Crítica: la Filarmónica de Monte-Carlo en el Festival de Granada con Veronique Gens
Berlioz en el aire de la Alhambra
Obras de Berlioz. Veronique Gens, soprano. Filarmónica de Monte-Carlo. Director: Kazuki Yamada. Festival de Granada. Palacio Carlos V. 3 de julio de 2022.
La música envolvente de Berlioz se enseñoreó del espacio al aire libre del Palacio Carlos V y nos hizo disfrutar a lo largo de un par de horas. Se escuchaba en primer lugar la obertura de “Le Corsaire”, una pieza fantasiosa, de sugerente construcción, que combina los temas femeninos con el del aguerrido protagonista. La lectura de Yamada y la bien adiestrada Filarmónica de Montecarlo fue espumosa y diligente, quizá algo falta de intensidad, de esa vibración que despide la música del compositor
El actual titular de la Orquesta del Principado tiene cara de niño, aunque ha cumplido ya los 43, pero muestra una gran seguridad a través de un gesto de rara amplitud, variado y móvil en todos los planos. Sabe regular dinámicas y acompañar con sensibilidad, como demostró en su colaboración con la soprano Véronique Gens, que pese a su edad (56) aún conserva sus principales virtudes: timbre penumbroso y rico en armónicos, con reflejos de rara sensualidad, fraseo inteligente y bien diseñado, con pronunciación muy clara, musicalidad sin tacha.
Es cierto que ha perdido lustre y que ahora el vibrato es más acusado; lo que no fue obstáculo para que desgranara con singular fantasía y propiedad las seis mélodies que integran el un tanto heterogéneo ciclo “Les Nuits d’été”. Gens se lució particularmente en la tan conocida “Absence”, a la que dio el toque de finura y melancolía justo y en la que cierra el cuaderno, la barcarola “L’ile inconnue”, de tan exquisitas modulaciones. En todo momento la afinación fue intachable, pese a ciertas tiranteces en el registro superior.
Para postre la imponente “Sinfonía Fantástica”, de la que Yamada hace una versión muy clara de líneas, correctamente acentuada y contrastada, ligera de equipaje, esbelta de construcción. “Tempi” moderados y acertada disección de las a veces complejas texturas. Elaboró con acierto los meandros y vacilaciones de “Sueños-Pasiones”, esculpió adecuadamente los giros danzables de “Un baile”, mantuvo la tensión en los silencios de la “Escena campestre”, abotonó con pericia la rítmica furibunda de “Marcha al suplicio” y mantuvo firmes las riendas en el “Sueño de una noche de aquelarre” evitando los confusionismos y dotando de espíritu a las progresiones hasta el desbordante cierre. La Orquesta de Monte-Carlo tocó con entrega y rara conjunción. Como remate un bis: el “Adagietto” de la “Suite nº 1” de “La Arlesiana” de Bizet, tocado exquisitamente. Arturo Reverter
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