Crítica: Javier Perianes cierra el Festival de Llíria
La felicidad de hacer música
Obras de Beethoven. Orquesta de la Comunitat. Javier Perianes, solista y director. Teatro de la Primitiva, Lliria, 24 de julio de 2022, 22.30
El Festival de Llíria llegó a su fin tras cuatro días intensos en los que se han ofrecido ocho conciertos de la más alta calidad y en los que se han dado cita las cuatro orquestas de la Comunitat Valenciana. En esta última jornada se concedió la Medalla del Festival a Alfonso Aijón, fundador de Ibermúsica. La razón es que entre 1976 y 1982 en Llíria se dieron cita las más importantes orquestas que visitaban España. Por entonces, Valencia no contaba con una sala de conciertos, mientras que Llíria tenía dos: las de la Unión y la Primitiva. Especial protagonismo tuvo la de la Unión que fue visitada por directores de la talla de Giulini, Mehta, Celibidache o Doráti entre otros como bien describe Francesc Rozalén en un magnífico artículo que se incluye en el programa del festival. En parte, con este festival Llíria vuelve a recuperar ese protagonismo. Aijón, recordó aquellos tiempos pero, además, no dudó en señalar la calidad de la Orquesta de la Comunitat: “Lorin Maazel y Zubin Mehta crearon la mejor orquesta sinfónica que haya existido nunca en España”, una declaración que fue correspondida con un espontáneo aplauso.
Aijón no lo decía por congraciarse con el público, sino que era la constatación de una realidad. En la primera parte la calidad de la orquesta ya se había impuesto con arrolladora soberbia en los primeros compases del primer concierto de Beethoven. Sin desmerecer a nadie, y en particular a las otras tres excelente orquestas valencianas, la de la Comunitat juega en otra liga. Además, en un concierto como este, en el que el solista, Javier Perianes, hacía las veces de director, la agrupación valenciana demuestra no solo autonomía, sino también iniciativa para responder al impulso que emanaba de las manos de Perianes ya sea dirigiéndolos, ya sea desde la propia música que el pianista interpretaba al teclado. Así, a cada frase de Perianes, con su fraseo concreto, su acento y su color, la orquesta parecía querer responder con los mismo elementos creando una conjunción mágica.
Capítulo aparte merece la interpretación solista de Perianes. Ofreció una versión providencialmente libre, flexible, llena de espontáneos rubati, ataques, ritenuti… incluso en los movimientos finales tanto del primero como del tercero de los conciertos se mostró imaginativamente juguetón. Fueron, en resumen, unas versiones felices, en las que el drama pareció concentrarse en la sobrecogedora e intensa cadencia del primer tiempo del tercero en la que al amparo del do menor nos condujo a una expresividad desgarradora al alcance solo de los más grandes. Por su parte, ambos movimientos lentos estuvieron gobernados por un elegante y cantabile lirismo. Como bis ofreció el Nocturno de Grieg.
Con esa música terminó el Festival; un festival milagroso que ha sido posible gracias al esfuerzo de músicos, instituciones y colaboradores; un Festival en el que todo el mundo parecía dispuesto a dar lo mejor de sí. Pero no puedo dejar de señalar el trabajo de un músico muy especial; el músico entre bastidores, entre llamadas y mensajes de teléfono, entre listas de mail, el que ha estado detrás de cada detalle, el que apenas ha descansado en estos cuatro días: Justo Romero, director del festival. César Rus
Últimos comentarios