Critica: Euskadiko Orkestra, de lo duro a lo maduro
DE LO DURO A LO MADURO
CRÍTICA: EUSKADIKO ORKESTRA, KURSAAL, GINASTERA Y SHOSTAKOVIC
Fecha: 9-XII-2021. Lugar: Auditorio Kursaal, San Sebastián. Programa: ‘Concierto para arpa y orquesta, Op. 25’, de Alberto Ginastera, y ‘Sinfonía nº 10 en mi menor, Op. 93’, de Dmitri Shostakovich. Arpa solista: Xavier de Maistre. Orquesta: Euskadiko Orkestra. Director musical y maestro concertador: Robert Treviño.
Cruzar el llamado ‘Puente del Kursaal’, en San Sebastián, cuando sobre esta ciudad estaba cayendo agua durante todo el día al igual que “cuando enterraron a Zafra, que bajaba la caja flotando”, según un antiguo dicho extremeño, es toda una odisea para los melómanos que acudieron al concierto que aquí se valora. Fuertes ráfagas de viento (como si un gran ventilador soplase desde la mar sobre la desembocadura del rio Urumea, soltando lluvia a bad milk) y cuando el sufrido caballero o la decidida dama llegaban a la puerta del auditorio, empapados de agua hasta las trancas, resulta que las dependencias de guardarropía no estaban disponibles, al parecer por causa del COVID/19. Pues venga, ¡adelante! Busca tu localidad, despréndete de la ropa protectora de la inclemencia del tiempo, gorro, sombrero o paraguas, todo anegado en H²O, arréglatelas como puedes para colocar esos avíos bajo las caóticas y ajustaditas butacas diseñadas por el señor Moneo, ponte en la mejor predisposición de ánimo a los lados de quienes ocupan las también angostas localidades anexas (ya sin distancias de separación, antes obligadas por la maldita pandemia), y soporta un ambiente de humedad en verdad apreciable, buscando el olvido de las incomodidades citadas -totalmente evitables- para disfrutar de lo que en el programa de mano (hay que tomarlo de unas mesas sitas a la entrada, pues ya no se coloca sobre las butacas, ¿también por el COVID/19?) se especifica sobre las obras a interpretar. Si quien gobierna el mayor espacio cultural de la ciudad no se da cuenta de semejante dislate, en la empresa privada, probablemente, ya se le hubiese entregado el finiquito. Pero como el Kursaal es una máquina institucional dispuesta para sacar dinerito de alto importe al contribuyente, pues todo va de lujo. Y hasta aquí lo duro. Vayamos a lo maduro, lo que motivó el gozo de las escrituras puestas sobre un pentagrama.
Esta propuesta de la institucional orquesta vasca no es de uso habitual, al estar integrada por dos obras complejas, aunque famosas y poco interpretadas en el abundante repertorio sinfónico al uso, lo cual suponía, de entrada, una especial dificultad de conocimiento para el oyente y una dura preparación para los maestros musicales ejecutantes. De entrada ha de significarse que cada vez es más apreciable el trabajo del maestro Treviño, al ir dotando a su orquesta de un especial modo de trabajar a base de una muy cuidada compenetración entre las distintas secciones y logrando una calidez muy atractiva en los efectos tímbricos. Eso se dejó notar, con absoluta nitidez, en la compleja 10ª de Shostakovich.
Con los debidos respetos y visto el resultado efectivo de la obra de Ginastera ‘Concierto para arpa y orquesta, Op. 25’, bien pudo haberla titulado ‘Concierto para orquesta con arpa solista, Op.25’, ya que el trabajo del lujoso instrumento obra su luz y gran protagonismo en la Cadenza del III movimiento, dado que en los otros de la obra tiene sus pequeños momentos de relieve, pero no de la importancia compositiva que la creada para el resto del orgánico orquestal. El trabajo de Maistre tuvo evidentes y notorios altibajos, ya que la audición era apenas perceptible -cuando nada- en la labor del pulsado de las cuerdas cortas o más agudas. Si el maestro don Nicanor Zabaleta, quien estrenó la obra en el año 1965 junto con la Orquesta de Filadelfia, dirigida por Eugene Ormandy, hubiese estado presente en esta ocasión le hubiera dado un patatús. Conociendo la compostura de su estilo personal, su modo elegante de presentarse ante público y su carencia de amaneramientos corporales, habría que haberle suministrado los correspondientes sedantes para que no sacara su genio, que a veces era de armas tomar. Y todo ello viene al caso por el modo de estar en el escenario por parte de Xavier de Maistre, vestido con un ajustado pantalón gris oscuro y una camisa abierta al estilo legionario, que nada tenía que ver con la elegante indumentaria del resto de los maestros de la orquesta, amén de sus permanentes movimientos de las vértebras cervicales desde su postura sedente apoyando sobre el hombro derecho el seráfico instrumento. Zabaleta le hubiera prohibido presentarse al público con semejante atuendo y le hubiere exigido concentración para que fueren únicamente sus manos aladas las que dieran gloria al arpa. En la obra se aprecia que Ginastera no era ducho en las posibilidades sonoras del instrumento, pretendiendo dar a la orquestación unos compases de aires sudamericanos, en realidad complejos, que tanto Treviño como la E.O. supieron resolver con total solvencia, dando pinceladas de viveza a una obra que el instrumento principal no supo colorear. Correcta fue su breve propina del Carnaval de Venise de Felix Godefroid.
Con la ‘Sinfonía nº 10 en mi menor, Op.93’ Dmitri Shostakovich bien pudo ofrecer su venganza musical ante la tiranía que sufrió por parte del dictador comunista Iósif Stalin, fallecido el 5 de marzo de 1953, ya que esta magna obra, concretamente en su IV movimiento, fue finalizada en el mismo año y estrenada el 17 de su postrer diciembre en la entonces ciudad de Leningrado (hoy, a Dios gracias, llamada San Petersburgo). Desde el principio al fin de la obra Shostakovich hace una exhaustiva exposición de su capacidad compositiva, empleando una amplia sección de percusión, y un orgánico orquestal de fuertes contrastes, sobre todo en el viento metal, a modo de jubilo por la liberación que el arte y la música habían sufrido bajo el yugo del dictador sátrapa de Gori. En semejante apasionamiento el compositor no pierde de vista, desde su dacha de Komarovo, la alabanza al arte del pueblo ruso, tan machacado por la opresora doctrina Zhdanov, como se aprecia en el III movimiento Allegretto, terminando la obra con un tronante Allegro, que pone punto final a toda la potencialidad sonora de la orquesta, a modo de unánime grito de ¡Libertad!, Ni un solo reparo se puede poner, al entender de quien escribe, al trabajo de la E.O. totalmente concentrada en la intensidad y duración de la obra (casi 60 minutos), manejada con rotundidad y elegancia por la experta concertación del maestro Treviño. Así se lo agradeció el respetable con unas rotundas ovaciones que le hizo salir cuatro veces a recibir los parabienes de sólidos aplausos y algún que otro bravo. Manuel Cabrera.
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