de «Moisés y Aarón» de Schönberg, de «Wozzeck» de Berg, de «La ciudad muerta» de Korngold –vista en el Real en 2010–, del «Doktor Faust» de Busoni –recreada en el Maestranza de Sevilla–, de «Salome» –también contemplada en Sevilla– o de «Elektra» de Strauss revelan a un dramaturgo serio, brillante, conceptualmente profundo y geométricamente revolucionario, pero el «Werther» de Massenet (1892) tiene poco que ver con las inquietudes de este artista. Su sobriedad espartana aquí se convierte en frialdad hierática, con un único decorado, de gran puerta corredera, cinco sillas y un supuesto horizonte que vale para todo. Cuando el protagonista alaba la belleza de los árboles, la fuente y las flores del jardín de la casa dirigiéndose a las cinco sillas, algo chirría entre palabra y acción.
Hay momentos de impacto a través de las luces, y otros que orillan el absurdo, como los movimientos infantiloides de la pobre Sophie (estupenda Auxiliadora Toledano), convertida en una saltona descerebrada, y la búsqueda de Werther por Charlotte en medio de algo que parece nieve, con Sophie Koch (también notable en su trabajo) errabunda de un lado a otro del decorado.
José Bros, uno de los pocos tenores que en este papel pueden seguir la estela de Alfredo Kraus, no estuvo a gusto en esta puesta en escena, y de él cabe esperar mucho más en funciones venideras, cuando se adapte a este «Werther» que parece escapado de «El gabinete del Dr. Caligari» de Robert Wiene. Dígase lo mismo de Ángel Ódena, sólo justo y competente, que tampoco dio sensación de disfrutar en el montaje.
Abucheo a Decker
La Sinfónica de Madrid, como de costumbre, actuó con la solvencia que le es propia, y Emmanuel Villaume a su frente –que ya hizo aquí «Cuentos de Hoffmann»– volvió a demostrar que es tan eficaz como soso. Los mimbres eran buenos, pero no siempre adecuados para el cometido. El público estuvo cortés, con entusiasmo perfectamente narrable, y abucheó innecesariamente a Decker: se trata de un artista sobresaliente, pero ésta no era su obra. José Luis PÉREZ DE ARTEAGA
ABC
WERTHER * * *
Música: Jules Massenet. Dirección musical: Emmanuel Villaume. Dirección de escena: Willy Decker. Escenografía y figurines: Wolfgang Gussmann. Iluminación: Joachim Klein. Intérpretes: José Bros, Sophie Koch, Ángel Ódena, Jean-Philippe Lafont, Francisco Vas. Miguel Sola, Auxiliadora Toledano, Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Lugar: Teatro Real, Madrid. 19-III
Todo «Werther» respira el aire crepuscular de un final inevitable. Nada sorprende ni tiene utilidad perdido el tiempo en el que Goethe lo ideó y Massenet decidió ponerlo en música. Sin embargo, algo hay que llama la atención y lleva al espectador a implicarse en el absurdo proyecto suicida del protagonista. Estos hilos misteriosos que unen al público con la obra de arte son un buen punto de vista ante el análisis de la propuesta que ahora hace el Teatro Real a partir de la producción de Willy Decker para la Ópera de Fráncfort, redondeada con un reparto de singular presencia española y la dirección musical de Emmanuel Villaume.
Porque lo mejor del proyecto es su capacidad para, poco a poco, procurar hacerse próximo. Al levantarse el telón, la escena rectilínea, la limpieza de su diseño y el espacio único parecieran previstos para establecer distancia y convertirse en algo meramente decorativo. Pero sólo hay que permanecer y dejarse llevar. Algunos elementos dan la pista: el cambio cromático del escenario que lleva del verano a la Navidad, la división del espacio por una gran corredera que da salida al exterior, la iluminación y sus sombras, además de otros detalles puntuales como el retrato de la madre que se pasea como símbolo de la autoridad gerontocrática y la presencia estatuaria de algún personaje que da carta de naturaleza a la memoria. El día del estreno se recibió con muestras de desacuerdo. Quizá, en el entorno de confusión actual, todo lo que huela a novedad se esté convirtiendo en bestia negra. Pero aquí no hay nada de esto. Lo que se ve sólo es una hábil utilización de recursos con raigambre.
Se aplaudió más el trabajo del primer reparto con todos contribuyendo a construir el ambiente adecuado. Cierto es que José Bros mostró alguna tirantez en el agudo y que su interpretación es más recta que matizada. pero es mucha la dignidad, el aplomo con el que deambula, el coraje que pone y la cálida vibración de su voz. Hay credibilidad en su trabajo y lo confirma el graduado dúo con Charlotte del tercer acto, cuando este papel se ha desarrollado plenamente y Sophie Koch pone sobre el escenario lo mejor de una actuación distinguida a la que salpimenta con concentrado dramatismo.
Auxiliadora Toledano es una Sophie pizpireta y algo desigual en los registros, obvio en «Du gai soleil». También merece citarse a Angel Ódena. de voz algo gastada, y algún comprimario bien dicho como el Schmidt de Francisco Vas. La implicación general hace pensar que todo mejorará en sucesivas interpretaciones. También porque, en el transcurrir «Werther» crece sostenido por la buena batuta de Villaume y la claridad que pone al intensificar el drama final frente a cualquier sentimentalismo anterior. Se hace fácil ser cómplice de esta significativa emoción estética. ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
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