Estimado Señor Beckmesser:

No he recibido la carta anónima del analfabeto que usted publica porque, desde el mismo momento de mi matrimonio, dejé de formar parte del mundo musical, que era el mío, para dedicarme a cuidar y ayudar a mi marido y a los hijos que tuvimos, pero la leo aquí y, al afectar a uno de mis hijos, tengo la necesidad y la obligación de responder. Dejo a su justo criterio el publicar mi carta o no.

Jamás mis hijos (son dos) han recibido beca o ayuda alguna oficial o no en sus estudios escolares, universitarios, musicales o para cursos de verano. Jamás les he permitido solicitarlas, como deseaban hacer del mismo modo que sus compañeros, para que nadie pudiera decir que se beneficiaban de su apellido, del puesto de su padre o que utilizaban a nuestros amigos músicos con puestos influyentes. Únicamente las matrículas de honor que han logrado durante sus estudios les han beneficiado económicamente. Sólo faltaba que hubieran tenido que renunciar también a ello.

Es más: todos los gastos que conllevan sus estudios musicales; instrumentos, vivienda en la ciudad en la que estudian, viajes, partituras, cursos de verano etc. los pago yo, que jamás he tenido un cargo o puesto oficial o no, que nunca he trabajado fuera de casa y que las muchísimas veces que he colaborado con revistas musicales como fotógrafo, entrevistadora, crítica de conciertos, libros, discos, etc. ha sido siempre de forma gratuita.

Me he visto obligada por cuestiones que no hacen al caso, pero, fundamentalmente por no dar pábulo a la maledicencia y con la absoluta aquiescencia del padre de mis hijos, a renunciar a cualquier actividad musical para la que me preparé intensamente en varias disciplinas. Es de bellacos implicar a un chico, aún estudiante, de trayectoria limpia e ilusionada y, de rebote, a sus amigos, en un libelo así. Bastante duro es, en un país como el nuestro, cuyo defecto nacional es conocido, dedicarse a la música con un apellido como el de mis hijos (incluso va a ser difícil ser amigo de ellos). Es evidente que nada importa a quien calumnia el daño que puede hacer a dos personas inocentes. Espero que el patrimonio que heredé de mis padres y del que vivo, me alcance para poder mandar a estudiar a mis hijos fuera de España, en cuanto finalicen sus carreras aquí y alejarlos así del mundo mediocre y miserable que vivimos en España.

Todo lo que el anónimo afirma y que yo desconozco, habré de considerarlo absolutamente falso, a tenor de su veracidad en lo que a mi hijo y sus amigos se refiere.

En caso de desvelarse el nombre del autor de la calumnia y poder proceder contra él, todo lo que afirmo lo puedo demostrar ampliamente.

Atentamente.

Ana Serrano Velasco