Wozzeck, una apuesta necesaria
Wozzeck, una apuesta necesaria
Hoy nadie duda que “Wozzeck” es una obra capital en la historia de la ópera pero, sin embargo, no es un título frecuente en España. Se ha ofrecido en Madrid y Barcelona y, curiosamente, ahora llega a la vez a esta última ciudad y también a Valencia. Se representó por primera vez en 2006 con una coproducción entre las dos primeras ciudades firmada por Calixto Bieito, que no funcionó y cosechó sonoros abucheos y más tarde con una de Marthaler. Mucho antes, en 1987, se vio en el Teatro de la Zarzuela con dirección escénica de José Carlos Plaza.
En el Liceo (del 22 de mayo al 4 de junio) se cuenta con una producción a cargo del director de escena sudafricano William Kentridge, que se estrenó en el Festival de Salzburgo de 2017, habiéndose visto después en Sydney, el Metropolitan de Nueva York y la Bastilla de París. En el reparto, bajo dirección de Josep Pons, Matthias Goerne, Annemarie Kremer, Torsten Kerl, Peter Rose y Mikeldi Atxalandabaso. La acción se desarrolla en los años previos a la Primera Guerra Mundial.
En el Palau de les Arts (del 26 de mayo al 5 de junio) se recurre a una alabadísima producción de Andreas Kriegenburg de 2008, procedente de la Bayerische Staatsoper de Múnich junto al New National Theatre de Tokio. Será dirigida por James Gaffigan y se contará con Peter Mattei, Eva Maria Westbroek, Christopher Ventris, Franz Hawlata y Andreas Conrad. La escenografía tiene dos niveles distintos. Por un lado, está un cubo cerrado, con paredes que rezuman humedad, que es donde se desarrollan las escenas más intimistas, sirviendo, por tanto, de casa de Wozzeck y para las escenas del soldado con el capitán y el doctor. Debajo está el escenario propiamente dicho, con abundante agua y donde se tienen lugar las escenas de exteriores. El cubo mencionado se mueve a voluntad de la regía, aunque siempre está presente. Kriegenburg pone en escena numerosos figurantes, todos vestidos con trajes negros, que son quienes mueven la acción y representan un submundo de seres oprimidos, que van en busca de los desechos que se les ofrecen de vez en cuando. El estreno de ‘Wozzeck’ supone traer las 20 toneladas de material necesario para el montaje, que incluye una casa colgante de 6,5 toneladas, para la que se ha desarrollado un proyecto de ingeniería diseñado ‘ad hoc’. Además, la casas dispone de una instalación eléctrica completa para la iluminación escénica. Para su movimiento, se utilizarán 28 varas y cuatro motores puntuales, todos ellos perfectamente sincronizados. El peso total de la casa y el aparejo de vuelo eleva a 8,3 la cantidad total de toneladas en el aire, y será la primera vez que un montaje en Les Arts incluye un elemento suspendido de dicha magnitud. El escenario de ‘Wozzeck’ estará cubierto por una lámina de agua de 450 metros cuadrados, que obliga a un incremento y seguimiento tanto de los protocolos de seguridad en el trabajo, como en la atención y cuidado de las instalaciones y de los elementos de utillería y vestuario. Más de 40 técnicos trabajarán durante cada representación, entre los que destacan los 19 profesionales necesarios para la realización de las numerosas caracterizaciones especiales que necesita esta ópera.
Fue la primera ópera que presencié fuera de España, concretamente en 1970 y en Munich, con la suerte de tener en el foso a Carlos Kleiber, hijo de quien la estrenó, con escena de Günther Rennert y Theo Adam como protagonista. Fue para mí una experiencia inolvidable. Muchos años más tarde viví otra experiencia también inolvidable con la misma obra en Salzburgo, con Claudio Abbado. No nos engañemos, ya no existen maestros como aquellos, pero los espectáculos próximos de Barcelona y, muy especialmente Valencia, ofrecen mucho interés.
“Wozzeck” está basada en el drama de Georg Büchner, “Woyzeck”, a cuya primera representación acudió Berg en 1914, decidiendo componer una ópera sobre ella. Terminó la ópera en abril de 1922, para estrenarse en la Ópera Estatal de Berlín dos años más tarde con Erich Kleiber. Berg utilizó un ingenioso método para estructurar musicalmente la ópera: tres actos divididos en cinco escenas cada uno. Cada acto tiene una estructura general y cada escena tiene como base ciertas formas musicales tradicionales. Alumno de Schoenberg, Berg estaba interesado en explorar las nuevas técnicas del maestro en su música, pero Berg estaba escribiendo “Wozzeck” al tiempo que Schoenberg estaba diseñando su nuevo lenguaje musical. Buena parte de la partitura es anterior a lo que ahora llamamos música dodecafónica o ‘atonal’ y por eso hay tramos de la ópera en los que prima la tonalidad. No hay por tanto que asustarse.
Teatralmente es magnífica. Wozzeck, un soldado empobrecido sujeto a alucinaciones, es atormentado por su sádico capitán y médico del regimiento. Su esposa de hecho, Marie, lo deja por un brutal mayor de batería, quien posteriormente lo golpea. Wozzeck se vuelve loco, apuñala a Marie y se ahoga. El escalofriante final muestra al hijo pequeño de Wozzeck yendo a ver el cadáver de su madre. La crueldad y la despreocupación del hombre y la sociedad es el tema principal de la ópera, captando perfectamente una visión paranoica kafkiana de la vida.
Estamos ante un clásico; una de las óperas más importantes del siglo XX. Cierto es que produce desasosiego al espectador y de ahí que programarla siga siendo todo un desafío. Afrontarla, para un teatro, es como aproximarse al abismo del que habla el propio protagonista en uno de los momentos de la obra: “El hombre es un abismo y me da vértigo mirar dentro”. Pero, creánme, que una buena representación se convierte en algo inolvidable. No lo duden, véanla. Gonzalo Alonso
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