Festival de Salzburgo 2022, en busca del tiempo perdido
Festival de Salzburgo 2022, en busca del tiempo perdido
El Festival de Salzburgo perdió definitivamente el rumbo a la muerte de Karajan, en 1989, aunque de hecho las primeras vías de agua se habían abierto en vida del dios salzburgués. El glamour que caracterizó la era Karajan se desvaneció con su sucesor Gerard Mortier. Su llegada a Salzburgo, en 1991, estuvo inmediatamente marcada por la discusión, desde el momento en que intentó apartarse de la filosofía Karajan y cerrar cualquier vínculo con el pasado. Mortier se decantó por una programación opuesta. Arrinconó obras allí tan clásicas como ese «Caballero de la rosa» -que él calificó de «cursilada» y «almibar»- y nutrió los Festspielhauses de obras más modernas y puestas en escena rompedoras, encargadas a gente joven (Wilson, Mussbach, Sellars, Neufels, Marthaler, Fura dels Baus… ). El público, que mayoritariamente estaba formado por millonarios que deseaban los espectáculos casi hollywoodienses de Karajan, empezó a retraerse y con ello llegaron las pérdidas a los restaurantes y comercios de la ciudad del Salzach. Estos protestaron ante las instituciones que financian el festival y Mortier tuvo que templar ánimos y combinar sus ideas renovadoras, que por otro lado bien precisaba el certamen, con las que inspiraron el pasado reciente. Figuras como Jessye Norman o Luciano Pavarotti, de quienes había afirmado que eran demasiado «grandes» para su festival y que no cabían por sus puertas, vieron como de la noche a la mañana éstas se volvían a ensanchar. Con todo, los resentimientos no se olvidaron y tanto ellos como muchos otros, Plácido Domingo incluido, no dudaron en lanzar dardos en cuanto podían. Para colmo, Mortier se enemistó también con quienes, como Harnoncourt o Peter Stein hasta entonces habían sido grandes colaboradores e incluso con la mítica Filarmónica de Viena, alma del festival de festivales, a quien amenazó con castigar y alejar de los fosos. Se creó un nuevo público mientras que el tradicional se refugiaba en el Festival de Abbado y ahora de Rattle en Pascua y cualquiera podía encontrar entradas para los espectáculos apenas minutos antes de éstos, lo que en otros tiempos hubiera sido impensable. Empezó con ansias renovadoras en todos los órdenes, pero en apenas cuatro años se desinflaron ante la dura constatación de los hechos. Así, el repertorio regresó mayoritariamente en la ópera a lo popular a lo tradicional: “Traviata”, “Bodas de Fígaro” o el citado “Caballero de la Rosa”, su máxima claudicación. La realidad es la realidad. Pero es que además “sus estrenos” casi se redujeron a representar obras ya conocidas en otros lugares. “Edipo Rey”, “Erwartung”, “The Rake’s Progress”, etcétera. En la época de Karajan había encargos y aún se recuerda “La máscara negra”, por poner un ejemplo.
En pleno inicio del festival del 2000, Mortier mantuvo una polémica con el entonces presidente de Austria, Thomas Klestil, a cuenta de las ideas que debían inspirar un evento como el salzburgués. El político opinaba que debía estar presidido por «el estilo y el buen gusto» y que «las naciones han de reconocerse en lo más noble, y no en lo más trivial, que tienen en común, lo que Mortier calificó como «una defensa de la hipocresía en el arte». El enfrentamiento fue muy comentado en la prensa austríaca y muchos acusaron a Mortier de querer hacer política desde el festival. De todo ello tomó nota la presidenta del Festival, Helga Rabi-Stadler, para colmo mujer del redactor-jefe del diario vienés “Kurier”, enfrentado con Mortier casi hasta en los tribunales. De otro lado la relación entre la organización y el ayuntamiento tampoco fue nunca fluida.
La apuesta deslumbró durante la primera mitad de la década Mortier, pero acabó resultando un suicidio. Lo mismo sucedería años después en Madrid. Salzburgo era el festival de los magnates y el dinero no viaja para presenciar atrevidas puestas en escena con intérpretes y directores musicales casi desconocidos. El dinero pedía glamour y el dinero se fue. Las casas discográficas que mantenían oficinas en Salzburgo a las que acudían todas las planas mayores fueron cerrando, los comerciantes se quejaron y llegaron los enfrentamientos entre la dirección artística del festival y los políticos que lo financiaban hasta culminar tras el ascenso de la derecha de Jörg Haider, al que Mortier no dudó en dedicar los más duros ataques y ridiculizar, junto a otros políticos de la derecha, en su “Murciélago” de despedida.
Por todo ello, y de común acuerdo, se decidió dar por terminada a finales de 2001 la era Mortier y se nombró como su sucesor a Peter Ruzicka, hasta entonces director de la «Bienal» de Munich.
