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Por Publicado el: 06/07/2022Categorías: En vivo, Crítica

Crítica: David Afkham dirige el final de temporada 21/22 de la OCNE

En paz

Obra de Brahms. Katharina Konradi, soprano. Peter Mattei, barítono. Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE). Dirección musical: David Afkham. Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música. 2 de julio

Aplausos finales tras la interpretación del Réquiem de Brahms por parte de la OCNE

Brahms es mejor en la amargura que en la alegría. Los dos primeros movimientos de su Réquiem alemán son catedrales de la tristeza, y el resto conforma una obra maestra que intenta despedirse en paz de muchos tipos de dolor: del de la pérdida de la madre, del amigo, del amor. Es una composición alejada de la liturgia, no solo por ignorar la estructura formal o el texto prescrito en estos casos sino por el propio espíritu humanista en sí, que apela a lo colectivo, a lo terreno y a la esperanza en la redención más que en la redención en sí misma. «Porque toda carne es como la hierba», reza el arranque del segundo movimiento, y resume bien lo que ofrece esta música: la fragilidad y la fuerza que otorga todo lo que se ama y su pérdida. Es, en definitiva, una inmejorable despedida para una gran temporada de la OCNE, que ha dejado momentos magníficos y la certeza de estar en el mejor momento artístico de su historia reciente.

La visión de Afkham de esta pieza es de una extrema serenidad, buscando ajustar la escritura instrumental a la flexibilidad de la dicción para que el texto fluya con la naturalidad del habla y con la eficiencia del susurro, como quedó demostrado desde las dos primeras palabras, Selig sind (“Bienaventurados”), mantenidas expresivamente más allá de lo que su figuración sugería. Crescendi construidos lentamente, búsqueda continua de colores instrumentales claros y un balance pensado para destacar al coro por encima de la orquesta fueron las primeras decisiones ejecutadas por el director alemán. La respuesta de la orquesta fue modélica, asumiendo la responsabilidad en particular en ese complejo primer movimiento que mantiene en silencio la habitual voz lírica de la orquesta, los violines, para dejar hablar a las sombras. También cantada con una voz carente de rabia fue la zarabanda del segundo movimiento, donde el coro pudo mostrar toda su gradación dinámica sin aspavientos, con especial peso de una cuerda de sopranos magníficamente compacta.

Los solistas eran más que contrastados: en primer lugar, el barítono Peter Mattei, que lució su habitual musicalidad adaptable con idéntica elegancia al discurso sonoro de Berg, Mozart o Brahms. Su intervención en el sexto movimiento, sumada a la mayor rotundidad del coro, regaló uno de los momentos más luminosos de la velada. Igualmente con gran refinamiento se sucedieron las intervenciones de Katharina Konradi, con un vibrato integrado con naturalidad y una línea de canto que no buscaba protagonismo sino que su timbre se despolarizara hasta dejar sólo el peso de la palabra y el sonido sumado al acompañamiento orquestal. Su parte es importante, por suponer la personificación de la madre de Brahms, y llevar asociado uno de los momentos de mayor sensación de paz de toda la obra. Gran despedida de temporada, en resumen, con orquesta, coro, solistas y director a un altísimo nivel y un público entregado que regaló ovaciones especialmente intensas para el coro y para David Afkham. Mario Muñoz Carrasco

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