Hampson, desperdiciado
Thomas Hampson pasó casi de incógnito por Madrid, en cuyo Teatro Calderón cantó para los clientes del banco suizo UBS. Cosechó apenas cuatro aplausos. “Esas canciones parecen muy tristes” se oyó comentar. Eran los “Kindertotenlieder”. La verdad es que lo que parecía, como un buen aficionado le dijo al barítono, es que el público, en vez de tener el corazón en Madrid y el dinero en Suiza, tuviese también el primero en ese país.
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