Peter Ruzicka tomó el relevo sin que sus propuestas cuajasen, aunque pasará a la historia por haber logrado representar las 22 óperas de Mozart en los fastos del 250 aniversario del compositor. No dejó de ser un paréntesis lleno de soberbias personales y excesivas ganas de desplumar al potentado público con precios exagerados para lo que se ofrecía. Jürgen Flimm le sucedió en 2007 con la necesidad de lograr un nuevo equilibrio a causa de reducciones presupuestarias. Se abonó al concepto de “festival temático” introducido por Mortier y continuado por Ruzicka y reestableció a la Filarmónica de Viena en el sitio que siempre le había correspondido y del que Mortier la había desplazado. Sin embargo las cosas no han salido tan bien cuando, apenas dos años después de tomar posesión, fue relevado en 2011 por Alexander Pereira. Triunfador en la Ópera de Zurich tanto en el orden artístico como en el económico, era la gran esperanza para el festival, un hombre que había sabido rodearse de los más grandes cantantes, directores musicales y de escena y de algo igual de importante hoy día, de patrocinadores. La presidenta del consejo gestor del festival, Wilhelmine Goldmann, lo expuso sin ambages: “En un tiempo de dificultades económicas es un factor de estabilidad, un garante para una travesía tranquila por tiempos turbulentos”.
Pereira permaneció en la dirección del Festival hasta 2014, 4 años en los que contó con Sven-Eric Bechtolf como asociado. Este y Halga-Rabl Stadler planificaron las ediciones de 2015 y 2016, tras la marcha de Pereira, y fue nombrado su sucesor Markus Hinterhäuser, que se mantiene en el puesto en la actualidad desde 2016.
Helga Rabl Stadler, actual directora del Festival de Salzburgo, se despide del cargo que ha ocupado durante 25 años con la presente edición, que tendrá lugar entre el 15 de julio y el 31 de agosto de 2022.
Como es tradición se abrirá con “Jederman” el 18 de julio y esta se compone de 8 óperas y una oferta de conciertos líricos y sinfónicos cuajada de artistas y formaciones internacionales: Bluebeard’s Castle de Bartók y De temporum fine comoedia de Orff, con dirección musical de Teodor Currentzis y escénica de Romeo Castellucci, protagonizadas por Mika Kares, Ausrine Stundyte / Nadezhda Oavlova, Helena Rasker.; Il Trittico de Puccini – Gianni Schicchi, Il Tabarro, Suor Angelica – dirigido desde el foso por Franz Welser-Möst y producción de Christof Loy. En el reparto se alternan las voces de Misha Kiria, Asmik Grigorian, Enkelejda Shkosa / Asmik Grigorian, Roman Burdenko, Joshua Guerrero / Asmik Grigorian, Karita Mattila y Hanna Schwarz; La flauta mágica de Mozart, con las voces de Tareq Nazmi, Mauro Peter, Brenda Rae, Regula Mühlemann, dirección musical de Joana Mallwitz y escénica de Lydia Steier; Il barbiere di Siviglia de Rossini , que ofrecerá desde el foso Gianluca Capuano. Componen el reparto Edgardo Rocha, Alessandro Corbelli, Cecilia Bartoli, Nicola Alaimo, Ilda Abdrazakov, en una producción firmada por Rolando Villazón; Kátia Kabanová de Janácek, con sirección musical de Jakub Hrůša y escénica de Barrie Kosky. En el reparto: Jens Larsen, David Butt Philip, Evelyn Herlitzius; Aida de Verdi, con montaje de Shirin Neshat y musical de Alain Altinoglu, interpretada sobre el escenario por Roberto Tagliavini, Anita Rachvelishvili, Elena Stikhina, Piotr Beczala, Erwin Schrott y Luca Salsi; Jakob Lenz de Rihm se ofrecerá en versión concierto con Maxime Pascal en la batuta y las voces solistas de Georg Nigl, Damien Pass y John Daszak; y Lucia di Lammermoor de Donizetti, también en versión concierto. Daniele Rutioni será responsable de la dirección musical y conforman el reparto Ludovic Tézier, Lisette Oropesa, Benjamin Bernheim y Roberto Tagliavini.
La Filarmónica de Viena interpretará 5 programas bajo las batutas de Christian Thielemann, Andris Nelsons, Riccardo Muti, Daniel Barenboim y Esa-Pekka Salonen. Completan el apartado de conciertos sinfónicos las actuaciones de la Gustav Mahler Youth Orchestra, musicAeterna Choir, con Teodor Currentzis y Dmitry Ulyanov como solista; SWR Symphonieorchester, con Maxime Pascal; ORF Radio-Symphonieorchester Wien, con Marin Alsop; West-Eastern Divan Orchestra, con Daniel Barenboim; musicAeterna, con Teodor Currentzis; ORF Vienna Radio Symphony Orchestra, con Joel Sandelson; la Filarmónica de Berlín con Kirill Petrenko y la Pittsburgh Symphony Orchestra, con Manfred Honeck. Anne-Sophie Mutter, solista. Obras de Ligeti, Beethoven y Mahler (31 de agosto).
El canto en formato de concierto estará presente de mano del Ensemble Júpiter, dirigido por Thomas Dunford y la mezzosoprano Lea Desandre como solista y la Orquesta Sinfonía por el Perú, dirigida por Roberto González-Monjas y con Juan Diego Flórez. En la intimidad del recital, Salzburgo propone 4 citas: Christian Gerhaher con Julia Kleiter, Matthias Goerne, Jonas Kaufmann y Diana Damrau. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios